La inquietante 'Conquista de México' de Wolfgang Rihm, en el Teatro Real
- Obra teatral musical con textos de Antonin Artaud y Octavio Paz
- Escenifica la oposición entre la cultura evangelizadora y la precolombina
- La orquesta se distribuye por todo el espacio teatral ocupando los palcos
- Desde este miércoles y hasta el 19 de octubre
Este miércoles llega al Teatro Real una nueva producción de una de las más perturbadoras obras de teatro musical de finales del siglo XX: La conquista de México, de Wolfgang Rihm (1952), con libreto del compositor, basado en el poema Raíz del Hombre de Octavio Paz (1914-1998) y en tres poemas anónimos indígenas titulados Cantares mexicanos.
Y basado sobre todo en textos de Antonin Artaud (1896-1940), considerado por muchos padre del teatro moderno, y por todos inventor del teatro de la crueldad que propugna destruir los valores culturales artificiales impuestos por siglos de dogmatismo racionalista, y volver al ritual primitivo para reflejar la verdadera realidad del alma humana. Unas ideas que pesan especialmente en el actual montaje.
El encuentro entre el conquistador español Hernán Cortés y el caudillo indio Montezuma, que encarna la confrontación entre la civilización cristiana evangelizadora y la precolombina pagana, representa, para el visionario autor francés Antonin Artaud, la imposibilidad de entendimiento entre dos culturas que se desconocen, se temen, se atraen y se destruyen mutuamente.
Partiendo de su obra La Conquête du Mexique, Wolfgang Rihm compone, entre 1987 y 1991, Die Eroberung von Mexico (La conquista de México), apropiándose de la concepción dramatúrgica de Artaud, para quien el teatro debería impulsar la emergencia de las fuerzas ocultas del subconsciente y expresarse de forma corporal, sensorial y ritual, recuperando el efecto mágico y catártico de sus orígenes, trascendiendo el contenido semántico del texto.
'Sónido móvil'
Rihm materializa esa incomprensión primigenia entre los dos líderes dando a Montezuma una voz femenina (soprano), apoyada, por otras dos voces también femeninas (soprano y mezzosoprano), secundadas por la de los indígenas, interpretados por un coro de mujeres.
A este universo femenino se opone el masculino, con el coro de hombres representando a los colonizadores españoles y un barítono encarnando a Hernán Cortés (Cortez, en la partitura) cuya interpretación es reforzada por dos recitadores con sus voces amplificadas.
Para lograr este universo mágico y envolvente en el cual la música es un personaje más, Rihm divide la orquesta en cinco grupos: dos emplazados en diferentes alturas del foso, uno en el palco real y los dos restantes en palcos laterales a ambos lados de la sala.
El resultado, explica el director musical, el argentino Alejó Pérez, a TVE es una especie de "sonido móvil, sonido en 3D".
La parte coral, de extrema importancia en la obra, se escucha, grabada, desde varios puntos del auditorio, sin la presencia física del coro, lo que confiere a las voces un carácter sobrenatural.
Escenografía alegórica
Pierre Audi, prestigioso director de escena franco-libanés y director artístico de la De Nederlandse Opera de Ámsterdam desde 1988, ha creado una propuesta escénica que expresa el dramatismo visceral, sobrecogedor y poético de la ópera, privilegiando el lenguaje del teatro físico de Artaud, en el que emerge la violencia, la fascinación y la desconfianza que desencadena el encuentro entre dos culturas, que se cierran al entendimiento mutuo.
Esta permanente emergencia de las fuerzas del subconsciente se propicia en la escenografía abstracta y alegórica de Alexander Polzin, que representa la confrontación de las civilizaciones a través del uso de diferentes materiales. Este artista plástico alemán diseñó el decorado de La página en blanco, de Pilar Jurado, y será el responsable de la escenografía de la nueva producción de Lohengrin el próximo mes de abril.
Wojciech Dziedzic —figurinista de Boris Godunov en la pasada temporada— ha creado un vistoso diseño de vestuario, que refuerza la visualización del enfrentamiento destructivo entre la violencia ritual de los indígenas y la de los conquistadores españoles, enmascarada bajo el ideario expansionista.
La negrura de lo español
Los españoles visten únicamente de negro, portan tablas de metal a modo de escudo, mientras que el colorido lo lucen los americanos; Montezuma, con ropajes dorados en el montaje, era de hecho, "el dios que irradia luz". En un momento dado, despojan a Montezuma de su tocado dorado y colocan ante ella un escudo que lleva grabada la cara y las manos de Cristo, mientras "la tierra se estremece".
Al final de la obra, con Cortez (Cortés) y Montezuma, unidos en abrazo incomprensible aparentemente, el texto (que no es extenso, hay más canto, a veces gutural, que palabras), nos contará que "hasta el agua se ha vuelto amarga" y que en ese nuevo mundo, sólo queda tristeza pero también "los cantos y las flores".
Montezuma es mujer
Se alternan en la interpretación de Montezuma las sopranos Nadja Michael (Les contes d’Hoffmann, Poppea e Nerone y Wozzeck) y Ausrine Stundyte, y en la de Cortés los barítonos Georg Nigl (Il prigioniero) y Holger Falk, ambos reconocidos intérpretes de las obras de Rihm. La prestigiosa bailarina japonesaRyoko Aoki actúa como traductora e intermediaria entre los dos protagonistas que nunca llegarán a comprenderse.
En manos del director argentino Alejo Pérez está la compleja dirección de esta obra, en que toda la intervención del Coro Titular del Teatro Real sonará a través de altavoces (grabada el pasado mes de abril), intercalando y simultaneando su emergencia con la voz de los solistas y la actuación de la Orquesta Titular del Teatro Real, en esta ocasión con 47 músicos dispuestos en la sala y el en foso, para intentar lograr la atmósfera ontológica que busca la obra de Rihm.