¿Siguen existiendo los telegramas?
- El año pasado se enviaron en España 5 millones y medio de productos telegráficos
- Desde que se inventó, la manera de envío del mensaje ha cambiado por completo
- En el siglo XIX era el único método de mensajería instantánea
Un telegrama clásico
El telegrama tradicional es un mensaje compuesto por puntos y líneas que se transmite pulsando una tecla manejada por un operario que abre y cierra la corriente eléctrica. Los mensajes viajan a través de un único hilo eléctrico. Un pulso largo es una línea y un pulso corto un punto. El receptor es una pluma que movida por los impulsos eléctricos que recibe transcribe esa serie de líneas y puntos. Luego una impresora transforma líneas y puntos en letras del alfabeto que permiten leer el mensaje.
El telegrama fue la primera red internacional de comunicaciones y el único método de transmisión inmediata de mensaje durante décadas en nuestro país. Vivió su época de esplendor a finales del siglo XIX. Hoy el sistema parece sentenciado a muerte con internet y la mensajería móvil. Nada más lejos de la realidad. El telegrama sigue vivo y coleando.
Es cierto que el volumen de envíos ha caído en picado con respecto a hace medio siglo. Según datos de Correos, en España el año pasado se enviaron 5 millones y medio de productos telegráficos (telegramas, burofax y giro) mientras que en 1966 eran más de 16 millones.
“Los telegramas se siguen usando sobre todo para notificaciones importantes“
Sin embargo, los telegramas se siguen usando sobre todo para notificaciones importantes. Llega físicamente al destinatario con carácter de urgencia y tiene validez ante los tribunales. “El telegrama tiene valor legal. Antiguamente el jefe de la estafeta lo firmaba dando fe de que es un documento auténtico”, explica a RTVE.es la directora del Museo Postal y Telegráfico en Madrid, Victoria Crespo. Hoy no es necesario, el uso del propio producto ya supone esa garantía legal.
Cómo se envía un telegrama
Hoy no hay red de telégrafos, el envío se hace usando la red propia de telecomunicaciones que posee Correos. Tampoco hay que personarse en la oficina de correos, se puede llamar por teléfono para dictar el mensaje o enviarlo online.
Así que aunque el telegrama sigue vivo, la manera de envío ha cambiado por completo desde que llegara el invento llegara a España. “El primero se envió el 8 de noviembre de 1854. Fue el discurso de apertura de las Cortes de Isabel II. El mensaje viajó de Madrid a Irún”, relata. Sucedió diez años después del primer envío de telegrama eléctrico en el mundo, el enviado por el físico, inventor y artista estadounidense Samuel Morse, en Estados Unidos, desde Washington hasta Baltimore.
Tal fue el éxito y las potenciales ventajas de este tipo de comunicación que en 1855 se aprobó una ley para conectar Madrid con todas las capitales de provincia. En nueve años se terminó de construir la red telegráfica. En total 194 oficinas que coordinaban los 10.000 kilómetros de cable repartidos por todo el territorio español incluidas las Islas Baleares y el norte de África. Partían de Madrid, en forma radial, las líneas con las principales ciudades, que se iban interconectando.
“Se construyeron 194 oficinas que coordinaban 10.000 kilómetros de cable“
Hasta 1870, cuando se tendieron cables submarinos, no se pudo ampliar la red hasta los lugares separados por grandes masas de agua, como las islas Canarias. En 1876 los cinco continentes estaban conectados. Así telégrafo se convirtió en la primera red mundial de comunicaciones con un lenguaje común en todo el mundo, el código Morse, por decisión de la Unión Telegráfica Internacional, hoy Unión Internacional de Comunicaciones dependiente de la ONU.
El telégrafo cambió las noticias y el comercio
“Gracias al telégrafo los periódicos dejaron de ser casi todo opinión y empezaron a incorporar noticias de sucesos acontecidos pocas horas antes a sus páginas. También influyó en el comercio ya que se conocían a tiempo casi real los valores de las bolsas internacionales”, relata la directora con entusiasmo.
Los particulares también hacían uso del telégrafo para enviar noticias muy urgentes. Al principio solo podían acceder a tal servicio los más pudientes, puesto que un mensaje costaba 313 reales. “Por aquel entonces el sueldo anual de un telegrafista era de 4.000 reales”, contextualiza Crespo, y añade: “En 1861 el precio había bajado tanto que ya se puede hablar de la socialización del telegrama. Costaba 5 reales”.
La red de telegrafía eléctrica se modernizó con el paso de las décadas. Durante la Segunda Guerra Mundial se cortaron los hilos telegráficos y las comunicaciones se hacía por radio. Aunque tras la guerra se restauraron las líneas eléctricas, se continuó usando la comunicación telegráfica por radio, que poco a poco fue cobrando protagonismo y los repetidores se multiplicaron.
El declive de la red de telegrafía llegó en 1980. Los robos de los hilos telegráficos de cobre eran constantes y terminaron triunfando los radioenlaces. En los noventa la llegada de las comunicaciones por satélite agilizó tanto la transmisión de datos que mantener la red telegráfica no valía la pena. Así, al entrar en el siglo XXI la red de postes e hilos había desaparecido por completo.