Obama busca apoyos en Siria atrapado en su propio guion
- Intervenir en Siria es una de las decisiones más importantes de su mandato
- En juego está su credibilidad y la propia definición de su presidencia
- La volatilidad de la región y la radicalización de los rebeldes: dudas razonables
"Dos años sin hacer nada en Siria y ahora parece que hay prisa por hacerlo todo”. Escuchaba esta frase hoy en el metro. Así es Washington: la política ocupa cualquier conversación, en cualquier lugar. Y este resumen anónimo da las claves de la evolución de la postura de la administración estadounidense respecto a Siria en la última semana. De las dudas “ante una situación compleja e interna” al "esto no puede quedar sin respuesta.”
EE.UU. sopesa ahora una acción unilateral, tras el "no" del parlamento británico y el eterno bloqueo del Consejo de Seguridad de la ONU. Parece impensable que el mismo presidente que ha estado dos años resistiéndose a cualquier acción militar en Siria, el mismo que dicen es de las únicas voces dentro de su propia administración que sigue manifestando claras objeciones a esta nueva intervención exterior, el mismo que confesó querer pasar a la historia como el presidente que termina guerras y no las empieza, el mismo que se construyó a sí mismo como antagonista de George W. Bush durante los convulsos años bélicos de Irak y Afganistán tras el 11S... parece impensable que el presidente Barack Obama se haya quedado solo y en silencio.
Obama continúa sopesando la respuesta de EEUU. Sin la ONU, ni el Reino Unido, ni el Congreso, ni la opinión pública. La sombra de Irak planea sobre la Casa Blanca. Europa plantea sus dudas. Naciones Unidas pide más tiempo. El Congreso de EE.UU. exige autorización y los medios que justifique su postura. La comunidad internacional que presente las pruebas que certifican lo que Washington asegura saber ya: que el régimen sirio es el responsable del ataque químico del pasado 21 de agosto. Y la opinión pública, según la última encuesta del Washington Post, es indiferente a una intervención militar que sólo apoya el 9% de los estadounidenses.
Lo más contradictorio de todo es estar en este punto, después de haber asistido a las reservas del presidente respecto a Siria durante años y a la avalancha de críticas que desde agosto de 2012, cuando trazara la fallida "línea roja", se ha lanzado contra Obama para que no se quedara de brazos cruzados, no dejara morir a gente inocente, no perdiera el liderazgo de EE.UU. en la región, no aceptara la violación de las leyes internacionales respecto al uso de armas químicas.... y otros tantos reproches a lo que para la mayoría era pasividad. Esta Casa Blanca prefiere llamarlo cautela.
Las verdaderas razones de Obama
El presidente de EE.UU. se ha estado resistiendo a cualquier intervención militar durante más de dos años. Después del ataque químico masivo denunciado en Siria la semana pasada, su postura comenzó a cambiar. Muchas razones las ha puesto sobre la mesa, otras tantas quedarán para siempre bajo lo explícito.
La administración Obama dice estar segura de que el responsable de la masacre es el régimen de Al Assad, “una clara violación de las leyes internacionales que merece un castigo”, porque amenaza la “seguridad nacional de EE.UU. y el mundo” y porque pone en jaque las posiciones en el volátil tablero de Oriente a medio y largo plazo. Si deja que se usen armas químicas en Siria, da luz verde a la proliferación, es el argumento que desemboca en la siguiente cuestión: la credibilidad de Obama. Amenazó a Siria hace un año de las consecuencias del uso de armas químicas. Nunca las hubo. Y lleva una semana asegurando que ahora sí habrá respuesta. Parece imposible que Washington dé un paso atrás. Está en juego su palabra y la propia definición de su presidencia.
El 21 de agosto de 2013, los rebeldes denunciaban un ataque químico masivo contra la población civil. La presión para que el presidente Barack Obama actuara creció considerablemente, como el mismo reconoció en la primera entrevista, concedida a CNN, tras el ataque. Obama pedía tiempo para investigar lo ocurrido y acción de Naciones Unidas, mientras las críticas se triplicaban en casa. El republicano John McCain, uno de los que lleva demandando una intervención estadounidense en Siria desde hace meses, acusaba a Obama de haber abierto la puerta a Al Asad para que usara las armas químicas de nuevo, de lanzar amenazas que no sabe cumplir y perder el respeto en la región.
“Lo que hemos visto es un gran suceso que produce gran preocupación”, respondió Obama entonces. El momento de tomar una decisión se acercaba. Y explicó en aquella entrevista, como muy pocas veces antes, las dudas que habían frenado hasta el momento cualquier intervención estadounidense en Siria: no quería una nueva guerra en el mundo, con Afganistán todavía en fase de repliegue. EE.UU. ya no tiene dinero para nuevos conflictos, tras una larga crisis económica y una década de guerras exteriores. No confiaba en los rebeldes sirios. No sabía si las opciones que el Pentágono le había puesto sobre la mesa serán efectivas a medio plazo, ni si servirán para cambiar el curso de la guerra civil siria. No quería empeorar las tensiones en la región, incitando a Irán y poniendo en riesgo la seguridad de Israel. Pero sobre todo, no quería repetir los errores de Irak.
“Ya vimos qué ocurre cuando se llama a una acción inmediata y precipitada, que al final no sale bien, y nos deja atrapados en situaciones difíciles que resultan en intervenciones muy caras, difíciles y costosas que en realidad generan más resentimiento en la región.” Del otro lado, confesaba Obama la dificultad de quedarse de brazos cruzados ante la matanza. El otro fantasma sobrevolando la Casa Blanca es el de Ruanda. La mancha en la conciencia de Bill Clinton, que tantas veces le ha recordado a Obama: “el peor arrepentimiento es el de no hacer nada.”
El Pentágono aseguró en aquel momento estar listo para actuar. Los líderes internacionales se sumaron a las denuncias de "un ataque químico inaceptable." Desde entonces, la administración Obama ha ido dando pasos más contundentes, hacia una intervención militar en Siria, con las mismas dudas. El resto ha ido dando un paso atrás, con nuevos interrogantes.
Las dudas razonables
Imposible no acordarse de Irak. Sin pruebas y sin la ONU. Las consultas diplomáticas internacionales son continuas. La lista de dudas interminable. Las presiones dentro de EE.UU., insoportables. Cada vez más ruido: los que están a favor de una intervención sin límites que derroque a Al Asad, los que están en contra de cualquier movimiento bélico que asfixie la ingente deuda estadounidense, los que creen que es demasiado tarde, los que reprochan a Obama su indecisión y pasividad todo este tiempo, los que se preguntan cuál es el interés de EE.UU. en Siria y por qué intervenir en una guerra civil...
Y luego están también los que gritan que no se puede seguir dejando morir a inocentes, los que comparan a Obama con George W. Bush y subrayan la doble moral del presidente actual que se construyó a sí mismo por oposición al anterior, los que hace justo una semana pedían cuentas a la administración por estar cruzada de brazos ante la masacre y ayer demonizaban una respuesta bélica que costará miles de vidas inocentes, los que concluyen por adelantado que haga lo que haga el presidente de EE.UU. le criticarán…
Hay dudas razonables. En una carta al Senado, el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Martin Dempsey, ya advertía a principios de verano que todas las opciones militares sobre la mesa son "inciertas" y "costosas". Que la guerra civil siria lleva demasiado tiempo enquistada como para que una intervención exterior cambie las cosas.
El ex secretario de Estado, Colin Powell, aconseja ahora cautela en Siria. "No tengo ningún afecto por Asad. He lidiado con él. Creo que es un mentiroso patológico", decía en una entrevista en el programa Face The Nation de CBS. "Tengo menos confianza en la oposición. ¿A quién representan? Se están convirtiendo en un grupo radicalizado, con cada vez más apertura a Al Qaeda. Y qué pasaría si cae Al Asad y ellos se quedan... no lo sé", concluía Powell, sin referencias a su papel en febrero de 2003 dentro de la administración Bush, pero sí asegurando que "pensar que podemos cambiar las cosas sólo porque somos EE.UU, ese ya no es necesariamente el caso".
Recuerda el enviado de Naciones Unidas y la Liga Arabe a Siria, Lajdar Brahimi que "el derecho internacional es claro. Cualquier acción militar debe emprenderse tras una decisión del Consejo de Seguridad". Mientras Siria continúa negando todas las acusaciones, apunta hacia los rebeldes y acusa a Occidente de “inventar” excusas para lanzar un ataque. Hasta ahora EE.UU. sólo ha sido capaz de citar el “sentido común”, los reportajes periodísticos, los informes de organizaciones no gubernamentales, las imágenes en televisión, y la “obscenidad moral.”
El informe de Inteligencia
Los servicios de inteligencia ultiman el informe, según la Casa Blanca, que se centra en buscar garantías y un marco legal internacional. Las opciones se agotan. En las últimas 24 horas, el departamento de Estado se ha esforzado por explicar las diferencias entre Siria 2013 e Irak 2003. "Entonces la administración buscaba pruebas para invadir un país con el objetivo de un cambio de régimen", dijo este jueves el segundo portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, en la rueda de prensa diaria. Entonces se trataba de probar la existencia de armas de destrucción masiva y ahora Washington insiste en que sabe que ya se han utilizado. También explica que el objetivo no es derrocar al régimen de Al Asad, sino enviar una advertencia con una operación militar limitada, que en principio partía de una condena mayoritaria internacional a las acciones del gobierno sirio.
Obama no se apresurará a tomar una decisión, porque "es una de las más importantes" que ha tomado en su mandato, insistía Earnest. Reiterando la determinación de EEUU: las acciones del régimen sirio no pueden quedar sin respuesta internacional.
"Es un país volátil, en una región volátil. Tenemos aliados fronterizos con Siria. Turquía es un aliado de la OTAN. Jordania es un buen amigo, junto al que trabajamos con frecuencia. Israel está muy cerca. Tenemos bases en toda la región. No podemos permitir una grieta en la ley de no proliferación nuclear, que permitiría potencialmente que armas químicas caigan en manos de todo tipo de personas...", aseguraba Barack Obama en la entrevista concedida esta semana a la televisión PBS, pocas horas después de su discurso ante el Monumento a Lincoln en homenaje al aniversario de la Marcha sobre Washington y el histórico discurso de Martin Luther King. Un héroe personal de Obama. Cuya filosofía de no-violencia ha confesado no poder compartir desde el cargo que ocupa.
"Juré proteger a esta nación". También aseguró Barack Obama poco antes de la intervención en Libia en 2011, que su intención era reducir la presencia exterior de EE.UU., para revitalizar la economía doméstica; no ser el policía del mundo; liderar dando un paso atrás; y regresar al tablero multilateral. La ironía histórica quiso que, más allá de promesas y ejercicios de oratoria, el primer presidente afroamericano celebrara el 50 aniversario del sueño de King, la misma semana que sopesaba una intervención militar en Siria.