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España declara la guerra a la avispa asiática

  • Se trata de una especie invasora que se alimenta de las abejas domésticas
  • En tres años ha colonizado la cornisa cantábrica, la costa gallega y Cataluña
  • No tiene predadores naturales y no hay métodos de captura selectiva eficientes
  • El Congreso insta a elaborar una estrategia nacional para combatirla

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La avispa asiática 'devora-abejas' llega a Cantabria

La apicultura en España

- España tiene la primera cabaña apícola de Europa, con 2.553.270 colmenas en 2012, cerca de un 17% de las existentes en la UE.

- En la actualidad, la UE cuenta con 500.000 apicultores y 14 millones de colmenas. Los profesionales (con 150 colmenas o más) representan solo el 5% y concentran el 40% de las colmenas.

- En España hay 24.230 explotaciones censadas, de las cuales el 73,6% (17.857) no son profesionales.

- De una colmena se obtiene miel, cera, pólenes, propóleos, jalea real y componentes para industrias como la cosmética o la sanitaria.

- España es el 12º productor de miel del mundo. El primer productor mundial es China, con 367.000 toneladas, seguida de Turquía y Argentina, ambas con 81.000.

- En el año 2011, España exportó 18.448 toneladas de miel (56.905.000 euros) e importó 17.961 (31.313.000 euros). En términos de producción ganadera, el sector apícola representó ese año el 0,44 % de la producción ganadera y el 0,17% de la producción agrícola.

El último problema al que se enfrenta la apicultura en España viene de Asia. Las colmenas españolas, sobre todo las del norte, se están viendo amenazadas por la invasión de una especie exótica, la avispa asiática, que se ha instalado en España y que se alimenta hasta en un 80% de abejas melíferas, por lo que también se la conoce como avispa asesina.

Ante la magnitud y extensión de sus daños, el Congreso de los Diputados ya la ha declarado enemigo público y ha aprobado una proposición no de ley en la que se insta al Gobierno a "desarrollar y poner en funcionamiento una estrategia nacional de lucha" contra esta avispa, que agrava los males que sufre un sector de una gran importancia relativa en nuestro país, primer productor europeo de miel.

La llegada de la avispa asiática (vespa velutina nigritorax), originaria del sureste asiático, es un efecto colateral de la globalización y de la mano del hombre. Llegó a Europa en 2005, a través de Francia. Ni siquiera se tiene claro su origen concreto, pero se cree que pudo llegar a Burdeos procedente de China, en un cargamento de madera sin desinfectar o entre unas cajas en las que se guardaba alfarería.

En España se detectó por primera vez en 2010 en Irún (Gipuzkoa) y, a una velocidad inusitadamente rápida, ha colonizado en tres años el País Vasco, Navarra, ha entrado en Castilla y León, Cantabria, Asturias, Galicia y Cataluña, y se ha visto en algunos lugares del norte de Portugal. Esta especie invasora afecta ya a una de cada cinco colmenas, según expertos consultados por RTVE.es.

Sin ir más lejos, esta semana se destruían en Xove (Lugo) dos avisperos, toda una ejecución pública en la plaza del pueblo en la que se inyectaba insecticida a dos grandes nidos descubiertos en lo alto de sendos árboles.

A día de hoy, su avance por la península parece imparable salvo por las barreras climáticas para un insecto oriundo de un clima húmedo subtropical. “Las proyecciones indican que se extenderá hasta la franja costera de Huelva y Cádiz, porque necesita humedad y lluvias frecuentes. Difícilmente llegaría a zonas de veranos secos y calurosos, a no ser que se adaptara”, afirma Mariano Higes, investigador en el Centro Apícola de Marchamalo, en Guadalajara.

Consumada caza-abejas, camuflada y sin predadores

La avispa asiática es todo un mal bicho. Puede llegar a unos llamativos cuatro centímetros en la reina, aunque las obreras están en torno a los tres centímetros. Aunque no supone un riesgo mayor para el hombre que el de la avispa autóctona europea (vespa crabro), sí que son muy agresivas y atacan en grupo si ven amenazados sus grandes nidos, donde puede haber hasta 2.000 ejemplares. La picadura de ocho o diez de estas avispas puede mandar a una persona al hospital.

Apenas unas pocas avispas intimidan a toda una colmena; un solo nido terminó con 20 colmenas en Lugo

Pero sobre todo se ganan su reputación por los estragos que causan a las abejas. Tan solo cinco de estas avispas son capaces de provocar una fuerte perturbación en un apiario pequeño y un número mayor ya hace recomendable trasladar las colmenas. De hecho, su sola presencia llega a intimidar a las abejas, que no se atreven a salir de la colmena y, al faltarles el alimento, se debilitan, enferman y mueren.

"Cazan a las abejas cuando intentan entrar en la colmena. Se colocan en posición de espera delante de la entrada y cuando eligen una presa se lanzan a por ella al vuelo. Le cortan la cabeza y el abdomen y se llevan el tórax, donde está la parte muscular, con más proteínas, y con eso alimenta a las larvas", explica Alberto Gómez Pajuelo, consultor apícola. En Xove, un solo nido de avispas terminó con 20 colmenas.

Marcos Negrete es apicultor en Soba (Cantabria) y forma parte de la red de vigilancia puesta en marcha desde el mes de mayo para detectar los nidos de estas avispas. Aunque, como explica a RTVE.es, es difícil de encontrar: "Anidan en chopos, fresnos, acacias, árboles de hoja caduca, a la orilla de los ríos". Forman sus avisperos en árboles altos y frondosos, lo que dificulta su localización hasta el otoño, precisamente cuando ya empiezan a debilitarse.

Las trampas caseras son la mejor arma a día de hoy, pero no son selectivas

Cuentan además con la ventaja de que no tienen depredadores naturales en España. "Las únicas aves que pueden atacar son carboneros, herrerillos o pájaros carpinteros, pero solo a las larvas y las pocas adultas que hay cuando el nido, moribundo, ya se está descomponiendo", cuenta Negrete. "El abejaruco sí que se alimenta de estos insectos. Si la avispa ocupa su territorio, es probable que este pájaro lo deprede".

Acechar nidos tampoco sirve más allá de obtener  información sobre el avance de este insecto. "La  destrucción de nidos no tiene efecto, porque se descubren cuando los  árboles ya han perdido el follaje y las avispas reinas se han ido a  hibernar a grietas", afirma Mariano Higes.

Así que hoy por hoy las trampas caseras que ponen los propios apicultores son la mejor arma, aunque también tienen un inconveniente. "El problema de las trampas es que no son selectivas, y también ejercen presión sobre una serie de insectos del entorno que pueden ser  beneficiosos, como moscas u otras avispas", señala Gómez Pajuelo.

'Guerra biológica': en busca de una feromona

“Es poner parches, porque lo que haría falta es una  investigación para encontrar feromonas, de forma que se pudiera utilizar  su olor para atraerlas a jaulas y exterminarlas”, cree Julián Urquiola, presidente de la Asociación de  Apicultores de Gipuzkoa. Lo demás es poco menos que lucha de guerrillas "si no se  empieza esta investigación, que llevamos pidiendo hace tres o cuatro  años".

La iniciativa parlamentaria aprobada en la Comisión de  Medio Ambiente ha recogido este guante y apuesta por la 'guerra biológica', es decir, priorizar la investigación para descubrir una  feromona efectiva que permita una captura dirigida y masiva.

La voluntad política de luchar contra esta amenaza para la apicultura se  topa de bruces con la escasez de recursos para la investigación.  “Para hallar una feromona hace falta invertir en ciencia, y los  recortes son de tal nivel que difícilmente se puede hacer”, demanda  Mariano Higes desde el Centro Apícola de Marchamalo, que ha visto como algunos proyectos pierden impulso por la falta de fondos.

La investigación sobre feromonas es cara y no tiene incentivos públicos ni privados

"Encontrar una feromona sería lo ideal, pero es una entelequia", considera por su parte el consultor Gómez Pajuelo. "Los trabajos sobre feromonas son caros y largos. Como  la apicultura es una ganadería menor, quizá no hay una capacidad  investigativa suficiente, y la industria privada puede no tener ganas de  emprender una aventura económica semejante”.

Hasta entonces, la estrategia de la lucha contra la avispa asiática pasa por coordinar entre las administraciones protocolos para la eliminación de nidos de  avispas, como el que tiene la Asociación de Apicultores de Guipuzkoa con la Diputación, en la provincia con más experiencia en la lucha contra este invasor. 

"Cuando algún particular avisa al número  de Emergencias 112 de la presencia de algún nido, este llama al  ayuntamiento. Se han dado cursillos y cada uno ha puesto un responsable  para que sepa como actuar en cada caso, distinguir si se trata de avispa  asiática, y actuar", explica Julián Urquiola. Son los bomberos los encargados finales de retirar los nidos de las avispas.

Los peores enemigos de la abeja son microscópicos

Con todo, la temida avispa asiática no es el mayor problema al que se enfrenta la apicultura en España. Tan solo es el último y, si acaso, el más mediático, como recuerdan desde el sector.

Los apicultores ven en ácaros y parásitos peligros mucho más letales para las abejas

Desde hace tiempo, ácaros como la varroa y parásitos como el nosema ceranae diezman mucho más gravemente las colmenas de todo el mundo, llegando a causar la mortandad del 30 o el 40% de las abejas.

El nosema ceranae, que también proviene de abejas o productos de abejas importados de Asia, lleva más de una década en España y es sospechoso del mal que despuebla las colmenas españolas cada año. De nuevo, el sector de la apicultura demanda más investigación y recursos para atender a estos enemigos microscópicos.

Porque, según recuerdan, la suerte de las abejas no afecta solo a la producción de miel o cera, sino que está ligada a la de la agricultura en su conjunto y tiene importantes repercusiones medioambientales.

“Los pequeños apicultores son una parte importantísima de la polinización de los cultivos en dos o tres kilómetros alrededor de su apiario y en el mantenimiento de la flora silvestre de su entorno, que es polinizada por insectos, sobre todo por las abejas", explica Alberto Gómez Pajuelo.

"Si desaparecen las abejas en una zona silvestre, hay una desertización del terreno y un cambio total en el ecosistema. Por ejemplo, el 70% de las plantas del Mediterráneo dependen de la polinización de insectos, y el 80% de estos de las abejas".