Berlusconi, un político (casi) sin complejos
- El Senado italiano ha decidido la retirada de su escaño en la Cámara Alta
- Es dueño de un emporio que medios de comunicación y un equipo de fútbol
- Cuida su imagen física al milímetro, pero parece que no cuida igual sus palabras
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Cuando dimitió en 2011 en medio de una grave crisis económica y de sus múltiples causas con la justicia, parecía que Silvio Berlusconi estaba acabado. Más de un año y medio después, volvió a presentarse aunas elecciones fiel a su estilo, acaparando la atención de las televisiones -la mayoría en su poder- con una campaña de tintes populistas y en la que no faltaron sus habituales declaraciones polémicas. Sin embargo, ahora sus compañeros senadores han certificado su entierro político o, al menos, parlamentario porque con Il Cavaliere nunca se sabe.
En virtud de la ley Severino aprobada en 2012 por el Gobierno de Monti, que no permite a condenados ejercer como parlamentarios, Berlusconi ha perdido su acta de senador debido a la condena en firme por fraude fiscal en el caso Mediaset. No podrá presentarse a unas elecciones en los próximos seis años.
Sus partidarios más acérrimos defienden que es un hombre emprendedor que se ha hecho a sí mismo. Para sus detractores, es un "caimán" ambicioso que entiende el Estado como una empresa privada y que no tiene escrúpulos de ningún tipo.
De cantante de cruceros a multimillonario
Berlusconi nace y crece en el seno de una familia milanesa de clase media. Su padre, que trabajaba en un banco, despierta en él un temprano interés por el dinero que se manifiesta pronto: cuentan que ya en el colegio vendía apuntes a sus compañeros.
El joven Silvio, siempre despierto, trabaja en mil y un oficios, incluyendo el de animador de cruceros de lujo por el Mediterráneo. A los 25 años funda su primera empresa, una constructora. Corre el año 1961 y Berlusconi acaba de licenciarse en Derecho con una tesis doctoral sobre publicidad que le hace ganar un prestigioso reconocimiento académico: el premio Manzoni. Es el comienzo de una meteórica carrera que le catapultará a lo más alto de la vida económica y política de Italia.
El imperio mediático de Berlusconi empezó a forjarse en 1976, al calor de los jugosos beneficios que le reportan sus negocios imnobiliarios. 'Telemilano' es su bautismo de fuego. El éxito de este pequeño canal, que inicialmente sólo se emite en sus urbanizaciones, le empuja a embarcarse de lleno en la aventura audiovisual. Así, en los años ochenta, pone en marcha tres canales de televisión más: Canale 5, Italia 1 y Rete 4.
En 1991, Berlusconi da un paso de gigante en su camino hacia el olimpo financiero y político: compra el grupo Mondadori, un coloso editorial que publica 16 diarios, entre ellos La Repubblica, además de tres semanarios de éxito y otras 35 cabeceras.
En total, la compañía matriz de Berlusconi, Fininvest, aglutina más de 150 empresas en sus cuatro divisiones: inmobiliaria, editorial, televisión y seguros y finanzas. En España, controla el grupo de televisiones privadas encabezadas por Telecinco a través de su filial Mediaset. También es propietario del AC Milán, uno de los clubes de fútbol más potentes del Calcio.
Estas poderosas razones han convertido a Il Cavaliere en una de las personas más ricas de Italia. Según cálculos de la revista 'Forbes', su fortuna asciende a más de 4.400 millones de euros (menos de la mitad que hace cinco años).
Salto a la política
El "gusanillo" de la política le entró a principios de los noventa. En 1993, tras los escándalos de corrupción generalizada en Italia (Tangetopolis) y el descalabro electoral de la Democracia Cristiana, crea el partido 'Forza Italia' y se postula como candidato.
Su mensaje, mezcla de populismo, liberalismo económico y promesas de modernización, cala entre la gente. La coalición conservadora liderada por Berlusconi, el Polo de la Libertad, se hace con la mayoría absoluta. Pero las desavenencias con sus socios (la federalista y populista Liga Norte y la neofascista Alianza Nacional) le fuerzan a dimitir sólo unos meses más tarde.
Sin embargo, no se dará por vencido: como buen animal político, experto en el arte de la supervivencia, vuelve a presentarse a los siguentes comicios. Tras la dulce derrota de 1996, repite en 2001 y, esta vez, arrasa y completa por primera vez en la historia moderna de la República agota el mandato.
Pero el Gobierno desgasta y en 2006 pierde ante la coalición progresista El Olivo, encabezada por Romano Prodi. Berlusconi tarda más de tres semanas en reconocer su derrota ante lo ajustado del resultado y esperará a que el débil Gobierno caiga para recuperar el poder en 2008, una legislatura marcada por la grave crisis económica y financiera de la UE.
Sometido a crecientes presiones internas y externas, Berlusconi se va quedando aislado hasta que dimite a finales de 2011 para dejar el poder a un tecnócrata bien visto por Bruselas, Mario Monti. Pero en su caída pesaban por igual los recortes y su resistencia a aplicar lo comprometido con la UE; como los escándalos de su actividad empresarial y de su vida privada.
Aunque no fue cabeza de lista de su partido en las elecciones de 2013, los comicios le volvieron a situar en la arena política de Italia. El final a esta carrera ha llegado con la decisión del Senado en noviembre de ese mismo años, y tras la condena de 6 años de inhabilitación por el 'caso Mediaset'.
A vueltas con la justicia
Y es que el historial judicial de Berlusconi es tan largo como sonrojante: se le ha acusado de falsificar documentos, de defraudar al fisco, de cooperar con la mafia, de sobornar a jueces o de prostutuir a menores. Es el primer jefe de Gobierno italiano que ha comparecido ante los tribunales. Además de la condena en firme por fraude fiscal, tiene una sentencia en primera instancia por prostitución de menores en el conocido como caso Ruby. Y le esperan otros pocesos: el de Unipol y el de la compra de un senador para hacer caer al Gobierno de Prodi.
A pesar de aprobar leyes que le beneficiaban, se ha sentado más de una decena de veces en el banquillo. Pero siempre ha salido airoso: le han condenado varias veces a penas de cárcel, pero no la ha pisado por cuestiones formales. Muchos sospechan que su insistencia en presentarse es para seguir teniendo más protección ante la justicia.
Además, parece descartado como próximo primer ministro ni siquiera si vuelve a ganar. Sus propios socios no le quieren en en ese puesto. En esta ocasión, encabeza solo la lista al Senado, donde se jugará la batalla más importante en estas elecciones.
En una campaña electoral de marcado carácter populista, Il Cavaliere ha prometido devolver a los contribuyentes el impuesto sobre la vivienda instaurado por Monti, y lo ha hecho en una carta enviada a millones de hogares simulando un envío oficial de Hacienda. Con ello ha remontado en los sondeos de un 10% a cerca del 30%, lo que se sitúa cerca del favorito, el líder del centroizquierda, Pier Luigi Bersani.
Polifacético y lenguaraz
Si algo caracteriza a Silvio Berlusconi es su locuacidad y su personalísimo estilo a la hora de hacer política. De su etapa de 'galán de crucero' conserva su amor por la música, que demuestra a menudo en público. De hecho, ha publicado varios discos.
es que Berlusconi sabe cómo sacarse partido: ha pasado por el quirófano para hacerse algún retoque y se ha sometido a dos implantes de pelo, según dice, por "respeto a los demás". Quizá, sus únicos complejos.
Tampoco le gusta morderse la lengua. Sus meteduras de pata en materia diplomática son antológicas, como cuando llamó "capo nazi" a un eurodiputado alemán, en 2003. En Finlandia todavía se acuerdan del día en que aseguró que había hecho de "playboy" con su primera ministra, Tarja Jalonen, para conseguir que Parma fuera la sede de la Agencia para la Alimentación. Y es que Berlusconi ha causado estupor dentro y fuera de sus fronteras.
Ante sus fieles seguidores el día en que el Senado ha puesto fin a sus 20 años de carrera política, Berlusconi ha dicho que seguirá en política aunque no sea senador. No quiere dejar a la democracia italiana, ha dicho, sin un valiente soldado como él.
El hombre que ha monopolizado la política italiana en las últimas dos décadas, el "rey" de la Segunda República no está dispuesto a desaparecer tan pronto.