Kosovo, el polémico precedente de un ataque sin autorización de la ONU
- Funcionarios del Gobierno de EE.UU. lo toman como ejemplo para Siria
- La situación se asemeja en varios aspectos al conflicto de hace 15 años
Quince años después, la Casa Blanca podría tomar como ejemplo los polémicos bombardeos de la OTAN en la guerra de Kosovo para llevar a cabo una acción similar contra Siria sin un mandato de la ONU.
En la recta final de la desmembración de Yugoslavia, el presidente Slobodan Milosevic era acusado por gran parte de la comunidad internacional de cometer atrocidades contra la población civil en Kosovo, territorio en el que operaba el UÇK, un grupo armado independentista considerado en ese momento una organización terrorista por las potencias occidentales.
El conflicto armado se desató en enero de 1998 y en él ambas partes cometieron regularmente crímenes de guerra, según diversas organizaciones de derechos humanos. Tras más de un año de hostilidades, miles de muertos y cientos de miles de desplazados, la comunidad internacional se encontraba muy dividida.
En Estados Unidos y Europa se cargaban las tintas contra el régimen de Milosevic y hablaban de una limpieza étnica de los serbios contra la mayoría albanesa en Kosovo; mientras Rusia apoyaba férreamente a su aliado socialista y ejercía su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para impedir una intervención internacional contra el gobierno serbio.
Cientos de civiles muertos
En este contexto, en marzo de 1999, la OTAN lanzó una serie de ataques aéreos contra las fuerzas yugoslavas alegando que la violencia contra civiles suponía una situación de “emergencia humanitaria”. Los bombardeos duraron 78 días y causaron la muerte de miles de soldados y policías serbios así como de no menos de 500 civiles, según el balance más conservador. Otras fuentes hablan de hasta 5.000.
Los cazas de la misión de la Alianza Atlántica, que lideró EE.UU. y en la que participó España, destruyeron principalmente instalaciones militares, pero entre los blancos atacados también se encontró la sede de la radiotelevisión yugoslava en Belgrado, en la que murieron 16 civiles. Milosevic se vio obligado a retirarse de Kosovo y la guerra acabó en junio de 1999.
Una década y media después, el conflicto sirio se asemeja en varios aspectos a aquella situación. Como entonces, Rusia se opone en el Consejo de Seguridad de la ONU a apoyar una resolución para atacar al gobierno de Siria, donde dispone de una base militar; mientras las potencias occidentales culpan al régimen de Al Asad de haber usado armas químicas contra la población tras dos años y medio de guerra civil. En este conflicto, también en el bando rebelde hay milicias consideradas terroristas, ligadas a Al Qaeda.
"Injerencia humanitaria"
El paralelismo lo han trazado desde Washington. Un funcionario del gobierno estadounidense ha dicho al New York Times que, "Kosovo, evidentemente, es un precedente de algo que tal vez es similar". Y fuentes militares citadas por los medios estadounidenses señalan que la intervención que baraja el Pentágono es de ese tipo, con bombardeos que denominan "quirúrgicos".
Aquella intervención generó una gran polémica sobre el llamado derecho de “intervención” o de “injerencia humanitaria”. Intelectuales de todo el mundo clamaron contra aquella teoría, que abanderó el entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana. “Quedarse de brazos cruzados ante las violaciones de los derechos humanos sería moralmente insostenible”, decía el político español.
Entre los juristas, numerosos expertos rechazaron que el derecho internacional contemple ese tipo de intervención, aunque esta conclusión tampoco cerraba el debate para ellos.
Así se explicaba en la revista de la Cruz Roja Internacional el profesor Jamshid Momtaz, expresidente de la Comisión de Derecho Internacional de la ONU: “El reconocimiento del derecho de las organizaciones regionales a recurrir a la fuerza armada para poner término a una catástrofe humanitaria es una cuestión preocupante. (...) Cabe fuertemente temer que los elementos decisivos de cualquier toma de decisión de recurrir a la fuerza armada serán los intereses de los Estados miembros (...), más particularmente los de la potencia militar dominante”. Con todo, el experto instaba a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad a que se comprometieran a no recurrir al veto cada vez que el Consejo de Seguridad deba tratar el tema de una catástrofe humanitaria.