Villanueva de los Infantes: cierre temporal de la iglesia donde reposan los restos de Quevedo
- La iglesia de San Andrés abrirá en primavera tras reparar las cubiertas
- De Quevedo sólo se conservan diez huesos
- En Villanueva hay dos tumbas de Quevedo, la oficial y la apócrifa
Velázquez, Lope, Cervantes y hasta Calderón ganaron justa fama y alcanzaron la eternidad por sus obras, pero pagando un alto precio.
Sus despojos no tendrían reposo ni una tumba conocida. Quevedo no escapó a esta regla, aunque con un terrible añadido.
Su espíritu sigue vagando entre nosotros, recordando que se incumplió su deseo de ser enterrado en Madrid y que esta deuda sigue pendiente.
Viva imagen de la muerte
Al llegar Quevedo a Villanueva de los Infantes en enero de 1645 era ya un cadáver viviente.
Era un hombre sesentón y achacoso.Los cuatro años pasados en la reclusión de la prisión-convento de San Marcos, en León, habían mermado su salud.
Un cáncer de pulmón, provocado por su adicción al tabaco, y una disentería acabaron por darle la puntilla, muriendo en una celda del convento dominico de Villanueva de los Infantes el día 8 de septiembre de 1645. Así se describió Quevedo aquellos últimos momentos.
Ya formidable y espantoso suena / dentro del corazón el postrer día; / y la última hora, negra y fría,/ se acerca, de temor y sombras llena.
Su última voluntad, la de ser enterrado en Madrid junto con su hermana, no se cumplió. Nadie quería acoger en Villanueva los restos de Quevedo, hombre polémico y enemistado con el poder, que había sufrido cárcel y destierros.
Y así se quedaron los últimos restos de Quevedo en la Iglesia de San Andrés, que pertenecía a la orden de Santiago.
Las espuelas de oro
Quevedo fue enterrado como pobre, con el hábito blanco de Santiago, del que era caballero, y un único adorno, unas espuelas de oro, con las que trababa de simular su notable cojera congénita.
La leyenda asegura que aquellas espuelas desaparecieron tras su muerte. En el robo intervino un caballero, que quiso hacer alarde de su arte ante los toros con aquellas espuelas. Su atrevimiento le costó la vida. Un toro le corneó. En su último estertor sólo pudo decir como un lamento: “Las es-pue-las”. “Las –es- pue-las”.
Es una leyenda sin duda, que inspiró a Casona su última obra teatral. Más se ajusta a la verdad fue su misoginia que no le impedía rendir de vez en cuando requiebro a la mujer española.
…Que las mujeres solas/ que nacen en las tierras españolas/ quiero que pisen mis cenizas canas,/ pues no me oprimen, porque son livianas
Primera exhumación
Los despojos de Quevedo permanecieron en la bóveda de la capilla de los Bustos hasta el año 1796. En ese año dejó de ser panteón familiar, pasando dicha capilla al cabildo eclesiástico, que tuvo a bien ordenarla en la forma más acomodada al entierro de sus individuos.
Se realizó una primera exhumación. El sepulturero encontró un ataúd con esqueleto completo, el de Quevedo, que quedó disuelto a los primeros toques. Decidió mezclarlos con los de otros difuntos para trasladarlos a un osario común en una cripta de la Iglesia. Se cumplió la profecía del propio Quevedo.
Busca buena muerte, me importa/ Lícito es desear buena sepultura / contingente es alcanzarla, y de ningún modo inconveniente no tenella/ pues ha de venir el tiempo en que no la tenga.
La francesada
Los franceses tomaron Villanueva durante la Guerra de la Independencia. Fue en el año 1811.
La iglesia fue asaltada y profanadas sus tumbas, buscando la soldadesca entre los muertos lo que no encontraban por fuerza entre los vivos.
Se convirtió así en un cuartel. La cripta quedó cegada y cayó en el olvido su acceso. Los restos, entre otros los de Quevedo, quedaron definitivamente perdidos.
El Panteón de Hombres Ilustres
La vida tranquila en Villanueva de los Infantes siguió su apacible curso hasta el año de la Revolución que destronó a Isabel II.
A Villanueva llegó el día 2 de junio de 1869 un oficio del ministerio de Fomento anunciando la inauguración en la iglesia de San Francisco el Grande, en Madrid, de un Panteón Nacional, “templo de la inmortalidad destinado a reunir los restos de los grandes hombres de España”.
Tras este preámbulo se conminaba al consistorio a hacer las averiguaciones pertinentes sobre el paradero de las cenizas (sic) de Quevedo, y de hallarlas, se ordenaba traerlas a Madrid, y acompañarlas con una comisión competente y autorizada.
Empieza la mascarada
Se armó el consabido revuelo. El alcalde, que se llamaba Bustos, no quiso quedar mal con la autoridad y menos contrariar al ministro. Pidió antecedentes. Y se personó ante la capilla de los Bustos, último paradero conocido de los despojos de Quevedo.
Allí, en su cripta,encontraron nueve nichos ocupados: ocho pertenecientes a clérigos, y uno, con indicios de vestiduras de seglar, que se atribuyeron sin más a Quevedo. Y erraron cómo el gran autor del Barroco llegó a señalar en vida:
El que acertar con cordura/quisiere quién soy, al cabo ha de dar una en el clavo /y ciento en la herradura
Más carnaval
Esta primera exhumación se realizó los días 2 y 3 de junio de 1869. El tiempo apremiaba, pues se pensaba inaugurar el Panteón en el mes de junio para que coincidiera con la promulgación de la Constitución.
El día 12 Villanueva de los Infantes despidió con toda solemnidad los restos atribuidos a Quevedo con una gran procesión cívica, una mascarada que siguió en Madrid con la inauguración del Panteón el día 20 de junio, anunciado con cien cañonazos, que sobresaltaron más a los vivos que a los muertos. La comitiva, con las carrozas cargadas de ilustres osamentas, llegó a tener hasta cinco kilómetros.
Aquel régimen revolucinario desapareció sin poder ver terminado este Panteón, aunque sí pudo acabar con la iglesia más antigua de Madrid, Nuestra Señora de la Almudena. Nada en cambia en España, y ya lo dijo Quevedo.
Toda España está un tris/ y a pique de dar un tras; ya monta a caballo más/ que monta a maravedís./Todo es flamenco país/ y todo cuarteles es,/ al derecho y al revés/ su paz alterado han/ el rebelde catalán/ y el tirano portugués.
Vuelven los restos apócrifos
Los supuestos restos de Quevedo fueron devueltos a Villanueva de los Infantes en 1883 con una nota aclaratoria, en la que se dudaba de su autenticidad, pues pertenecía a una mujer joven, con una dentadura completa, cuando Quevedo estaba desdentado cuando murió,” saqueada por los años la boca”. Se acababa así la farsa.
La caja con aquellos despojos quedaron abandonados en el archivo municipal, entre legajos y Gazetas, “ajuares del infierno” al decir de Quevedo. Así pasaron los años hasta que volvieron a aparecer cual Guadiana en el año 1920.
Portada en el ABC
En los felices veinte un alcalde se topó con el acta de la primera exhumación de 1869. Y buscó y rebuscó en el archivo hasta que halló la caja con los supuestos restos del ilustre escritor.
Queriéndose apuntar un tanto, notificó al gobierno de turno el hallazgo y pidió órdenes. Y al no recibirlas organizó el día 14 de junio de 1920 un funeral solemne y un panegírico, con procesión, actos que merecieron una portada del ABC.
Los restos no fueron trasladados a la iglesia parroquial de San Andrés, sino una ermita del Cristo de Jamila, en el que fue cementerio de Villanueva de los Infantes. Hoy es el parque de la constitución. La ermita sigue en pie, con una placa en la que se asegura que contiene los restos apócrifos de Quevedo. Sigue siendo un misterio lo que contiene la tumba.
Se resuelve el nudo gordiano
En el año 1955 un antiguo legajo puso sobre la pista sobre una antigua cripta, situada debajo de una de los torres de la Iglesia de San Andrés. En 1995 se realizaron las obras de restauración. En su interior se halló el antiguo osario, donde reposaban olvidados los restos de Quevedo.
Se encontraron 166 restos humanos, todos ellos mezclados, esqueletos de animales y un gran número escombros y tierra. Un inmenso puzzle.
El ayuntamiento acudió esta vez a la ciencia. La Escuela de Medicina Legal de Universidad Complutense realizó en 2006 un exhaustivo estudió que permitió atribuir diez huesos a Quevedo: dos fémures, húmero derecho, clavícula derecha y seis vértebras. La clave fue la cojera congénita que siempre padeció el escritor.
El mal fario
En el mes de mayo de este mismo año se realizó el último funeral, con la solemnidad debida. Se depositaron los huesos de Quevedo en la cripta descubierta en los años cincuenta, dando el descanso merecido a los restos de Quevedo, después de tanto sobresalto.
Pero no fue así. Al poco unas molduras cayeron desde lo más de la Iglesia de San Andrés, estrellándose contra el suelo. Una feligresa se salvó de milagro.
Se acordó con buen criterio cerrar de formar temporal la iglesia y realizar unas obras urgentes, que costeará el ayuntamiento y la comarca de Montiel, para resolver las humedades que estaban afectando a las cubiertas. Este era, por el momento, el único misterio hallado.
Polvo… enamorado
Se espera que con la primavera se pueda abrir de nuevo la iglesia, después de una inversión estimada en 200.000 euros. Así podrá recibir Quevedo sus primeras visitas. No sabemos si volverá a manifestarse su espíritu. Por si acaso recen por él y reciten aquellos célebres versos suyos.
Su cuerpo dejará, no su cuidado;Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán, mas polvo enamorado