La OPAQ recibe el Nobel de la Paz con un nuevo llamamiento a un mundo sin armas químicas
- El recuerdo a Mandela, premiado en 1993, ha marcado la ceremonia
- El director de la agencia internacional, Ahmet Üzumkü, recibe el galardón
El director de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), Ahmet Üzumkü, ha recibido el Premio Nobel de la Paz con un nuevo llamamiento para lograr un mundo sin ese tipo de armamento.
La tradicional ceremonia, celebrada este martes en Oslo, ha estado marcada por el recuerdo a Nelson Mandela, una de las grandes figuras que recibió ese premio hace dos décadas y que precisamente este mismo día era despedido por personalidades de todo el mundo en Sudáfrica.
Tras ese homenaje al héroe de la lucha contra el apartheid, Üzumkü ha pronunciado su discurso en el ayuntamiento de la capital noruega. "La OPAQ ha verificado la destrucción de un 80 % de todas las armas químicas declaradas y hay 190 estados que se han sumado a la prohibición; estamos avanzando para que la visión de un mundo de armas químicas se haga realidad", ha dicho.
En ese sentido ha recordado que seis estados no han firmado la convención y ha valorado la última incorporación, la de Siria. En ese sentido, según Efe, ha valorado que su adhesión se produjo después de la reacción de la comunidad internacional ante las noticias sobre ataques químicos en ese país.
El premio a la OPAQ fue anunciado justo después de que alcanzara ese acuerdo sobre Siria.
Sobre la labor de los trabajadores de la OPAQ sobre el terreno ha dicho que es un gran reto porque trabajan en plena guerra. También ha recordado la huella de muerte que dejaron las armas químicas a lo largo del siglo XX y "lamentablemente también en el siglo XXI", desde su primer uso a gran escala en la batalla de Flandes, durante la I Guerra Mundial.
"Nunca sin dolor"
Aunque "ningún tipo de armamento tiene el monopolio de la crueldad", las armas químicas presentan una serie de características que las hacen especialmente nefastas, ha recordado. "Las armas químicas apuntan al miedo profundamente arraigado de todos los humanos de ser envenenados. No distinguen entre combatientes y civiles, entre una ciudad y un campo de batalla. No se pueden ver, no se pueden oler y no dan aviso", siempre según la transcripción del discurso realizada por la agencia.
"Sus efectos sin embargo son devastadores, queman, ciegan o sofocan a sus víctimas. La muerte rara vez es instantánea y nunca sin dolor. Y cuando no matan, estas armas causan un daño a la gente y su medio ambiente sin dar oportunidad a que se repare una vez termine el conflicto".
Üzumcü ha recordado además que aunque su organización se fundó en 1997, el primer esfuerzo por prohibir el uso de armas químicas data de 1899, cuando se firmó la Convención de La Haya, que no fue respetada durante la I Guerra Mundial. Luego vino el Protocolo de Ginebra de 1925, que prohibía el uso de las armas químicas pero no su fabricación y su posesión.
Pese a ello, dijo Üzumcü, "las armas químicas se siguieron usando en todo el mundo, también contra la población civil, y durante la Guerra Fría surgieron arsenales más grandes y más temibles". Sólo en la década de 1980 se empezaron a hacer esfuerzos por un tratado más riguroso.