Su triunfo electoral deja manos libres a Merkel para ejecutar su modelo económico europeo
- La UE confía en desbloquear iniciativas clave para la salida de la crisis
- Los expertos esperan mayores exigencias para los países con problemas
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Angela Merkel ha impuesto su política de austeridad en la Unión Europea desde el estallido de la crisis de deuda y su holgado triunfo en las elecciones alemanas de este domingo augura que su dominio sobre el bloque del euro será aún mayor a partir de ahora. Sin embargo, la intensidad con la que lo haga dependerá de la coalición de gobierno que logre.
Para empezar, la victoria de Mutti –"Mamá" en alemán y apodo con la que se le conoce en su país- debería poner en marcha de nuevo la maquinaria europea, paralizada durante meses por las reticencias de la líder conservadora a implicarse demasiado en asuntos que amenazaban con complicar su reelección. Así, se espera desatascar iniciativas bloqueadas por Berlín como el supervisor bancario común, el mecanismo para cubrir eventuales quiebras bancarias y -lo más urgente- el futuro de los países rescatados.
Más ayudas para los países débiles, pero con más exigencia
“No hay ninguna razón para cambiar nuestra política en Europa", ha destacado Angela Merkel este lunes en una rueda de prensa en Berlín, donde también ha señalado que "Alemania va a seguir invirtiendo financieramente en Europa”. “Va a invertir más en esta legislatura que en la pasada”, ha añadido la reforzada canciller, quien ya dejó claro durante la campaña que esa solidaridad alemana solo se realizará a cambio de reformas en los países más débiles.
Miguel Ángel Rodríguez, analista de la consultora Xtb, advierte de que “desaparecerá la condescendencia de la que hemos disfrutado hasta ahora respecto del incumplimiento de los objetivos de déficit y el retraso en la aplicación de las reformas pactadas con Europa”, “Podemos esperar también que, en España, se aceleren las reformas y las exigencias de cumplimiento presupuestario”, añade este experto.
Además, Merkel podría presionar al Gobierno español para que aceptase una prórroga en el plazo del rescate de la banca -una posibilidad a la que se opone el Ejecutivo de Mariano Rajoy-, para evitar que se reabra el flanco español si retornan los ataques de los mercados.
Según Rodríguez, la victoria de Merkel le permitirá aplicar su modelo para Europa, que consiste en "avanzar hacia una mayor centralización de las políticas económicas, impuestos, presupuestos y sistemas de seguridad social". No se trata de un Estados Unidos de Europa -continúa este analista- "basado en más burocracia de Bruselas: Merkel prefiere optar por la coordinación de las políticas de los Estados miembro mediante una organización paralela en la que el Consejo de la Unión y su presidente pasan a ejercer de supervisores de la aplicación de las políticas y de los tratados".
Respecto a otros rescates abiertos en la eurozona, los analistas apuestan por la confirmación de un tercer programa de asistencia para Grecia que no incluirá –de momento- una nueva quita de la deuda, tal y como ha reiterado Merkel durante la campaña. Pero esa nueva ayuda al país heleno implicará nuevas aportaciones del Estado alemán y, por tanto, un incumplimiento de sus promesas electorales.
En el caso de Portugal, la posibilidad de un nuevo rescate no es descartable, aunque dependerá de la evolución de su economía. Chipre continuará con el programa actual e Irlanda parece capaz de salir de la asistencia durante 2014.
Para todos estos países periféricos, sería fundamental la calma en los mercados, para lo que es vital el apoyo del BCE. Y ahí, Europa también está pendiente de Alemania, ya que el Tribunal Constitucional de ese país debe pronunciarse sobre varios de sus programas, como el de compra de deuda que ayudó a frenar el pánico en septiembre de 2012.
La alianza con el SPD puede suavizar la posición europea
En todos esos procesos abiertos, el papel que elija jugar Merkel estará marcado por el compañero de viaje que pueda conseguir. Desaparecido del arco parlamentario su anterior aliado -el liberal FDP, contrario a las políticas de ayuda a los países con problemas-, la alianza que parece más probable con los socialdemócratas del SPD –con los que compartió gobierno en su primera legislatura, entre 2005 y 2009- adelantaría una política alemana más amable con los socios europeos.
El SPD se ha mostrado favorable a estudiar la creación de los llamados eurobonos, una forma de puesta en común de la deuda de los países de la zona euro, algo a lo que se ha opuesto la política conservadora hasta ahora. El líder del partido, Peer Steinbrück –que fue ministro de Hacienda en el primer gabinete de Merkel-, también ha criticado con dureza la excesiva austeridad impuesta desde Berlín al resto de los países del euro.
Pero la negociación entre ambos partidos se adivina muy difícil, ya que los socialdemócratas no quieren volver a pagar el pato de ese matrimonio de conveniencia, tal y como les pasó entonces.
Además, el sorprendente resultado del partido anti-euro (el AfD, por sus siglas en alemán) es una sombra sobre la espalda de Merkel. La mayoría de los votantes de la formación euroescéptica procede del FDP, lo que puede convertirlo en su heredero político. Ese hecho puede condicionar la actitud de la líder democristiana respecto a Europa, en un intento de evitar la fuga de sus seguidores más críticos con el proyecto europeo. No hay que olvidar que la próxima primavera hay elecciones europeas y los comicios regionales se sucederán en Alemania durante toda la legislatura.
Un mercado laboral más justo, uno de los retos internos
Con ese panorama, los retos económicos internos tampoco presentan una solución rápida. Alemania es la mayor potencia europea gracias a su enorme fuerza exportadora, pero eso mismo puede ser su talón de Aquiles debido a su dependencia de unos mercados exteriores cuya recuperación está aún en entredicho.
El mercado de trabajo alemán se presenta como un modelo para el resto de los europeos, ya que su nivel de paro se mantiene por debajo del 6%. Sin embargo, ese resultado se ha logrado a costa de aumentar los empleos a tiempo parcial y los denominados mini-jobs, lo que ha conllevado el empobrecimiento de una parte de la población alemana y el aumento de las desigualdades sociales.
En ese plano laboral, el SPD ha abogado en la campaña por la creación por ley de un salario mínimo, un instrumento admitido por Merkel, quien prefiere dejar su definición a los agentes sociales y a la negociación por sectores y regiones.
Otros desafíos pendientes para el gigante alemán son la redefinición de su política de cohesión regional -recurrida ante el Constitucional por algunos de los länder más ricos, que destinan parte de su excedente financiero a ayudar a las regiones más pobres-, la renovación de unas grandes infraestructuras muy deterioradas y la nueva política energética, condicionada por la moratoria nuclear y la intención de retirar subvenciones a las energías verdes.