Renzi convulsiona la política italiana al pactar con Berlusconi la ley electoral
- El nuevo líder del centroizquierda se destaca al liderar la reforma más esperada
- El acuerdo supone la resurrección política del ex primer ministro inhabilitado
- La ley facilitará la gobernabilidad a costa de terceros partidos
Matteo Renzi, nuevo secretario general del Partido Democrático (PD, centroizquierda), ha convulsionado el panorama político italiano al pactar personalmente la reforma de la ley electoral con el ex primer ministro Silvio Berlusconi, lo que abre innumerables cuestiones sobre el futuro de ambos líderes, del actual jefe del Ejecutivo, Enrico Letta, y de otras figuras clave del país.
Pero… ¿Berlusconi no estaba muerto, políticamente hablando, tras ser inhabilitado? Eso fue hace un par de meses (en los que, por cierto, han seguido avanzando otras causas judiciales contra el magnate). Pero en este corto espacio de tiempo, se han producido dos hechos clave en la política italiana.
Por una parte, la justicia italiana decretó la inconstitucionalidad de la ley electoral y obligó a su reforma urgente; y por otra, el Partido Democrático celebró unas elecciones primarias que ganó por una amplísima mayoría el alcalde de Florencia, Matteo Renzi, del que todos destacan su particular estilo de hacer política.
Encuentro histórico
Y con él ha llegado la polémica. Tras dos décadas de gran rivalidad y para indignación de muchos compañeros, el pasado fin de semana invitó a Silvio Berlusconi por primera vez a la sede del PD en Roma y pactó con él la reforma de la ley electoral.
Dos días después, le dirección del PD aprobaba ese acuerdo sin votos en contra, aunque con la salida de la reunión y finalmente del partido de Gianni Cuperlo, que había sido el principal rival de Renzi en las primarias. En aquel congreso, Cuperlo había aceptado no obstante la presidencia del partido, un puesto más bien simbólico y que en todo caso debería distinguirse por la conciliación.
Al contrario, el considerado último superviviente del antiguo Partido Comunista Italiano se fue del PD criticando a Renzi por el fondo de la reforma, pero sobre todo por las formas: le acusó en Facebook de “lanzar ataques personales" y “provocar la irritación” en el partido.
Por el otro lado, entre los conservadores también se han producido sacudidas. Tras la primera condena definitiva a Berlusconi por fraude fiscal, y su inminente expulsión, una parte del centroderecha abandonó a su líder encabezada por Angelino Alfano, hasta entonces su delfín político.
Entonces, Alfano fundó otro partido y Berlusconi --aunque no opte a ningún cargo y mientras avanzan otros procesos judiciales contra él--, ha relanzado el suyo propio, Forza Italia, que parece mantener por ahora la primacía del centroderecha (con la inestimable ayuda de su conglomerado de medios de comunicación).
'Ley anti-Grillo'
Entre medias quedan relegados otros dos grandes actores: el primer ministro Enrico Letta (PD) y el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, la gran revelación de las elecciones del año pasado.
Y es en ese contexto donde puede entenderse la reforma electoral pactada por primera vez en dos décadas por estas dos grandes corrientes. Los cambios [explicados al final de este texto] reforzarán mucho la posición de los dos grandes partidos o coaliciones en aras de la gobernabilidad, el gran problema del sistema italiano (que ha tenido más de 40 primeros ministros desde la Segunda Guerra Mundial).
Eso se conseguirá en detrimento de las opciones minoritarias, a las que Renzi acusaba de actuar como “partiditos que chantajean” y el primer perjudicado será el partido de Grillo, que ha señalado que la ley está concebida expresamente contra su movimiento.
Pero hay más, porque la ley parece una vendetta de Berlusconi contra Alfano, al elevar notablemente el porcentaje mínimo para que los partidos consigan diputados aún dentro de una coalición. La web Termometro Politico ahonda más y sugiere que los nuevos umbrales se pueden flexibilizar "solo en el caso de que Alfano vuelva al redil y acepte el liderazgo de Berlusconi".
En todo caso, si la reforma llega a buen puerto, el que se verá realmente impulsado será Renzi al que precisamente comparan con Berlusconi por su “energía” o “exhibición”, según hablen unos u otros. Entre los primeros, analistas en los medios de referencia del ámbito financiero ven en él “esperanzas” de cambio frente a la “inacción” del gobierno de Letta. Entre los segundos, los hay que sospechan de sus “ambiciones” y ven en riesgo la continuidad del actual primer ministro.
La duda es si Italia se encamina a una nueva crisis de Gobierno o al fin de la inestabilidad O si por el contrario, se verificará de nuevo la máxima lampedusiana de “que todo cambie para que todo siga igual”.
Vuelco a la ley electoral
El preacuerdo para reformar la ley electoral incorpora profundos y diversos cambios a la muy criticada ley de 2005. El primero es que eleva las barreras de entrada al Parlamento: el porcentaje mínimo de votos que debe obtener un partido para obtener escaños pasa del 4% al 8% (y mayor aún para las coaliciones, hasta el 12%).
En segundo lugar, se cambia el actual premio de mayoría (conocido popularmente como “porcellun” o “marranada”) que garantizaba el 55% de los escaños a la lista más votada. Ahora para conseguir ese bonus será necesario alcanzar un mínimo del 35% de los votos; en caso contrario, habrá una segunda vuelta entre las dos listas más votadas. Aunque eso garantiza una mayoría absoluta, el comportamiento post-electoral de las coaliciones será otro cantar.
Y quedan dos grandes temas por concretar. Por una parte, la cuestión de las listas cerradas, que fue juzgada inconstitucional. En principio el acuerdo mantiene ese bloqueo “limitado”, pero no se especifica cómo. Según una encuesta de Ipsos, la posibilidad de que el elector elija a determinados candidatos dentro de una lista es precisamente la demanda principal de los ciudadanos para esta nueva ley.
Y finalmente, todo esta revolución no tendrá sentido si no se reforma el Senado, ya que actualmente una mayoría distinta en esta cámara puede bloquear al Gobierno. Este cambio se da por hecho, pero puede resultar más complejo.