Una víctima en Filipinas: "Tras la nube negra vinieron cuatro olas gigantes, fue horrible"
- El tifón Haiyan provocó olas de hasta 7 metros que engulleron aldeas enteras
- Causaron más destrucción las olas que el viento, según las autoridades
- Haiyan deja al menos 3.681 muertos y más de 10 millones de damnificados
"Había una especie de nube negra que se acercaba a nosotros a baja altura. Escuchamos un sonido fuerte, como una explosión. Y entonces vimos las olas gigantes, cuatro olas gigantes. Fue horrible", ha relatado Edgar De la Cruz, uno de los supervivientes en FIlipinas, al diario The Star.
Cuando el tifón Haiyan azotó Filipinas hace más de una semana, los habitantes de las áreas costeras fueron sorprendidos por olas de hasta siete metros que engulleron aldeas enteras, un fenómeno que algunos confundieron con un tsunami.
Edgar de la Cruz, de 45 años, se encontraba en su casa, junto con su familia, cuando observó aterrado la llegada del Haiyan, con vientos destructores de hasta 315 kilómetros por hora, en una localidad de pescadores en la isla de Samar.
Su familia salió de la casa y pudo salvarse, con lo puesto, pero la vivienda quedó completamente destruida, como tantas otras de la localidad de Samei, donde hubo centenares de muertos.
¿Hubo un tsunami?
Otros vecinos cuentan historias parecidas a la de la familia De la Cruz: el mar se retiró como ocurre en los tsunamis, dejando a la vista incluso peces en el suelo marino, y luego embistió con fuerza con varias olas de más de tres metros de alto.
"La destrucción fue causada no tanto por el viento, sino por la ola", afirmó el concejal Mansueto Delovino. El tifón Haiyan destrozó su hogar, una vivienda de dos plantas situada en la playa, así como otras muchas de Samei.
Sin embargo, lo que ocurrió en las islas de Samar y Leyte, las más asoladas por el Haiyan, no fue un tsunami, que suele desatarse a causa de terremotos marinos, sino una marejada ciclónica, que es una inundación costera causada por un fenómeno atmosférico de baja presión (como un tifón).
Las bajas presiones provocaron que el nivel del mar subiera e inundara las áreas costeras, mientras que los vientos huracanados imprimieron fuerza y poder destructor a las olas que arrasaron miles de viviendas y hectáreas de cultivo.
En su informe de alerta previo al desastre, la agencia de meteorología filipinas (PAGASA) advirtió de la fuerza de los vientos que acompañaban al Haiyan, con una nota al final en la que alertaba posibles olas de hasta 7 metros, tal como ocurrió en algunas zonas.
La advertencia estaba hecha
Cecilia Monteverde, jefa adjunta del servicio meteorológico, admitió que, aunque la advertencia estaba hecha, tenían que haber insistido más sobre el poder destructor de la marejada ciclónica para que abandonaran las zonas costeras.
Las olas gigantes sorprendieron a muchas aldeas en la región de Bisayas, en la parte central del archipiélago filipino asolado por el Haiyan entre el 8 y el 9 de noviembre.
Alfred Romualdez, alcalde de Tacloban, la capital de Leyte, se encontraba inspeccionando un hotel cuando arremetieron las olas empujadas por el tifón, lo que le obligaron a él y sus ayudantes a agarrarse al tejado para no ser arrastrados.
El primer edil tuvo que ponerse unos pantalones cortos que alguien había sustraído de una tienda saqueada por los supervivientes que lo habían perdido todo tras el desastre.
Su esposa, Cristina Gonzales-Romualdez, acompañada por sus tres hijos y las mujeres del servicio, tuvo que encaramarse también en el techo de la vivienda que tenían en la playa, frente al océano Pacífico.
"Sólo rezaba. Rezaba, rezaba y rezaba con mis hijos", explicó la mujer del alcalde tras la tragedia a la que también consiguió sobrevivir.
Miles de muertos
Peor suerte tuvieron otros miles de personas que perecieron a causa del tifón, que arrasó con olas destructoras y vientos que hacían volar coches y tejados decenas de poblaciones, incluidos la mayoría de los hospitales.
Hasta el momento, el recuento de muertos asciende a 3.681 personas, al tiempo que hay más de 10 millones de damnificados y los daños se calculan en unos 10.300 millones de pesos (unos 236 millones de dólares o 175 millones de euros).
Otras marejadas ciclónicas de gran envergadura han tenido lugar en Australia (1899), en Estados Unidos durante el huracán Karina (2005) o en el más reciente ciclón Nargis en Birmania (2008).
Países como España, Inglaterra o Estados Unidos cuentan con sistemas para predecir subidas inusuales del nivel del mar, mientras que Holanda dispone de presas y barreras que la protegen contra el potencial daño de este fenómeno natural.