Egipto y Túnez votan sus Constituciones para volver a la senda de la transición
- En Egipto el referéndum es visto como un plebiscito sobre el Gobierno militar
- Es la primera vez que los egipcios acuden a las urnas tras el golpe de Estado
- En Túnez la Asamblea Constituyente debe aprobar el texto definitivo
- Coincide con el aniversario de la caída de Ben Alí que precedió a la de Mubarak
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Tres años después de aquella sacudida democrática que derribó a los dictadores más longevos del norte de África, egipcios y tunecinos se enfrentan este martes a un momento clave de la transición política: la aprobación de una Constitución.
En Túnez, esperan honrar a la revolución del jazmín con la aprobación definitiva del borrador de la Carta Magna por parte de la Asamblea Constituyente, que se ha retrasado dos años debido a los conflictos sociales y a las diferencias entre las fuerzas tunecinas. Tras 15 días en los que los legisladores han votado uno a uno el articulado, el proceso termina este martes coincidiendo con la fecha exacta en la que Zine el Abidin Ben Alí huyó del país hace tres años.
El visto bueno a la Constitución es un paso fundamental para la formación de un nuevo Ejecutivo que deberá dirigir al país hasta la celebración de los próximos comicios presidenciales y generales. Tras un año de parálisis por las luchas internas, la dimisión del Gobierno islamista de Al Nahda y la designación del independiente Mehdi Yuma como nuevo primer ministro parecen haber reconducido la amenaza golpista.
El descontento con la gestión del partido islamista Al Nahda –criticado por no cumplir las expectativas de los revolucionarios e intentar reislamizar el país- la indignación por el asesinatos de los dirigentes de izquierda Chukri Bel Aid y Mohamed al Brahmi a manos, supuestamente, de integrantes del grupo radical salafí Ansar la Sharia, sumado a las desigualdades sociales, el paro juvenil y la carestía de la vida habían agitado un cóctel explosivo que se logró desactivar en el último momento.
El pacto entre el sindicato UGTT y la patronal UTICA para forzar un “diálogo nacional” evitó la deriva egipcia pero los retos siguen ahí y el nuevo Gobierno tendrá que dar necesariamente respuesta a las demandas de la población, sino quiere que las protestas sociales, periódicas y cada vez más violentas, acaben por prender la mecha.
El referéndum en Egipto, un aval al golpe militar
Su vecino lo sabe bien. Ese malestar social, azuzado por una extrema polarización, desembocó el pasado 3 de julio en un golpe de Estado militar que derrocó al Gobierno islamista de Mohamed Morsi, elegido democráticamente en las urnas pero cuestionado por su deriva autoritaria en la calle.
Por primera vez desde el golpe 52 millones de egipcios tienen la oportunidad de expresarse en las urnas y el reférendum constitucional, que comienza hoy y termina este miércoles, se entiende también como un plebiscito para legitimar (o no) a los militares en el poder.
De hecho, para eclipsar aún más el modesto papel de la Ley Fundamental, el jefe de las Fuerzas Armadas y "hombre fuerte" del nuevo régimen, Abdel Fatah al Sisi, se postuló el sábado a la Presidencia del país "si se lo pide el pueblo". Y esa petición solo puede llegar en forma de un masivo ‘sí’ a la Constitución, diseñada para garantizar el poder del Ejército.
"En El Cairo, empapelado de pancartas y carteles a favor del sí, jóvenes voluntarios reparten borradores de la segunda Constitución redactada en Egipto en poco más de un año. Entre la propaganda, es difícil encontrar ningún cartel en contra de la nueva Carta Magna. En los últimos días ha habido detenciones contra quienes los colgaban", informa la enviada especial de TVE a Egipto, Yolanda Álvarez.
El nuevo texto rebaja el tono islamista de la anterior Carta Magna y refuerza aún más el papel del Ejército. Conserva una disposición que permite que los civiles sean juzgados por tribunales militares, establece que el ministro de Defensa sea nombrado durante los próximos ocho años por el Ejército y no por el Gobierno, y estipula que el presupuesto de las Fuerzas Armadas estará más allá de la supervisión civil.
Los Hermanos Musulmanes llaman al boicot
Los Hermanos Musulmanes lideran la campaña para boicotear el referéndum. En este último año han visto cómo el Gobierno ha detenido a sus líderes y les ha catalogado como una “organización terrorista” restringiendo sus movimientos y actividades. Seguidores de la Hermandad han sido castigados hasta con tres años de cárcel por manifestarse en público.
Silenciados por las fuerzas de seguridad y sin espacio en los medios de comunicación –donde apenas se dejan oír los motivos de quienes rechazan el texto- los islamistas se han movilizado en las redes sociales para pedir a sus seguidores que no participen en el proceso. Consideran ilegítima la hoja de ruta promovida por el Gobierno de transición tras el golpe de Estado
Se espera que la Constitución obtenga un sonoro ‘sí’, aunque la participación es clave. La última Carta Magna, diseñada por el Gobierno islamista, obtuvo una aprobación del 63,8% pero solo votaron el 32,9% de los egipcios. El Ejército necesita una mayor legitimidad esta vez.
Por el momento, las cifras de egipcios en el extranjero que han ejercido su derecho no permiten a las autoridades ser demasiado optimistas, ya que únicamente 103.000 de los casi 700.000 registrados han votado, esto es, un 15%.
No solo los islamistas se han mostrado contrarios al referéndum, el Movimiento 6 de Abril, instigador de la revolución que acabó con Hosni Mubarak, cree que la nueva Carta Magna perpetúa el poder del Ejército a costa de los intereses de los ciudadanos.
“Esta Constitución nos devolverá a los tiempos de Mubarak y a su represivo Gobierno en Egipto”, afirma Ramy Sayed, uno de los líderes del movimiento. Y recuerda la reciente aprobación de una ley que restringe el derecho de manifestación. De hecho, algunos activistas seculares que han protestado contra el texto han sido encarcelados en los últimos días en el marco de un intento del Gobierno de acabar con cualquier conato de disidencia.
Cerca de 160.000 militares se han desplegado en todo el país para garantizar la seguridad durante la jornada electoral ante el riesgo de disturbios entre dos Egiptos enfrentados por las riendas de una transición que, tres años después, sigue sin encontrar su camino.