Supervivientes del tifón Haiyan en Filipinas: "Nos tememos que lo peor está por venir"
- Las condiciones del país hacen muy difícil el reparto de ayuda humanitaria
- La población aún no se había recuperado del último terremoto
- La llegada de la tormenta Zoraida puede impedir las tareas de rescate
- Envía tu testimonio a RTVE.es / ¿Cómo puedes ayudar a los afectados?
En Manila el tifón Haiyan apenas se sintió como una tormenta. No hay muertos, ni heridos, ni casas destruidas, pero el sentimiento de angustia pesa en el ambiente. Casi todo el mundo conoce a alguien en alguna de las zonas afectadas por el peor desastre natural de la historia del país. Y muchos todavía no saben si sus seres queridos están vivos o muertos.
“Estamos en estado de shock. Aunque llevábamos días en alerta por la llegada del tifón, nadie podía imaginar que fuera tan grave. Sufrimos porque no podemos comunicarnos con las zonas afectadas y porque no sabemos cómo ayudar a las víctimas”, explica a RTVE.es desde de la capital filipina el padre Filipe Vaz Pardal, de la Fraternidad Verbum Dei.
Una de las misioneras de la congregación espera noticias de sus padres y hermanos desde hace tres días. “Ya no sabemos cómo consolarla. Nos sentimos impotentes”, señala el padre Vaz a RTVE.es.
Las autoridades temen que hayan muerto más de 10.000 personas, pero el recuento oficial es lento. Samar y Leyte, las dos islas más golpeadas por el supertifón, están prácticamente incomunicadas. Las imágenes aéreas muestran un escenario de guerra. Las intensas lluvias y los vientos de más de 300 kilométros por horas han barrido del mapa ciudades enteras. Parecen arrasadas por un tsunami.
Instinto de supervivencia
Los supervivientes están desesperados, pero la ayuda llega a cuentagotas. Buscan entre los escombros algo que llevarse a la boca. Estados Unidos, China, España y otros países europeos han enviado suministros humanitarios. Solo en algunas zonas han empezado a llegar víveres y, junto a ellos, policías y militares para evitar los saqueos. En Tacloban, la ciudad más afectada en la isla de Leyte, los supermercados están vacíos. El instinto de superviviencia ha arrasado con todo.
"Trabajamos contra reloj, pero las condiciones del país hacen muy difícil el acceso”, explica a RTVE.es el delegado de Cruz Roja España desplazado en la zona, Ángel Vivero. Reconoce que aún no saben cuál es la magnitud de la tragedia. "Las imágenes son terribles, pero lo que no vemos es lo más preocupante".
“Lo que vemos es horrible, pero lo que no vemos puede ser peor aún“
"Honestamente, nadie sabe cuál es la situación en estas zonas más remotas y rurales, y pasará un tiempo hasta que tengamos una visión general. Este tipo de desastres no tiene precedentes en Filipinas. Las consecuencias son parecidas a un gran terremoto seguido de enormes inundaciones", ha manifestado Natasha Reyes, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en Filipinas, en un comunicado.
Hay diez millones de personas afectadas, casi la mitad niños, y 600.000 desplazados que claman ayuda. "Necesitan lo más básico: agua y comida. Y eso es lo que centra nuestros esfuerzos ahora”, afirma Vivero. Cruz Roja ya tiene un amplio suministro de mosquiteras, camiones cisterna y plantas potabilizadoras en el país, pero lo difícil es trasladarlo a los núcleos devastados. Y las necesidades sanitarias más urgentes son tratar los traumatismos, cortes y heridas en la cabeza, así como frenar el riesgo de contraer el tétano y abordar con profesionales los problemas mentales de las víctimas, según MSF.
"Estamos siempre de luto"
Vivero recuerda que "llueve sobre mojado". "Las infraestructuras del país son de por sí muy precarias, pero además había muchas instalaciones destruidas por el último terremoto y la población ya estaba damnificada", recuerda.
El pasado 15 de octubre un seísmo de intensidad 7,2 en la escala Richter dejó al menos 87 muertos y dos centenares de heridos en la misma región golpeada por el tifón.
“La gente no ha podido ni terminar el luto cuando se han visto sorprendidos por otro desastre”, lamenta el sacerdote portugués Vaz.
Y lejos de estar a salvo de más amenazas, Filipinas, donde cada año se registran una media de 20 tifones, teme ahora la llegada de ‘Zoraida’, una tormenta tropical que este martes hará el mismo recorrido que ‘Haiyan’, lo que dificultaría las labores de rescate y reconstrucción en marcha.
“Estamos preocupados porque puede que en las próximas horas no podamos volar ni navegar hasta las zonas afectadas”, señala Vivero. Filipinas es un archipiélago formado por 7.000 islas a las que solo se puede acceder por mar o aire.
Filipinas, un país en permanente reconstrucción
En una de esas islas, en Cebú, la casa espiritual de Verbum Dei dio refugio hasta a 80 personas el pasado sábado. "Es el único edificio de ladrillo y cemento en varios kilómetros a la redonda hasta llegar a Cebú City. El resto de viviendas están construidas de bambú y chapa", explica a a RTVE.es el sacerdote Michael Cheon. "Es el peor tifón que he visto en los 14 años que llevo viviendo en Filipinas. En el sur no nos afectó mucho pero el norte está devastado”, añade.
Miembros de la comunidad se fueron este fin de semana al norte de la isla para llevar ayuda a sus familiares y casi no pudieron hacérsela llegar porque la gente está desesperada, explica. “A cado paso les pedían agua y comida. Y volvieron impotentes por no poder ayudar a todos los que lo necesitaban”. Explica Cheon que, con el recuerdo nítido de Haiyan en la memoria, se prepara de nuevo para dar cobijo en su congregación a los vecinos de Cebú ante la cercanía de ‘Zoraida’.
Filipinas, acostumbrada a los estragos de la naturaleza, cuenta con 1.700 centros de atención a evacuados. Pero la fuerza de Haiyan ha desbordado todas las previsiones y las autoridades no saben si podrán soportar la embestida de un nuevo huracán. En algunos centros no hay agua corriente y ya hay problemas de saneamiento.
“Lo peor puede estar por venir. Hay veces que hay más víctimas en el postdesastre que por el desastre mismo a causa de las enfermedades, la falta de higiene, de servicios médicos… Es algo que hemos visto otras veces", advierte el padre Vaz, y subraya: "El pueblo filipino nunca pierde la sonrisa pero no habíamos visto nada igual. Y esto no es Estados Unidos o Alemania, aquí la reconstrucción va a costar mucho esfuerzo. No solo la física, sino también la espiritual".