Cristina Piña lleva el son cubano a MFSHOW
- Lemoniez abre la jornada con una lección de costura
- Jorge Acuña colorea el armario de una Primera Dama
- El Museo del Traje acoge los desfiles de primavera y verano 2014.
- El calendario sigue el miercoles en el Conde Duque
Cristina Piña ha firmado una estupenda colecciñon. La Habana de 1948 es su fuente de inspiración porque, dice, "es una época muy grande; si eres alguién, tenías que estar allí". El blanco, referencia a la luz cubana, marca la pauta en las primeras salidas, con vestidos ligeros: en lino, con las espaldas de tirantes cruzados, cinturones discretos y aplicaciones de patchwork que recuerdan a las baldosas hidraúlicas.
Destacan los detalles en las cinturas, los juegos de texturas - tanto en transparencias como en materiales-, y las reinterpretaciones de la guayabera y la bata tradicional cubana. Melocotón y aguamarina se unen a la paleta de blancos para teñir de sensualidad prendas con volantes que se mueven paseando por el malecón al ritmo de la rumba o el son.
Rumba y son
Cuando cae la noche y la luna lo inunda todo aparecen los destellos del saxofón que se mezclan con los brillos de los vestidos de las cabareteras y los de las joyas de las espectadoras. Imágenes que llegan a la colección en forma de brocados, pedrería y terminados dorados.
Es la hora del Tropicana, ese lugar donde se para el tiempo para bailar, beber y enamorarse con un beso, un movimiento de cadera o la sensualidad de un escote. Los bolsos, realizados por el padre de Piña que es ebanista, y los cinturones de Assaad Awad, son detalles que aportan un plus de estilo.
Las postales de Aurelia Gil
El impresionismo y las postales populares japonesas inspiran a Aurelia Gil que se presenta en Madrid con una colección de contrastes, culturales y temporales.
En ella vemos camisas, kimonos y prendas de abrigo cortados al gusto oriental pero combinadas con un aparentemente descuidado estilo deportivo y casual.
Un denim joven y atrevido
Gil hace sus propios estampados y los mezcla caprichosamente entre sí, con otros diferentes y con telas lisas. Todo aporta dinamismo y frescura a la colección, en la que destacan las prendas pañuelo y los minivestidos que se separan del cuerpo o se aferran a él gracias a los cinturones de estilo nipón.
Se apuesta por el estilo oversized, acorde con el aire distentido de la propuesta, y también por el denim joven, con el que se construyen vestidos, faldas, cazadoras y pantalones que llevan diferentes tratamientos y colores. Junto a los tejidos cómodos y urbanos destacan otros nobles como la seda.
Jorge Acuña y la Primera Dama
Jorge Acuña ha querido mostrar el alma de las Primeras Damas, esas mujeres que posan con ropa barroca junto a su marido en cuadros majestuosos. Jacqueline Kennedy es la musa principal pero también lo son otras que solo fueron reinas en el papel couché como Carmen Martínez Bordiú.
Acuña recupera patrones, colores y formas de los vestidos de los años 60 y 70, esos que se llevaban a recepciones, bailes y citas de alto copete. Diseños asimétricos con volantes, bajos con plumas y transparencias se tiñen de colores muy vivos, intensos tonos de amarillo, rojo, azul, verdes y fucsia, entre otros.
El estilo de la infanta Elena
El lazo es el motivo estrella y el diseñador los aplica en diferentes versiones a todo tipo de prendas, siempre con ese aire de “remate final”. Los patrones están muy estructurados, el corte es complejo y la actitud es arrogante, un tanto clasista.
Dice Acuña que no se ha inspirado en la Reina ni en Doña Letizia pero que “sí me gustaría que se pusieran mis vestidos a posteriori”. En cambio sí se ha fijado en el estilo de la infanta Elena, de la que adora “como mezcla códigos muy españoles con otros de la alta costura francesa”.
Han visto su desfile algunas primeras damas, por sentarse en primera fila, como Caritina Goyanes, Laura Ponte, Carmen Lomana, Monica Luque y Clara Courel, entre otras.
Lemoniez, retratos del pasado
Fernando Lemoniez ha abierto, horas antes, esta temporada de desfiles y lo hace con cambios. Su colección es más alegre, optimista y femenina que en anteriores ocasiones. El punto de partida es una fotografía de los años 40 en la que se ve a dos mujeres afroamericanas vendiendo flores. Llevan faldas con dibujos, zapatos planos y un gorro de lana en la cabeza, a pesar del calor que parecía haber en ese momento.
Sobre la pasarela la inspiración se transforma en vestidos blancos y amarillos pálidos, una paleta tranquila y suave que deja todo el protagonismo a las prendas. Se observa un patrón exquisito, un tanto lady, y un corte certero que hace de cada vestido un objeto admirable.
Texturas y colores
Se apuesta por abrigos de verano, vestidos de cuello infantil y osados escotes en V. Como estampados vemos flores y cuadros, alegres y discretos, coquetos y resultones, siempre en prendas ligeras, de día, como los vestidos camiseros cortos o los vestidos túnica, en largo.
Según avanza la tarde entran texturas más ricas, tejidos con hilos brillantes y patrones más armados. Entra un verde esmeralda, igual de luminoso que el perla, y juntos colorean prendas de marcado estilo arquitectónico, recto, elegante y amable.