Carme Riera dedica su discurso de entrada en la RAE a Mallorca en la literatura de viajes
- Ha reflexionado sobre la imagen que dieron de la isla varios escritores
- Ingresa en la RAE en sustitución del fallecido filólogo Valentín García Yebra
- Lee el encuentro digital de 2012 con Carme Riera en RTVE.es
La escritora y filóloga Carme Riera, quien ha ingresado la tarde del jueves en la Real Academia Española, y que ocupará el sillón "n", vacante desde la muerte del filólogo Valentín García Yebra en diciembre de 2010, ha reflejado el amor que siente por Mallorca en su discurso de ingreso.
La autora ha reflexionado sobre la imagen que dieron de la isla los escritores que viajaron a ella entre 1837 y 1936, mucho antes de que el turismo masivo invadiera sus pueblos y costas.
Fue un discurso interesante y ameno para el que la novelista y filóloga se ha sumergido a fondo en la literatura de viajes relacionada con Mallorca y firmada por autores y artistas como Azorín, Rubén Darío, Unamuno, Borges, Juan Cortada, Georges Sand, el archiduque Luis Salvador de Habsburgo, Josep Pla, Rusiñol y Chopin, cuyas "Cartas desde Mallorca" también se citan.
Y fue un discurso curioso porque curiosa resulta a principios del siglo XXI la impresión que causaba Mallorca en aquellos tiempos tan remotos, cuando era una aventura llegar a "la isla de la calma", "la isla de oro", que carecía de infraestructuras hoteleras y cuya belleza paisajística estaba intacta.
"Sobre un lugar parecido a la felicidad"
La solemne ceremonia de ingreso ha estado presidida por la Princesa de Asturias y a ella han asistido también la familia de la nueva académica, la agente literaria Carmen Balcells, la viuda de Borges, María Kodama, el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, y el consejero de Cultura de la Generalitat de Cataluña, Ferran Mascarell.
Muy elegante, con un vestido largo de tonos burdeos y chaqueta a juego, Riera entró en el salón de actos de la RAE minutos después de las 19.00 horas, y enseguida empezó a leer su discurso, titulado "Sobre un lugar parecido a la felicidad", al principio con voz temblorosa y luego más firme y clara.
Y es que los escritores que llegaron a Mallorca a partir de 1837 (ese año comenzó a funcionar la primera línea regular de barco entre Barcelona y Palma) conocían los referentes del imaginario clásico sobre las islas y el mito de la Edad de Oro, ese que aludía a "la época en la que aún no habíamos sido expulsados del edén", un ámbito paradisíaco que se suele identificar con la isla.
Riera y la imagen de la isla en el mundo
Los libros y textos consultados por Riera "fueron fundamentales para la repercusión de la imagen de Mallorca en el mundo", y una de las personalidades más influyentes en este campo fue el archiduque Luis Salvador de Habsburgo, por cuyo "particular paraíso de Miramar" pasó hasta su prima Elizabeth, "la inadaptada" emperatriz de Austria.
La Sisí "del celuloide y los 'mass media'" se resistía a ir a Mallorca porque, si lo hacía, podía dejar de gustarle Corfú, "la mágica isla griega en la que se había hecho construir un palacio de mármol, cuyos jardines llegaban hasta el mar", contaba Riera.
Finalmente, Sisí fue en 1892 a Mallorca, a la finca de su primo, y volvió un año más tarde. Cuando se despidió del archiduque le dijo "algo tan exacto como románticamente desolado: 'Ha sido muy bonito, aunque muchas veces nuestros sueños son infinitamente más hermosos si no los realizamos'", citaba Riera.
Conocer la realidad de Mallorca y sus gentes fue importante para los escritores y artistas que llegaron a ella, pero también lo fue para los habitantes de la isla que "aprendieron a mirarse" en el espejo que constituían esos libros.
Castigar con el destierro
Y aunque Jovellanos estuvo desterrado en la isla entre 1801 y 1808, antes de la época analizada por Riera, la escritora lo cita porque en sus obras los mallorquines "descubrieron el valor de sus monumentos".
Castigar con el destierro en una isla ha sido práctica habitual a lo largo de la historia. Esa condena se la aplicaron a los senadores romanos que, "como algunos sinvergüenzas actuales, abusando de los poderes de sus cargos, hicieron de la estafa y el fraude una forma de vida", decía Carme Riera en una de las escasas alusiones a la actualidad que hubo en su discurso.
La mayoría de los que llegaban a Mallorca presuponían "un paisaje maravilloso, un clima templado", una tierra sumamente fértil y unos habitantes hospitalarios y longevos, y esa imagen es la que solían trasladar a sus escritos aunque no siempre fue así.
George Sand elogió los paisajes de Mallorca y consideraba Valldemosa uno de los lugares "más hermosos" que había visto, pero fue muy dura en sus comentarios sobre los isleños, a los que identificaba con "los monos" y los veía como avaros, ignorantes y brutos, especialmente los de las clases populares.
No era fácil llegar a Mallorca a mediados del XIX. Aquella primera línea regular tardaba dieciocho horas entre Barcelona y Palma y la mayoría de los pasajeros padecían "el mal del mar", es decir, mareos.
En el viaje de vuelta, las personas compartían espacio con cerdos mallorquines, muy apreciados en Cataluña y que, según decía Charles W. Wood, eran "grandes, gordos, gruñones, negros y horribles animales". "Gracias al cerdo he visitado Mallorca", ironizaba George Sand.
La supuesta apatía e indolencia de los mallorquines también fue reseñada por otros escritores, y algunos, como el francés Gaston Vuillier, relacionaban esa calma con el sistema alimenticio. Y es que, resume Riera, "tras comer cuatro o cinco docenas de ensaimadas el forastero recién llegado comienza a estar a tono con la isla, esto es, a aceptar la lentitud y la calma".
Homenajes a Mallorca de Azorín, Unamuno y Borges
Tras ilustrar cada aspecto del discurso con numerosas citas, Riera ha dejado para el final "el homenaje a Mallorca" de Azorín, Unamuno y Borges.
"La tierra que amo es Mallorca. El paisaje que quisiera ver a todas las horas es el de Miramar", escribía Azorín en 1906, tras su único viaje a Mallorca.
A Unamuno también le impresionó la belleza de Valldemosa y de "la soberbia cornisa de Miramar": "Si un día la batalla de la vida me rinde, si mi coraje flaquea, si siento en el corazón del alma la vejez, me acordaré, estoy de ello seguro, de este pueblo tranquilo y feliz".
Borges pasó temporadas en Mallorca en 1919 y en 1920, y aunque no dejó ningún relato de viajero, sí firmó un poema dedicado a la catedral mallorquina, y un "elogio bellísimo" de la isla: "Mallorca es un lugar parecido a la felicidad", ha citado Carme Riera antes de recibir el prolongado aplauso de los centenares de asistentes.