Los nuevos modelos de exhibición intentan tensar la cuerda floja del cine independiente
- Los Cines Verdi Madrid, a punto de echar el cierre ante la falta de público
- En los últimos 15 años, España ha perdido casi el 30% de sus cines pequeños
- Exhibidores y distribuidores señalan como culpables al IVA y la piratería
- El vídeo bajo demanda y los negocios mixtos, posibles vistas al futuro
Ver una película independiente, alejada de la industria gigantesca de Hollywood, en una sala silenciosa en la que nada se interpone entre la historia y el espectador es cada vez más difícil para los aficionados a este tipo de cine, que están de luto ante el cierre de los cines más pequeños de sus ciudades.
"Si a partir de septiembre no empieza a volver la gente, mis cines se convertirán en un hipermercado o un garaje", afirma Enrique Pérez, dueño de los Cines Verdi Madrid, la penúltima sala al borde de la desaparición del centro de la capital. También cuenta que, en los más de diez años que llevan abiertas sus salas, ha sido testigo de cómo se ha ido asentando la filosofía de sus cines entre los vecinos del barrio.
A los Cines Verdi Madrid asisten cada semana "desde jóvenes que rondan los 30 años hasta gente mayor que ha aprendido a ver cine con subtítulos porque se identifican con las historias que nos gusta contar y que dentro de unos meses no podrán seguir haciéndolo".
Más difícil todavía lo tienen los habitantes de las ciudades pequeñas, donde el cierre de los cines tradicionales supone perder por completo la exhibición del séptimo arte en el municipio. Pontevedra tiene el triste honor de ser la primera capital de provincia española sin cines tras el cierre de los cines Vialia el pasado mes de junio. Avilés, con 83.617 habitantes, perderá sus últimas salas con el cierre de los cines Marta el próximo 1 de septiembre.
Las multisalas, las únicas que han crecido en los últimos 15 años
El 26,3% de los cines de una sola pantalla han desaparecido en los últimos 10 años, pasando de 456 cines en 2003 a 308 en abril de este año, según el último censo de cines. Los únicos cines que han crecido en número son las multisalas, que han duplicado su presencia en los últimos 10 años, como se muestra en el siguiente gráfico.
Entrar a una sala de un pequeño cine independiente es una experiencia totalmente distinta a la que se vive en una multisala, donde el público ve ligada su visita al consumo de palomitas y refrescos. El beneficio de estos productos es el único que se queda al completo en la sala de cine, puesto que el precio de las entradas se reparte entre exhibidor y distribuidor.
¿Pero de cuánto dinero estamos hablando? Hay que tener en cuenta que 100 gramos de máiz cuestan alrededor de 50 céntimos y se venden a 3,5 euros de media. "El colmo está en las botellas de agua. Al espectador le cuestan uno o dos euros y a muchos exhibidores se las regalan con grandes pedidos de otras bebidas", cuenta David Alfaras, distribuidor de cine y socio fundador de Alfa Pictures.
Y de la misma forma que un exhibidor pequeño no tiene las mismas posibilidades económicas que una multisala, tampoco es así para los distribuidores independientes, que no tienen la opción de exigir los procentajes de beneficios sobre las entradas de las grandes distribuidoras. Lo que mucha gente no sabe es que una distribuidora independiente como la suya está obligada, al apostar por una película, a pagar un mínimo garantizado, es decir, el mínimo que la productora de una película exige para la distribución de la misma. Además, también tienen que adelantar los gastos de las copias y los materiales de distribución y promoción. Y una vez estrenada la película los problemas más comunes con los que se encuentran "van desde impagos hasta plazos de cobro de los beneficios de taquilla de más de 200 días".
La piratería y el IVA, principales causas según exhibidores y distribuidores
A la hora de abordar las causas de este temporal, tanto distribuidores como exhibidores coinciden al señalar el mal de todos los males: "Lo que la gente piensa ahora es: no vayas al cine, que descargar es gratis y no te va a pasar nada". Así resume Enrique Pérez el problema con la piratería.
También mira con envidia hacia países como Francia o Alemania cuando habla de los impuestos a los que sus cines se ven sometidos: "En ningún país de la Unión Europea tienen un IVA tan bestia, ignorando las protecciones culturales del programa MEDIA (programa de impulso y protección al sector audiovisual europeo)".
Actualmente, la media del coste de una entrada de cine es de 6,88 euros -según ha publicado FAPAE en varios medios-, y este precio final lo decide, en exclusiva, el exhibidor, porque el distribuidor -el otro beneficiario del coste de la entrada- solamente puede negociar el porcentaje de los beneficios que obtendrá. De este modo, al precio de la entrada de cine habría que quitarle el 21% correspondiente al IVA más un 2% extra que va a parar a la SGAE. Una vez restado esto, el distribuidor y el exhibidor se reparten lo sobrante -una media de cinco euros- a porcentaje pactado: "En Reino Unido hay una media del 37,5%, aquí las distribuidoras te piden hasta el 60%", sentencia Pérez.
Cuando se le pregunta a Enrique Pérez sobre el elevado coste de las entradas y la posibilidad de reducirlo para atraer espectadores, comenta con ironía que "desde que empezó la crisis, la luz ha subido ya más de un 60%, y eso es inasumbile a no ser que empecemos a proyectar con velas".
Los nuevos modelos de exhibición
Con las pequeñas salas apurando sus últimos suspiros, los nuevos modelos como el vídeo bajo demanda -televisión o cine a la carta en plataformas digitales como Filmin, Wuaki.tv, Filmotech, etc.- o los negocios mixtos -locales que aunan el cine con otros tipos de negocio- se presentan como el futuro para la exhibición del cine independiente.
Así han aparecido negocios como el Café Kino, regentado por Alexandra Purne y los hermanos Teresa y Juan Barba, un negocio localizado en el barrio de Lavapiés, en el centro de Madrid, donde todos los días se proyectan películas en una pequeña sala habilitada para solo 11 espectadores. La finalidad de su local es establecer una cercanía con el público y estar abiertos a proyectos relacionados con el mundo audiovisual que van desde festivales de cortometrajes a presentación de películas. Aun con todo, este tipo de negocio todavía no es rentable y los socios del Kino cuentan que, por ahora, no han abandonado sus trabajos fuera del nuevo negocio, y que además la cafetería-cine no es rentable todos los meses.
Otros han sabido ver en la red una nueva ventana de exhibición que va más allá de la piratería: "Siempre tuvimos claro que Internet no era un enemigo, que teníamos que preparar un portal que defendiese el cine de autor", cuenta Jaume Ripoll, socio fundador de Filmin y de sus dos festivales online, el Atlántida Film Fest y el Music Film Festival.
Pero en una sociedad acostumbrada a la descarga gratuita -la Alianza Internacional de la Propiedad Intelectual (IIPA) pidió en febrero que España volviera a entrar en la lista negra de la piratería informática-, el vídeo bajo demanda no termina de asentarse. David Alfaras afirma que este tipo de exhibición no es rentable todavía para las distribuidoras: "Para películas en las que se han invertido 120.000 euros en distribución y publicidad, podemos rentabilizar unos 200 a la semana. Eso no es nada", sentencia. Y concluye que "frente a la gratuidad es muy complicado tener una oferta que satisfaga a quien lo tiene todo y no paga nada por ello".
Así, a esta etapa de transición marcada por la crisis de la exhibición y distribución independiente, hay que sumarle la incógnita sobre el futuro del vídeo bajo demanda y los modelos mixtos de negocio que pretenden ocupar un espacio cada vez más vacío en la agenda del cinéfilo que teme perder la posibilidad de ver cine independiente en el centro de sus ciudades.