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Italia despide a los muertos del naufragio de Lampedusa con un funeral sin féretros ni familias

  • La ceremonia, marcada por las críticas, se ha celebrado en Lampedusa
  • El alcalde de Agrigento califica el acto como una "farsa de Estado"
  • No ha estado el primer ministro Letta, pero sí autoridades de Eritrea

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Italia despide a los muertos del naufragio de Lampedusa con un funeral sin féretros ni familias

Un funeral de Estado sí, pero de segunda clase.  Así se podría calificar la ceremonia con la que el Gobierno italiano ha despedido a las 366 víctimas mortales del naufragio del  barco de inmigrantes ocurrido el pasado día 3 en la isla italiana de  Lampedusa.

Dos semanas y media después de la tragedia, el funeral de Estado con el que una Italia avergonzada pretendía honrar a los muertos no ha hecho más que recibir críticas. En la ceremonia, que ha empezado con 40 minutos de retraso no había  féretros, pues casi la totalidad de cadáveres recuperados del mar han sido ya sepultados, ni familiares, ni ha asistido el primer ministro Enrico Letta.

Sí han estado presentes en el acto, retransmitido en directo por televisión y que ha durado una hora, el viceprimer ministro, Angelino Alfano, y por los titulares de Defensa e Integración, Mario Mauro y Cécile Kyenge. Junto a ellos, otros representantes de las administraciones italianas y embajadores de algunos de los Estados de origen de los fallecidos, procedentes del Cuerno de África y quienes murieron tras declararse un incendio y volcar el barco en el que habían zarpado desde las costas de Libia.

Además de representantes de la Iglesia Católica, también estuvo presente el imán Yahya Sergio Yahe Pallavicini, quien ha definido el acto como una "ocasión de verdadera hermandad", más allá de las polémicas, y en el que los creyentes deben dar "ejemplo de civismo y hacer prevalecer un ejemplo de paz y diálogo serio".

"Una farsa de Estado"

A la ceremonia, en la que se leyeron pasajes de la Biblia y del Corán, no ha acudido sin embargo una de las más críticas con el acto, la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, quien ha viajado este lunes a Roma para reunirse con el presidente de la República, Giorgio Napolitano, a quien quiere proponer que el 3 de octubre se convierta en el Día de la Memoria de todos los inmigrantes fallecidos en el Mediterráneo.

"¿Por qué los funerales no se han celebrado en Lampedusa? Tenéis que  preguntárselo a alguna otra persona. A nosotros no nos han hecho  partícipes. La verdad es que la decisión del funeral de Estado naufragó  en el momento mismo en el que se anunció: nunca ha habido señales  concretas", ha lamentado Nicolini a ante los periodistas.

Por su parte, el alcalde de Agrigento, Marco Zambuto, ha vuelto a definir la ceremonia como una "farsa de Estado",  donde la presencia  de representantes de las autoridades de Eritrea, de las que huían  algunos fallecidos, supone una "puñalada a los muertos".

El regidor de la localidad siciliana, que ha acogido en su cementerio  a más de 90 cadáveres del naufragio, ha decidido, sin embargo, acudir a la  ceremonia para representar a la comunidad de Agrigento, según ha explicado a  la cadena de televisión pública Rai.

Los supervivientes no se pueden despedir

El hecho de que no todos los 155 supervivientes pudieran viajar hasta  Sicilia para participar en la ceremonia, en la que también se recuerdan  a la treintena de muertos del naufragio del día 11 en aguas maltesas,  ha generado malestar entre los indocumentados, que protestaron con una sentada ante el centro  de acogida de Lampedusa para reclamar su derecho a asistir a los funerales. Ha sido en vano.

La ausencia de algunos de los supervivientes, que por su parte  lanzaron flores al mar en Lampedusa en recuerdo, ha generado también  protestas en el propio puerto de Agrigento, donde se vieron carteles con  el lema "¿Dónde están los supervivientes?" o "Sangre 'nostrum' y  víctimas de vuestras leyes".

Decenas de eritreos procedentes de otros puntos de Italia y, también  de Europa, han viajado este lunes hasta Agrigento para participar en la ceremonia,  con carteles en algunos casos que rechazaban la presencia de  autoridades de su país en el acto, como una "ofensa" hacia los difuntos.