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La salud del 'Kirchnerismo' depende de Cristina

  • Máximo secretismo en torno a la salud de Cristina y su familia
  • El 'Kirchnerismo' depende de ella, de ahí el "celo en cuidarla"
  • La presidenta argentina se recupera "bien" de su última intervención

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La presidenta Cristina Fernández se encuentra con "buen ánimo", según el último parte médico

Ella es popular y es única. Sus gestos medidos, sus palabras sentidas, su imagen extremadamente cuidada y fortaleza impostada la han hecho imprescindible para esa gran parte de la sociedad argentina que cree fervientemente en ella.

Existe el “Cristinismo”, pero sobre su persona se asienta el “Kirchnerismo”, más consolidado. Y, sin ella, hoy por hoy el relato oficialista se tambalearía, dejaría de existir. De ahí, el hermetismo sobre su salud. Ahora como siempre. Es “el celo de cuidarla”, ha dicho el diputado Fernando “Chino” Navarro, amigo y colaborador.

Aún así, el fin de semana, de repente, pudimos saber que sufría mareos y arritmias que nada tenían que ver con sus habituales bajadas de tensión. Que, hace dos meses, había sufrido un golpe “leve” en la cabeza que le había provocado un hematoma craneal. Que necesitaba abandonar la agenda durante un mes, aún habiendo unas legislativas claves y muy reñidas a la vuelta de la esquina. También, que de pronto apareció un sospechoso hormigueo en el brazo izquierdo. Y que había que intervenir para drenar el coágulo. Una operación… urgente.

Este martes toda Argentina estaba pendiente de su estado. La última foto de ella, obtenida por el fotógrafo Pablo Molina, había alarmado a allegados y no tan amigos: llegando al hospital en la parte delantera del vehículo oficial, envuelta en un luto especialmente oscuro, pertrechada bajo gafas de sol… Desmaquillada, desmejorada y contenida. Puede que de dolor. En una palabra, enferma.

Una intervención sin complicaciones

La operación duró sólo hora y media y, enseguida, el portavoz de la Casa Rosada salió de la clínica privada de Buenos Aires para decir que la intervención “no tuvo complicaciones”, que Cristina Fernández evolucionaba “favorablemente”, que se encontraba “bien, de muy buen ánimo” y que, de hecho, ya había podido agradecer a los médicos su trabajo y a los fervorosos incondiciones que rezan fuera, algo así como su amor eterno.

Alfredo Scoccimarro, el “vocero”, tiene peligro. Lo tuvo en enero del 2012, cuando del mismo modo, de pie ante el centro hospitalario de turno, escenificaba sus comunicados. En aquella ocasión, la presidenta había sido ingresada para ser tratada –así lo había anunciado dicho portavoz en público- de “la existencia de un carcinoma papilar en el lóbulo derecho de su glándula tiroides”.

“Se constató la inexistencia de metástasis”, aclararía, pero para entonces, segundos después, ya todo el mundo estaría hablando de cáncer. Oficialmente había sido un “falso positivo”y, finalmente, todo quedó en una operación de tiroides.

El momento le sirvió al entonces presidente venezolano, Hugo Chávez, para denunciar una supuesta trama urdida desde el corazón del imperialismo para acabar con presidentes como ella, como él mismo, como Fernando Lugo de Paraguay o, sin ir más lejos, como el brasileño “Lula” da Silva.

Los Kirchner y los hospitales

Cristina Fernández de Kirchner, de vez en cuando, da algún que otro susto. Por sus lipotimias. No pudo, de hecho, viajar el año pasado a la Cumbre Iberoamericana de Cádiz post-expropiación YPF… aunque su delicado estado de salud sí que le permitiría posteriormente realizar una extensa e intensa gira por Asia.

Por otro lado, suele sufrir otro tipo de ataques en forma de silencios. Cuando ocurre una gran tragedia en su país, por ejemplo. Lo suyos dicen que porque sufre. Los otros, que por no dar la cara. Cuando sucedió la tragedia ferroviaria de la estación bonaerense de Once –en la que murieron más de 50 personas- tardó 5 días en mostrarse ante los focos y tampoco tuvo demasiadas palabras para las víctimas y sus familias.

Algunos medios argentinos han recordado en las últimas horas la larga lista de ingresos hospitalarios no solo de la presidenta, sino también de su marido, el fallecido ex presidente Néstor Kirchner.

Su historial médico, muy a su pesar, fue extenso. Por problemas digestivos y cardíacos. Era conocido que, en ese sentido, se cuidaba poco y, así, el 2010, el año de su muerte, ya no comenzó nada bien para él. El público a veces se enteraba de sus dolencias, otras no. También parecía ser un secreto de Estado. Semanas antes de su fallecimiento, las visitas al médico fueron continuas. El 27 de octubre, un paro cardiorespiratorio acabaría con él.

Máximo, el primogénito de la pareja presidencial, también ha dado mucho que hablar por alguna que otra hospitalización. Hace poco más de un año, tuvo que ser operado de una artritis séptica en una rodilla. Muchos criticaron que se hubiera utilizado el “Tango 01”, el avión presidencial, para trasladarle desde el sur de Argentina a Buenos Aires. Muchos, en voz baja, apuntaron hacia otro tipo de dolencias relacionadas, al parecer, con alguna clase de adicción que jamás ha pasado de ser eso, un rumor.

En resumen, que la salud del Kirchnerismo siempre ha sido delicada, pero nunca descuidada. Por quienes forman el clan y por quienes dependen del mismo. Nuevos partes médicos darán cuenta de la recuperación de la presidenta. Solo cuando reaparezca en público, en unas semanas, en un mes o cuando sea, tendremos su versión. Que sea la real ya es otra historia. Porque siempre hay mucho en juego.

* José Carlos Gallardo fue corresponsal de TVE en Argentina desde enero de 2012 hasta abril de 2013. Actualmente trabaja en Madrid como editor adjunto de la segunda edición del Telediario.