La asertividad en el trabajo o cómo decir a tu jefe lo que piensas con el debido respeto
- La persona asertiva conoce sus derechos y los defiende sin avasallar
- Para tu autoestima "haz lo que puedas, con lo que tengas, en donde estés"
Ficha del libro
Título: Asertividad en el trabajo, cómo decir lo que siento y defender lo que pienso
Autoras: Olga Castanyer y Estela Ortega, psicólogas
Editorial: Conecta
Edición: Octubre de 2013
A menudo se plantea que ante un conflicto solo hay dos opciones: el enfrentamiento o la huida. La asertividad nos plantea una tercera vía para mantener nuestra posición, trazar una línea roja y esperar a que el otro se canse de traspasarla. Una manera sencilla de definirla es cómo la capacidad de decir que "no".
Olga Castanyer y Estela Ortega son psicólogas expertas en asertividad, autoestima y habilidades sociales y han resumido su experiencia en el libro Asertividad en el trabajo, cómo decir lo que siento y defender lo que pienso, de la editorial Conecta.
La obra traza tres perfiles ideales: la persona agresiva, la sumisa y la asertiva. La primera "defiende a ultranza sus intereses, sin empatía ni autocrítica, carece de sentido del humor, es susceptible, autoritaria y está siempre a la defensiva". La sumisa "no defiende sus derechos, respeta a los demás pero no a sí misma", mientras que la asertiva "conoce sus derechos y los defiende respetando a los demás. No se plantea sus relaciones sociales en términos de ganar o perder sino de llegar a un acuerdo".
Olga Castanyer explica a RTVE.es que la asertividad es comunicarse "con mucho respeto, decir las cosas desde cómo yo las siento y no culpar al otro". Estela Ortega añade que "la comunicación no verbal es muy importante porque si subimos el tono, el mensaje va a tener menos efectividad, y si lo hacemos bajando la mirada también pierde fuerza".
El libro ofrece casos prácticos y consejos útiles encaminados a mejorar la comunicación en el trabajo y detalla varias técnicas para que las discusiones no deriven en peleas o en monólogos por parte de un jefe agresivo ante un empleado sumiso.
Técnicas asertivas para discusiones
Las autoras proponen la técnica del disco rayado, es decir, "repetir nuestro punto de vista una y otra vez manteniéndonos firmes en nuestra opinión a pesar de los intentos de la otra persona para que la cambiemos".
También la del banco de niebla o claudicación simulada que consiste en dar la razón en parte, pero sin ceder terreno o cambiar nuestra postura. Un paso más allá sería llegar a un acuerdo asertivo en el que se admite un error, pero sin generalizarlo a otras situaciones. Algo así como: "De acuerdo, me he equivocado, pero eso no significa que lo haga siempre ni que sea un mal profesional".
Otra técnica es el aplazamiento asertivo que se puede resumir en la frase: "No lo sé, mejor me lo pienso y te contesto", cuando se quiere ganar tiempo o alguno de los interlocutores está perdiendo el control.
“Si una discusión degenera no hay que entrar al trapo“
En algunas ocasiones, empiezan a salir "trapos sucios" que no están relacionados con el objeto de la discusión. Castanyer y Ortega proponen metacomunicar para reconducir la situación con una frase así: "¿No te parece que nos estamos saliendo del tema? Esto no nos lleva a ninguna parte. ¿Por qué no nos centramos y hablamos de lo que realmente nos interesa?".
En el caso, de que sea solo uno de los interlocutores el que está hecho una furia, lo mejor es ignorar los insultos, no entrar al trapo y dejar claro que es mejor hablar cuando se tranquilice. Eso sí, usando "un tono especialmente amable y comprensivo", respetuoso con el enfado de la otra persona.
Por último, la pregunta asertiva permite enfrentarse a una crítica con preguntas basadas en la presunción de que es bienintencionada -lo sea o no-. Así se obliga a la persona a que nos dé más información. Cuestiones típicas serían: "¿A qué te refieres exactamente?" o "¿Por qué piensas eso?".
Escaqueadores, trepas y jefes caraduras
Entre la fauna que puebla la oficina nos encontramos a compañeros agresivos, sumisos, escaqueadores y trepas, que además suelen ser muy pelotas. El libro ofrece claves para tratar con cada tipo.
Con respecto a los jefes, Castanyer y Ortega detallan que los jefes agresivos usan como estrategias la culpa, la amenaza y la burla, pero hay que pararles los pies y preparar con antelación las respuestas asertivas. En el caso de un jefe sumiso, los empleados están solos porque "no se enfrenta a sus superiores, evita las discusiones y las confrontaciones".
“El jefe caradura y el manipulador usan el chantaje emocional“
El jefe caradura, que carga a los demás con sus tareas y delega los marrones, utiliza como herramientas el chantaje emocional, las amenazas y la coacción. Las psicólogas nos aconsejan que a la hora de negarnos a hacer algo "siempre es bueno ofrecer algo a cambio o hacer énfasis en lo que sí se hace".
El jefe manipulador es más difícil de reconocer porque es más sútil que el agresivo o el caradura pero tiene "poca tolerancia a que las cosas no salgan como han pensado". Este tipo usa el chantaje emocional, los mensajes confusos y crea indefensión.
La obra aborda la dificultad de trabajar para dos jefes a la par, una circunstancia en la que "se pone en juego la autoestima y la seguridad en uno mismo". Para salir airoso, es bueno recordar que "a lo único que podemos aspirar es a hacer nuestro trabajo lo mejor que podamos".
Los límites de la asertividad
Olga Castanyer aclara a RTVE.es que la asertividad "no es la panacea y tampoco es una varita mágica para que el otro cambie, pero nos permite expresar nuestras necesidades e intentar llegar a un acuerdo". A lo que podemos aspirar es a "dejar claros nuestros límites, pero no podemos esperar una reacción favorable a corto plazo. Es más, es probable que incluso se dé un aumento puntual de la respuesta agresiva", advierte en el libro.
Estela Ortega explica que emitir "mensajes yo" no significa abrir tu corazón y expresar tus sentimientos, algo que en en un ambiente laboral puede considerarse "poco profesional" sino hablar en primera persona, sin acusar, ni culpabilizar al otro. Se trata de objetivar la situación y "no personalizar", sobre todo las críticas o mensajes negativos.
“La asertividad no es una varita mágica para que el otro cambie“
Las dos psicólogas admiten a RTVE.es que la asertividad es válida en un contexto laboral "normalizado" pero que en los casos de acoso laboral o en los que una persona se ha convertido en el cabeza de turco, al que todos culpan, es necesario "otro tipo de recursos". También matizan que depende mucho del punto de partida de la víctima del mobbing, si su autoestima es fuerte puede tener más capacidad de sobreponerse a la situación pero si "ya se tambaleaba puede acabar bastante tocada y necesitar ayuda profesional".
La contraportada del libro sintetiza su contenido con una frase magistral del Nobel colombiano Gabriel García Márquez: "Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir 'no' cuando es 'no'".
Las 10 reglas de oro de la asertividad
1. La asertividad es la capacidad de autoafirmar los propios derechos, respetando en todo momento los derechos de los demás.
2. Solo podemos relacionarnos de forma satisfactoria para ambas partes si sentimos que tenemos los mismos derechos y merecemos el mismo respeto que los demás, es decir si poseemos una buena autoestima.
3. La persona que tiene verdadera autoestima: No va a defenderse, sino a respetarse. No va a ganar, sino a negociar.
4. Seremos más capaces de afrontar las situaciones si salimos de nuestro interior y observamos a los demás desde su punto de vista. Antes de actuar, es recomendable observar desde dónde habla la otra persona.
5. La respuesta asertiva sirve para poner límites, no para que el otro cambie.
6. Un mismo mensaje puede ser transmitido de forma respetuosa o irrespetuosa. No es tanto el contenido como la forma en que se transmite un mensaje lo que importa.
7. Haz lo que puedas, con lo que tengas, en donde estés.
8. La persona asertiva sabe cuándo y dónde debe mostrar lo que piensa y siente, utilizando las habilidades sociales apropiadas.
9. Nadie nos puede obligar a hacer algo que no queremos hacer.
10. Y sea como sea: ¡siempre puedes volver a intentarlo!