El MOMA de Nueva York comienza el otoño con el surrealismo de Magritte
- La exposición abre al público el 28 de septiembre hasta el 12 de enero
- Ochenta obras entre pinturas, acuarelas y fotografías la forman
El pintor belga René Magritte escribió en 1929 "Esto no es una pipa" en uno de sus cuadros y obligó al espectador a desconfiar de su propio ojo. El MoMA repasa ahora su etapa surrealista entre 1926 y 1938 con El misterio de lo ordinario, su exposición estrella para el último trimestre del año.
Ochenta obras, entre pinturas, ilustraciones, acuarelas, fotografías y objetos componen el recorrido que el Museo de Arte Moderno de Nueva York hace por el período en el que "Magritte se convierte en Magritte", según ha explicado Anne Umbland, la comisaria de esta exposición, que se inaugurará el 28 de septiembre y permanecerá hasta el 12 de enero de 2014.
Para acotar el recorrido, sus organizadores parten de 1927, cuando René Magritte se trasladó a París y entró en contacto con las nuevas corrientes surrealistas, para acabar en 1938, momento en el que el pintor dio una charla autobiográfica en Amberes titulada "La ligne de Vie" (La línea de vida), en la que describió su relación con un movimiento y que será leída como actividad complementaria a la exposición.
Con estos alfa y omega, El misterio de lo ordinario lleva al MoMA a transitar, según Umbland, por "la habilidad de Magritte para romper la narrativa" en el cuadro El asesino amenazado, un crimen banal y desdramatizado pintado para la exhibición Le Centaure en 1927. O a jugar con la metapintura, como en Intentando lo imposible, donde se le ve pintar a su propia esposa, Georgette.
La ruptura de lo natural y lo artificial
"Magritte exploró la ruptura de los conceptos natural y artificial", aseguró la comisaria, y el artista buscaba, como Breton, Dalí o Buñuel, aunque con una visión más irónica, la verdad del subconsciente.
No tan admirador de lo onírico como juguetón con la percepción, Magritte encontró su propia manera de cuartear el "opresivo racionalismo de la sociedad burguesa", según los organizadores, y eso le granjeó una relación algo distante con las cláusulas surrealistas, lo que le permitió coquetear con el dadaísmo o, más tarde, el fauvismo.
Su peculiar discurso artístico afecta a otros cuadros célebres del artista que se pueden ver en esta exposición, como Los amantes, en la que rompía el voyeurismo del espectador cubriendo el beso de los retratados con una sábana (cuadro que inspiró una escena de Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar) o su síntesis semiótica de "La traición de las imágenes".
Ceci n'est pas une pipe (Esto no es una pipa), escribió en él, advirtiendo al espectador de la trampa del arte y la ilusión óptica, algo que abrió debate artístico y filosófico, hasta el punto de afectar a pensadores como Michael Foucault.
Así, las palabras tomaron un inesperado protagonismo en su arte figurativo, como en La máscara vacía, El uso de la palabra o El sentido literal, se desligan de su significado atribuido por convenio o sustituyen a los objetos a los que se refieren en las composiciones de Magritte.
El grito de los objetos cotidianos
El misterio de lo ordinario responde a la petición del propio Magritte de que "los objetos cotidianos griten fuerte", que se humanicen y se reivindiquen. Así, inventa los "biboquets", un híbrido entre pieza de ajedrez y pata de una mesa, que se miran y se citan en El reencuentro; y a la vez descompone la anatomía humana y la desordena en Entreacto y El doble secreto.
Pieles con textura de madera, pinturas que se confunden con ventanas, espejos que reflejan lo que queda detrás de ellos... Todo para "desfamiliarizar con lo que estamos familiarizados", decía él, para poner en duda las bases más incuestionables de la lógica.
Magritte (1898-1967) fue también amante del entonces todavía primerizo arte del cinematógrafo, muy presente en su obra y cuya influencia se convertirá también en un ciclo de proyecciones en el MoMA.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial cambió su visión del arte y de la vida, separándole definitivamente del surrealismo, y no viajó a Estados Unidos hasta 1965, dos años antes de su muerte, para una retrospectiva, precisamente en el MoMA de Nueva York.
Ahora, esta institución, junto a la colección Menil de Houston y el Instituto de Arte de Chicago, ha vuelto a dedicar una exposición monográfica al pintor belga.
Así, según la comisaria de la muestra, el público estadounidense hará el camino inverso de Magritte y se "familiarizará con lo que estaba desfamiliarizado", porque "mucha gente se dará cuenta de que no sabían quién era Magritte, pero que sí conocían muchos de sus cuadros", concluyó la comisaria de la exposición.