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La otra sequía del Nilo

  • Egipto afronta su peor crisis turística por la percepción de inseguridad
  • En ciudades como Asuán el paro es del 80% y solo opera el 2% de los cruceros

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El templo de Karnak sin apenas visitantes
El templo de Karnak sin apenas visitantes

Hace milenios los faraones calculaban los impuestos con la ayuda de un nilómetro. Se conservan bastantes a lo largo del país, tienen forma de estanque o pozo y su cometido era medir la capa freática del río para pronosticar cosechas y fijar los tributos en consecuencia. En la actualidad Egipto cuenta con otro Nilo tanto o más importante que el de agua: el caudal de turistas que llega al país para aportar un porcentaje muy relevante de su riqueza nacional (el 11% del PIB, más de 8.000 millones de euros anuales).

El nilómetro del turismo está tan bajo que ya sobresalen las hierbas del fondo y lo peor es que no se espera crecida a corto plazo. Sin dar cifras concretas y de manera extraoficial las autoridades estiman la caída del turismo en torno al 40% desde el inicio, este pasado verano, de la segunda fase de la revolución egipcia.

“Asuán segura”

Los trabajadores del sector como el guía de Asuán Ahmed Salah son más crudos al reconocer que casi el 90% de sus compañeros están en paro en la ciudad. Por eso el gobierno local ha puesto en marcha una iniciativa festiva con danzas tradicionales nubias, música en directo y pancartas que proclaman sin mucha poesía y en varias lenguas que “Asuán es segura”.

Un mensaje que su gobernador, el general Mustafa Yosri El Siyad, ha hecho extensivo a todo Egipto en declaraciones a RTVE. Conductores, guías, restauradores, tripulaciones de barcos, trabajadores de hoteles y agencias de viajes sufren las consecuencias de esta espantada sin parangón en la historia reciente del país. Para Ahmed Salah “el conflicto político está afectando más que el atentado terrorista que tuvimos en Asuán en 1997”. Después de aquel episodio la afluencia normal de turistas “volvió en unos meses, pero la situación actual está afectando muchísimo”.

En la misma línea el arqueólogo Mohamed Sharkawy apunta que tras la revolución de 2011 contra Hosni Mubarak la bajada de la actividad turística en torno a los monumentos egipcios fue leve, pero desde el inicio de los enfrentamientos subsiguientes al derrocamiento del presidente Mohamed Morsi el descenso ha sido muy grande: “la gente tiene miedo de venir a Egipto aunque aquí hay mucha seguridad”.

Sharkawy, natural de Luxor, reconoce que en las calles de su ciudad se respira mucha tristeza porque “la gente tiene costumbre de convivir con muchos turistas y ahora su llegada ha bajado muchísimo, las tiendas están cerradas y mucha gente ha perdido su empleo”.

Su paisano Mahmoud Mohamed es uno de los afortunados que conservan su puesto; él es chef en un restaurante que ha despedido a la mitad de su plantilla en los últimos meses. “Como ya no hay muchos clientes ahora solo trabajamos 10 u 11 donde antes éramos 21”, explica el cocinero.

Monumentos vacíos

Caminar por los lugares de interés turístico de Egipto depara a los pocos visitantes que se aventuran en estas fechas una experiencia inédita: entradas sin colas, fotografías despejadas de intrusos, silencio y soledad para saborear el viaje en el tiempo de 5.000 años que reserva el país. Habrá quien diga que no hay mal que por bien no venga.

El Museo Egipcio de El Cairo lleva meses prácticamente vacío. En su interior hay más personal de seguridad y limpieza que turistas, quizás desanimados por el blindaje militar del estratégico lugar donde se ubica: la plaza Tahrir, epicentro de las protestas y punto de atención mediática mundial. En la meseta de Guiza sobrecoge tanto la magnificencia de las pirámides como la soledad que las envuelve.

El taquillero que recibe a los visitantes en el templo de Amón en Karnak junto al omnipresente arco de metales explica que un día únicamente accedieron al complejo 10 visitantes, posiblemente una milésima parte de la afluencia habitual a ese inmenso recinto religioso cuajado de construcciones milenarias, estatuas, obeliscos y jeroglíficos.

En el exterior de los monumentos, alguna que otra tanqueta y soldados armados con sus uniformes color arena recuerdan que en Egipto permanece activo el estado de emergencia (formalmente hasta el 14 de noviembre).

El Nilo sin cruceros

Del mismo modo que los faraones se fijaban en el Nilo para pronosticar cómo iba a ir la cosecha, los egipcios de hoy miran a su río para medir la salud de la economía, solo hay que contar: la práctica totalidad de los hoteles flotantes que navegan entre Luxor y Asuán están amarrados a las orillas como fantasmas, apagados, amontonados y sin más ocupantes que los guardas que los vigilan día y noche esperando tiempos mejores.

“Antes de la revolución había mucho trabajo y muchos barcos”, nos cuenta Nadi Fawzy, capitán del crucero Miss Esadora II. De los 300 barcos que hay “solo están navegando seis”, se lamenta. Dice comprender la reacción de temor de los potenciales visitantes de Egipto: “Como en cualquier revolución del mundo, lo que sigue es un período de inestabilidad. La gente tiene miedo a venir y eso es normal. Pero nosotros somos muy optimistas” –afirma– “porque la situación va a cambiar para mejor”.