Enlaces accesibilidad

Carmen París: "En España no valoramos mucho nuestra música"

  • La aragonesa presenta en Madrid Ejazz con jota, su cuarto disco
  • Defiende que la jota se funda con otros estilos musicales

Por
Carmen París
Carmen París

Llega al mítico Café Central de Madrid un tanto agitada, pero sonriente. Carmen París, embajadora de la jota por todo el mundo, ha sido víctima del caótico tráfico que sufre Madrid en diciembre y, en cuanto ha aparcado su coche, se ha echado a correr.

Con 47 años –30 de ellos subida a los escenarios–, esta aragonesa nacida en Tarragona nos recibe días antes de la presentación de su último disco, Ejazz con jota, en Madrid. Un trabajo que defiende a capa y espada y que abominan, como ya sucedió con sus discos anteriores, los más puristas.

– Carmen, ¿cómo se le ocurre unir jazz y jota?

Pues porque me parecía que era una cosa tan posible como mezclar el jazz con otras músicas, como ya ha sucedido. Lo que pasa con la jota es que ha habido muchos prejuicios. Y los sigue habiendo. En general, es lo que ocurre con el folclore ibérico que no es flamenco. Hay una tendencia a recibir lo extranjero como bueno per se. La gente dice: “¡No vayas a comparar la jota con la música pop!” Y yo pienso: ¡Pero si la música pop viene de “popular”! No valoramos mucho nuestra música.

– ¿Por qué te vas a EE.UU. a grabar este cuarto disco, Ejazz con jota?

Pues porque me junté para hacer realidad este proyecto con Melissa Aldana, que vive en Nueva York. En principio iba a grabar el disco con el quinteto de ella. Pero resulta que conocí al trompetista Gordon Au, que era –como ella– alumno de la Berklee Jazz Orchestra, y a George Garzone, una leyenda viva del jazz. Así que empezamos a plantearnos hacer el disco con todos estos músicos cercanos a la Berklee –que han tocado con Frank Sinatra, Phil Collins, Areta Franklin, etc.– y salió bien.

– Ellos no conocían la jota, me imagino.

¡No la conocían de nada! Les resultó familiar, porque adapté las canciones a su lenguaje, pero les extrañaba que no hubiera guitarra. Era exótico a sus oídos. Y me preguntaban si era flamenco. Les tuve que decir eso de “Spain is not only flamenco”. Y les conté que la jota era un canto muy elemental que se canta en compás de tres por cuatro, que está en el folclore de toda la península ibérica y que está presente en el flamenco, que también ha bebido de la jota. Y también que la zarzuela, una especie de ópera popular, estilizó la jota. La zarzuela es el estilo musical precursor de los musicales que luego llegaron a Broadway.

– Se quedarían flipados, claro…

Claro, porque para ellos España era flamenco y toros.

– Ha estudiado solfeo, armonía, canto, piano, guitarra y violonchelo. No está mal.

¡No! (Se ríe) Es que crecí en Utebo, un pueblo muy cercano a Zaragoza, aunque nací en Tarragona. Entonces mi padre, cuando llegamos allí después de vivir un tiempo en Tudela –sólo once meses– , se juntó con gente para crear un centro artístico.

“Mi padre quería que fuese concertista de piano”

– ¿Tenía él contacto con la música?

Mucho. Mi padre era un hombre bohemio del Bajo Aragón que murió cuando yo tenía 18 años, justo cuando empecé mi profesión como música. Él quería que fuera concertista de piano y no cantante de orquesta de verbena, que era lo que yo hacía a mis 17 años…

Él había estudiado música de pequeño hasta que estalló la Guerra Civil y lo tuvo que dejar. Más tarde tocaba la trompeta en el bar que tenía mi familia en el pueblo. Le encantaba el cine, era boxeador aficionado, repartió aceitunas y miel… ¡Era un personaje mi padre! Y cuando conoció a mi madre y la escuchó cantar se rindió a sus pies. Los dos eran artistas que no pudieron desarrollar su talento por la época que era. Así que mi padre quiso que los hijos, mis hermanos y yo, estudiáramos música. Y como no había escuela, contrató un pianista para que viniera al bar a tocar.

– Sectores conservadores de la jota aragonesa le han criticado por fusionarla con flamenco y otras músicas. ¿Les ha dado alguna explicación?

Sí, les dediqué la canción Jotera lo serás tú (suelta una carcajada). A ver, ellos siempre dicen: “¡Es que eso no es jota!” Y yo les contesto: “De acuerdo, si no digo que lo sea, pero lo que yo defiendo es que la jota pueda viajar y no quedarse como ha estado siempre”. No quiero sustituir ni suplantar nada.

“En Rusia, la jota levanta teatros”

– Su música se han extendido más allá de nuestras fronteras y ha estado en Francia, EE.UU., Brasil, Grecia, Dinamarca, Venezuela, Cuba y Moscú… ¿Los rusos entienden de jota?

¡Uh! ¡No te puedes imaginar! ¿La jota en Rusia? ¡Arde Troya! Yo ya lo sabía porque había ido la Rondalla Nobleza Baturra. La jota en Rusia levanta los teatros. Como los rusos son cultos, no como nosotros, conocen la jota. Han tenido compositores que han escrito jotas.

– ¿Seguirá de gira por España después del concierto del 19 de diciembre en Galileo Galilei?

Sí, la idea es seguir de gira con Ejazz con Jota.

– Ha adaptado las canciones de este disco al inglés. No tiene que tener un mal nivel…

No, es que al bar de mi padre, en Utebo, iban hijos de militares –la base de Garrapinillos, en Zaragoza, estaba muy cerca-, así que yo, desde los 14 años, que fue cuando se abrió el bar, practiqué un montón el inglés. En realidad yo iba para traductora intérprete, pero como no me llegó la nota me metí en Filología inglesa y en tercero lo dejé para dedicarme de lleno a la música.

– ¿Tiene la jota la fama que se merece?

Todavía no. De hecho, han pedido que sea Patrimonio de la Humanidad, algo que veo difícil porque es una completa desconocida. Y mi disco tiene esta vocación, que se conozca. Yo sé que va a ser un disco que se valorará en el futuro. La dimensión de este atrevimiento pasará desapercibida y se valorará después. Ya verás.