'Canoe Bay', el regreso del mejor cómic de aventuras
- Una historia que mezcla 'La Isla del tesoro' y 'El último mohicano'
- Es obra de los franceses Patrick Prugne y Tiburce Oger
A veces creo que el cómic español se está volviendo demasiado adulto, trascendente y social (algo muy necesario pero que no tiene que ser exclusivo), por eso celebro la aparición de Canoe Bay (Ponent Mon), de los franceses, Patrick Prugne (Frenchmen)y Tiburce Oger, un excepcional cómic de aventuras inspirado en los grandes clásicos de Julio Verne, Mark Twain, Robert L. Stevenson, Karl May, Fenimore Cooper… Y que podríamos describir como una mezcla de El último Mohicano y La isla del tesoro (como puede comprobarse en su portada en la que unos indios se acercan cautelosamente con su piragua a un galeón pirata).
Un cómic excepcional con piratas, indios, tesoros y, sobre todo, aventura en estado puro. Y con unos dibujos alucinantes. Algunas de las acuarelas de Prugne son para enmarcarlas directamente en la pared.
Piratas e indios
La mezcla de piratas e indios, que tan buenos resultados ha dado en clásicos de la literatura como Peter Pan, es uno de los principales atractivos de esta historia, en la que viajamos por escenarios tan variopintos como Plymouth (Inglaterra) y las colonias de Nueva Francia y Nueva Inglaterra.
Prugne y Oger, autores de otro cómic imprescindible, La posada del fin del mundo (Norma Editorial) nos cuentan la historia de un huérfano acadiano, Jack (Uno de los miles de damnificados por el “gran desplazamiento” (un lamentable episodio de la historia americana en el que los británicos, tras vencer a los franceses, deportaron a los habitantes de Acadia a sus colonias de la costa atlántica).
El joven (que sería el trasunto del Jim Hawkins de La isla del tesoro) se ve obligado a trabajar como grumete en la marina mercante británica a bordo de un barco, el virginia, con una tripulación formada por antiguos convictos y encabezada por John Place (Lucky Roberts) (un marinero a imagen y semejanza de John Silver, aunque sin parche ni pata de palo).
Como era de esperar Roberts se amotina enseguida y se lanza a la noble carrera de la piratería, pero en su camino se cruzan los ingleses, los franceses y las distintas tribus de indios de la zona; en una aventura que tiene como trasfondo la guerra franco-india (1755).
Lo único que falta en este cóctel explosivo es un padre (un militar inglés) que quiere rescatar a su hija de manos de los piratas y un tesoro que espera a nuestros protagonistas en los territorios de Nueva Francia, en pleno territorio indio. La aventura está servida y no todos sobrevivirán al viaje.
Unos dibujos excepcionales
El excelente guión gana muchos enteros gracias a la estupenda documentación de sus autores que reflejan con exquisito detalle una época de maravillas. En este tipo de películas o cómics, los escenarios son fundamentales y pocas veces hemos visto reflejados con tanto mimo y detalle los bosques de los indios y los barcos piratas.
Y es que los dibujos de Patrick Prugne son excepcionales, detallistas y preciosistas, pero siempre al servicio del guión. Da gusto ver a los piratas, los casacas rojas o a los indios moviéndose con naturalidad por los tupidos bosques, los lagos llenos de canoas y los galeones. Y la exquisita recreación de los uniformes de los soldados, los tocados de los indios y sus pinturas corporales (que marcan las diferencias entre las distintas tribus y en cuya ejecución el autor reconoce influencias de pintores clásicos estadounidenses famosos por sus obras sobre los indios americanos y la Guerra de Secesión).
Y con un regalo añadido, las páginas de acuarelas y bocetos que nos esperan al final del libro y que nos dejan maravillados y con ganas de aventuras.
Un cómic que es un auténtico regalo para todos aquellos que aún son capaces de maravillarse con las grandes historias de aventuras. Un tebeo a la altura de esos grandes clásicos que mencionábamos al principio.