El general Prim no murió estrangulado, según un estudio de la Complutense
- La muerte la habría producido la bala del atentado de 1870
- Discrepa de la teoría manejada por la Universidad Camilo José Cela
El general Prim no murió estrangulado sino a consecuencia de las heridas de bala que sufrió en el atentado del 27 de diciembre de 1870, según un estudio de su momia elaborado por expertos de la Universidad Complutense de Madrid y de la de Alcalá presentado hoy.
Las marcas que presenta en el cuello el cuerpo embalsamado del que fue presidente del Gobierno español de septiembre de 1869 a diciembre de 1870 se corresponden "con fenómenos post-morten, en relación con la presión ejercida de forma prolongada tras la muerte por elementos de la vestimenta".
Ni en la exploración externa ni en el TAC practicado al cadáver se ha encontrado "ningún elemento" que indique "la existencia de una violencia ejercida en vida sobre la zona cervical", según determinan en su informe los expertos de las Facultades de Medicina de la Complutense y de la Universidad de Alcalá de Henares que examinaron el cadáver el pasado 23 de noviembre en Reus (Tarragona), donde se encuentra.
"A nivel cervical se observa integridad de todas las estructuras anatómicas, sin lesiones en la laringe ni en el cartílago hioides y (...) sin signos de edema o hemorragia", lo que hace descartar la teoría del estrangulamiento por lazo que defienden científicos de la Universidad Camilo José Cela.
Ratifican estas conclusiones con los resultados obtenidos de la tomografía axial computada (TAC) practicada a la momia de Prim el 29 de septiembre de 2012 por el director del servicio de radiología del Hospital Universitario Sant Joan de Reus, el doctor José Ángel Abreu, quien tampoco encontró "signos radiológicos de aplastamiento de la laringe".
Herida grave por arma de fuego
Los resultados de esta prueba confirman, al igual que el examen de los expertos de las dos universidades madrileñas, que el entonces presidente del Gobierno sufrió "una herida grave por arma de fuego en el hombro izquierdo y la mano derecha", tras lo que cayó sobre el brazo izquierdo.
A consecuencia de los balazos y la caída, "los trayectos vasculares cercanos pudieron sufrir una laceración traumática, produciéndose en cualquier caso un intenso sangrado con muy probable shock hemorrágico y por dolor".
Las conclusiones del informe multidisciplinar de estas dos universidades, encargado por la Sociedad Bicentenario Prim, discrepan de las alcanzadas también este año por científicos de la Universidad Camilo José Cela, quienes consideran que los surcos y marcas en el cuello de la víctima eran "compatibles con una posible estrangulación a lazo".
Este equipo de expertos determinó que los surcos en el cuello "encajan así en una necesidad de los asesinos de Prim de no permitir la recuperación del mismo, del que asustaban tanto su fortaleza física como su fortuna de salir indemne".
El general Prim viajaba en un coche de caballos el 27 de diciembre de 1870 cuando fue víctima de una emboscada en la madrileña calle del Turco, recibiendo balazos en el hombro izquierdo y la palma de la mano derecha, de la que perdió el cuarto dedo.