Rafael Álvarez "El Brujo": "He experimentado la divinidad en escena"
- Apátrida, reivindicativo y místico, el actor reabre el Teatro Cofidis tras el incendio
- La odisea, en agosto, y El evangelio según San Juan, en septiembre vuelven a Madrid
Las dos llamadas del Minsiterio de Cultura
El actor ha recordado en la rueda de prensa su disputa a comienzos de 2011 con el anterior Ministerio de Cultura, cuando quiso llevar El evangelio según San Juan, que estrenó en un teatro público (María Guerrero de Madrid) a un teatro privado. "Se negaron, y no querían reestrenar la obra. Simplemente impedían que se estrenara en ningún otro lado". El actor convocó a los medios para denunciar la situación y todo se arreglo en una semana. "Recibí dos llamadas. La primera me enardeció porque me dijeron que mi carrera peligraba, pero me pareció lógico que trataran de acojonarme. Pero la segunda me deprimió porque me preguntaron que tenían que hacer para que me callase. Y vi esa bajeza: que estábamos gobernandos por gente sin valores ni gallardía".
El viernes 14 de junio, Rafael Álvarez “El Brujo” estaba contento porque había muchas butacas vendidas para su espectáculo de monólogos de los lunes. Al día siguiente, el Teatro Cofidis (antes Alcázar) sufría el incendio de los pisos superiores de su inmueble. Dos meses después, vuelven actor y teatro –en perfectas condiciones, con pocos vestigios de humedad-, en dos espectáculos que regresan a Madrid: La Odisea, de Homero (estreno 14 de agosto) y El evangelio según San Juan (estreno 24 de septiembre)
El juglar retorna a su modo, solo, con humor y textos clásicos de la humanidad para disfrutar de las contradicciones que comienzan en él mismo. Desde que con San Francisco de Asís, juglar de Dios pusiera en práctica las enseñanzas de su admirado amigo Dario Fo y su Manual mínimo del actor, “El Brujo” es tal vez el actor con más horas de vuelo sobre las tablas.
Ha hallado en La Odisea una nueva oportunidad de “transmitir las grandes obras a la gente que no las conoce” e interpretar a Ulises, Penélope, el viento e Ítaca. Un espectáculo que ha ido mutando desde su estreno en el Festival de Mérida hace un año y en el que encuentra un universo alegórico. Como ejemplo, una cita de Jung que repite: “La odisea es el gran sueño de las pueblos arcaicos de Europa”. Y “El brujo” identificar Ítaca con el sueño del ideal democrático al que los países aspiran y al que nunca podrá llegar.
PREGUNTA: Al margen de esa lectura social de Ítaca ¿Cuál es la personal? ¿Tienes la percepción de viajar a algún destino?
RESPUESTA: En cierta medida tengo esa convicción, o esa percepción, pero no te sabría decir a dónde. Hay un título de una película de Fernando Fernán Gómez que es El viaje a ninguna parte y quizá sea la percepción que yo tengo: que la vida y el trayecto evolucionario desde que uno empezó en este trabajo hasta ahora es un viaje a ninguna parte. Pero un viaje fascinante.
P.: ¿Y, psicológicamente, tienes una patria?
R.: Soy bastante apátrida, me gusta esa noción, ese sentimiento. Yo pertenezco a una generación que descubrió el mundo, con 19 o 20 años, con el movimiento hippie. Y el sentimiento apátrida formaba parte del ideario de esa época. Creo que los nacionalismos son una lacra para la humanidad, un lastre. Es la forma en que está organizado el mundo y, claro, tú tienes que tener una casa, un recinto, un establo, un pasaporte. Estamos viendo que lo que está hundiendo la vida es el egoísmo colectivo de las comunidades que compiten con otra. La crisis que está viviendo Europa está basada en que la UE no acaba de formarse y prevalecen intereses nacionales. Y, dentro de España, intereses periféricos, que son lo mismo pero reproducidos en otra escala.
P.: ¿Eres igual de juglar en tu vida privada?
R.: Yo tengo un temperamento personal con mis amigos, una tendencia a hacer chistes, a amenizar las cosas. O más que hacer chistes a contar cosas de una manera exagerada humorística y disparatada.
P.: ¿Qué IVA le pondrías a tus obras?
R.: Yo le pondría al mío, el que yo creo que deberían tener todas, es decir, el 8 % que tenía antes o el 10 %, ahora que es una época que se necesita un poco más pero, desde luego, el 21%, me parece una exageración.
P.: ¿Sientes que hay un agravio comparativo con el fútbol?
R.: Es que eso es inconcebible. No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza. ¿Por qué? Muy sencillo: porque el fútbol es un lobby de presión y, ante ciertos grupos de presión, se bajan los pantalones. ¿Cómo vas a recaudar dinero con el IVA del teatro? ¿Cómo es ese argumento de que necesitas el dinero cuando entre los varios Barça-Madrid que juegan al año ya recaudas todo el IVA de todo el teatro en un año?
P.: Una teoría es que el deporte conecta con la ideología del capitalismo y de la que hablabas antes: la competitividad.
R.: Hay un cierto nivel de competitividad que no me parece insano. Lo que me parece insano del deporte es la sobredimensión del deporte, permanente y excesiva. Me decía hace poco un amigo que España es número uno del deporte, en fútbol, tenis y baloncesto. Qué curioso que suceda con la situación que hay en el país, con una crisis política escandalosa, una crisis económica fortísima. Más nos valdría ser el número uno en científicos que investigan distintos campos de la tecnología, la biología o vete tú a saber.
P.: Tus espectáculos, en su austeridad, se adaptan bien a los tiempos de crisis. También el teatro intenta adaptarse ¿qué es lo que tiene de indestructible?
R.: Hay un ser humano ahí que está diciendo cosas vivas y en directo sobre cualquier tipo de situación, sea un humorista o una representación de teatro de otro orden. Tiene esa fuerza de la presencia en vivo y en directo. Y la palabra.
P.: Tras ver a Vittorio Gassman en Madrid decidiste imitar su reto de comunicación en soledad con el espectador y empezaste a formarte en distintas técnicas. ¿Continúas haciéndolo?
R.: Sí, sigo aprendiendo todo lo que puedo para después no hacerlo, tengo esta cosa desde siempre. Me gusta conocer las técnicas pero después no las sigo al pie de la letra porque no me nace pero, el hecho de conocerlas, me ayuda. Tengo una gran curiosidad y cojo de cada cosa lo que más me sirve.
P.: Homero era un aedo, un poeta oral. ¿Te lo imaginas introduciendo humor como tú haces mientras recitaba?
R.: No. O sí, pero de aquella manera. El humor está ahí en La odisea, pero es un humor sutil de una mente distinta, de una mente que ya no existe, de una representación de imágenes de un mundo que desapareció. Pero está ahí. Lo mismo que está en el Evangelio de San Juan. Cuando Jesús dice: “Os he hecho ver muchas obras buenas pero ¿por cuál de ellas pretendéis apedrearme”. Yo ahí veo humor, sentido el humor.
P.: ¿Los dioses rigen nuestro destino caprichosamente? ¿o Dios es un capricho del hombre?
R.: Yo soy creyente. Pero entiendo la experiencia de la divinidad, la presencia de la divinidad, que es el tema de los místicos. No es que sean creyentes en el sentido confesional, es que experimentan. Hay una diferencia importante. El que cree, cree en una doctrina, en una serie de dogmas, en una religión y en un dios expresado dogmáticamente según las convicciones de una confesión religiosa. Pero la experiencia de la divinidad es otra cosa.
P.: ¿Has tenido la experiencia en escena?
R.: Sí, he experimentado los atributos, las cualidades más que la esencia, que es lejana e inaccesible. He experimentado sentimiento de unidad, de armonía, de felicidad compartida, y de una alegría festiva y maravillosa en la que te sientes colmado en unas representaciones de teatro y algunos espectáculos, en esa relación con el público. Y eso, de alguna manera, son rayos de la divinidad.