Lockerbie recuerda a las víctimas del Pan Am 103 en el 25 aniversario de la tragedia
- Misas en Lockerbie y Londres recordarán a las víctimas
- Estados Unidos conmemorará la fecha en un monumento cerca de Washington
Este sábado se celebra el 25 aniversario del desastre aéreo de Lockerbie. Dos ceremonias recordarán a las víctimas de esta catástrofe: una en la localidad escocesa donde ocurrió el accidente y otra en la Abadía de Westminster, en Londres. Estados Unidos también recordará a sus 189 víctimas.
Una misa y la colocación de una corona de flores en la iglesia de Lockerbie será el recuerdo que realice la ciudad del sur de Escocia que fue devastada cuando el vuelo Pan Am 103 explotó en el cielo en 1988. Wesminster también realizará un servicio en memoria de los fallecidos y Estados Unidos celebrará sus actos conmemorativos en el monumento del cementerio nacional de Arlington, cerca de Washington.
El primer ministro británico, David Camero, ha rendido homenaje a la "fortaleza y resistencia" de los afectados por el atentado. "Durante el último cuarto de siglo mucha atención se ha centrado en los autores de la atrocidad. Hoy nuestro pensamiento se dirige a sus víctimas y para aquellos cuyas vidas han sido tocadas y cambiadas por lo que sucedió en Lockerbie esa noche", ha expresado Cameron en declaraciones a la BBC.
"Para las familias, amigos, vecinos, seres queridos y todos aquellos atrapados en el doloroso proceso de recuperación, para todos ellos: nuestra admiración incondicional por la fortaleza y la capacidad de recuperación que ha mostrado. Por su determinación de no rendirse. Ustedes han demostrado que los actos terroristas no pueden aplastar el espíritu humano y es por ello que el terrorismo nunca prevalecerá", ha dicho.
El avión que incendió el cielo
La explosión de un Boeing 747 de la compañía estadounidense Pan Am hizo estremecerse a la tranquila ciudad de Lockerbie, en Escocia, un 21 de diciembre de 1988. El avión transportaba 259 personas, de las que 189 eran ciudadanos estadounidenses, entre ellos un grupo de soldados.
El tristemente célebre vuelo 103 había partido del aeropuerto de Frankfurt y, tras hacer escala en Londres, volaba rumbo a Nueva York. De repente, 38 minutos después de dejar la capital británica, una explosión partió el fuselaje por la parte delantera separado el morro de la cabina del avión en dos dramáticos minutos antes de estrellarse sobre Lockerbie.
Antes de tocar tierra, el vuelo 103 desparramó chatarra, equipajes y cadáveres por un área de cientos de kilómetros cuadrados. Murieron los 259 ocupantes y 11 de los habitantes del pueblo escocés que recibió el grueso del impacto. Había personas de 21 nacionalidades.
Una vez superada la conmoción inicial, una comisión de investigación se encargó de analizar el lugar del siniestro y pronto tuvo la convicción de que el accidente se había debido a una bomba. Más tarde se sabría que, efectivamente, unos 400 gramos de explosivo plástico escondido en un radiocasette fueron los causantes de la tragedia. La radio iba en una maleta que estalló justo debajo de la cabina del avión y produjo su fractura.
Los interrogatorios apuntan a Libia
La investigación duró tres largos años en los que la CIA, el FBI y Scotland Yard realizaron 15.000 interrogatorios que les sirvieron para llegar a la conclusión de que tras la bomba estaban agentes secretos libios. Se interpusieron denuncias contra Lamen Khalifa y Abdel Basset Al al-Megrahi, pero Libia se negó a entregarlos.
El país, gobernado por el otrora carismático Muamar el Gadafi, era antes de las revueltas uno de los países considerados terroristas y había promovido varios atentados contra objetivos occidentales, sobre todo estadounidenses. Esta beligerancia había llevado a los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher a bombardear Trípoli y Bengasi en 1986.
El único condenado murió en su país de origen
Ante esta situación, y la resistencia de Gadafi a entregar a los acusados, Estados Unidos y Reino Unido optaron por la presión de las sanciones que finalmente hiceron ceder al dictador que en 1999 trasladó a los dos acusados a Holanda, donde fueron puestos a disposición de las autoridades escocesas, que organizaron el proceso judicial en Camp Zeist, en suelo holandés.
El juicio acabó en 2001 con la absolución de Khalifa y la condena a 27 años de prisión para Abdelbaset Alí Mohamed al Megrahi, que resultó ser un agente secreto libio. Tras varios recursos rechazados por diversos tribunales internacionales, Al Megrahi salió de la cárcel en 2009 por motivos humanitarios, padecía un cáncer avanzado, y falleció en Trípoli, en mayo de 2012, víctima de esta enfermedad.
Pero el caso Lockerbie no se cerró con los juicios. Libia siguió padeciendo las sanciones de Naciones Unidas y del Reino Unido y Estados Unidos hasta que, en 2003, decidió asumir la responsabilidad subsidiaria de los atentados, puesto que el acusado principal era agente de su Gobierno.
En un principio, Libia se comprometió a aceptar sólo la `responsabilidad civil' y a pagar 2.700 millones de dólares en concepto de indemnización. Sin embargo, aunque asumía las reparaciones, Libia seguía asegurando que no ordenó el atentado. "Nos consideramos inocentes y no tuvimos nada que ver", decía en abril de 2003 Islam Gaddafi, hijo del líder libio.
Poco después, en agosto, una carta del Ejecutivo de Trípoli a las Naciones Unidas reconocía oficialmente que Libia estaba implicada en el atentado. Esa confesión cerraba el capítulo y abría definitivamente las puertas de la comunidad internacional a Libia, un país que hoy es uno de los protagonistas indiscutibles de la historia reciente.