El sistema electoral alemán, modelo de proporcionalidad
- Se combina el voto directo a candidatos con el voto al partido, que pesa más
- Es puesto como ejemplo para la reforma electoral en Cataluña o Madrid
El sistema electoral alemán propicia una altísima proporcionalidad entre el escrutinio y la composición del Parlamento al mismo tiempo que la cercanía entre los diputados y sus votantes, lo que lo convierte en el modelo ideal para muchos politólogos. Con todo, admiten que debido a su complejidad puede causar cierto rechazo…
Para facilitar la comprensión, conviene empezar por la mecánica del voto. Cada ciudadano tiene por así decirlo dos votos, que expresa en una misma papeleta, como la que se puede ver en la imagen que ilustra esta información.
En una columna, el votante elige a un candidato concreto, un político de su circunscripción; y en la segunda columna expresa su preferencia por un partido, no necesariamente el mismo del candidato que ha seleccionado en la otra mitad de la papeleta.
"Diputados excedentes"
Los candidatos más votados en cada una de las 299 circunscripciones locales obtiene directamente un escaño. Pero el número de diputados que tendrá un partido en el Bundestag depende más de la elección en la segunda columna. “El que marca la proporción de la tarta (del hemiciclo) es este voto a la lista”, explica a RTVE.es Pablo Simón, doctor en Ciencias Políticas.
Para este reparto, se aplica la denominada regla de Sainte-Laguë (parecida a la Ley d’Hont aunque menos perjudicial con los partidos minoritarios), que da un resultado casi completamente proporcional sobre el total de asientos teóricos del Bundestag, 598.
Si una lista obtiene más escaños por este voto que la suma de los conseguidos en el voto directo a candidatos, completaría el reparto con los diputados que van en las listas cerradas de la segunda columna (diferente en cada uno de los 16 estados federales). Si por el contrario hubiera ganado más por el voto directo, conservaría esos diputados, denominados “excedentes”.
Eso hace que el Parlamento no tenga un número fijo de escaños y casi siempre haya algunos diputados más de los 598 de base y que haya una pequeña distorsión de la proporcionalidad, que el Tribunal Constitucional ha ordenado corregir sin que todavía se haya conseguido un acuerdo para reformar un modelo que no es cuestionado por los partidos, pues no hay ninguno que se vea sistemáticamente perjudicado, explica Simón.
“Quitando la barrera (de entrada), la proporcionalidad es total“
No en vano, todos los partidos se ven reflejados en los resultados con la única excepción de las formaciones que no llegan al 5% a nivel federal (o que no obtienen al menos tres escaños por el primer método). “Quitando esa barrera, la proporcionalidad es total”, concluye el experto en sistemas electorales.
Tradición de coaliciones
Los defensores de otros sistemas menos proporcionales suelen justificarlos en que las elecciones deben facilitar la formación de mayorías para que haya gobiernos estables mediante alguna prima a los grandes partidos. En ese sentido, en Alemania o en otros países donde se ha implantado un método parecido, como Nueva Zelanda, “no ha habido ningún problema de gobernabilidad; eso sí, ha cambiado el tipo de gobiernos” y priman las coaliciones, explica el politólogo.
Simón, que ha participado en un debate sobre este tema en Alemania, cree que los electores tienen interiorizado este fenómeno hasta tal punto de que algunos expresan su preferencia por una u otra coalición mediante el voto por opciones distintas en la primera y segunda columna. Por ejemplo, es habitual que en Baviera una parte del electorado de centro-derecha vote a un candidato de la CSU (la formación hermana de la CDU en este estado) y al lado marque la casilla del partido Liberal.
Un gobierno de coalición “es la regla general en Europa” y España es la excepción, advierte Simón, que ha sido invitado recientemente por la Asamblea de Madrid para exponer su visión sobre una reforma que ha propuesto el gobierno de esa comunidad del sistema que regula sus elecciones autonómicas y que parte de un modelo muy parecido al federal alemán.
También en el Parlamento catalán se ha estudiado últimamente este sistema que los expertos denominan “mixto compensatorio” y cuyo único defecto quizá sea el de su complejidad. Tanto es así que algunos expertos hablan del “coste cognitivo” de votar. “Cuando es un sistema muy complicado, la gente con menos capacidad (intelectual) se aleja” y vota menos.
Con todo, el sistema electoral es solo un pequeño factor para definir la calidad democrática de un sistema político y de un país…