Manual para desmontar a un antidisturbios
- Una reflexión sobre la figura del antidisturbios en la sociedad contemporánea
- Una obra teatral y documental que deja muchas dudas y pocas certezas
- El antidisturbios puede verse en el TDA de Madrid todos los viernes de febrero
Un casco para que no escapen las ideas, un chaleco para aislar el corazón, guantes y porra contra la sensibilidad de las manos y unas botas para que los pies no toquen el suelo. Los primeros, son los elementos que componen el uniforme de un miembro de la Unidad de Intervención Policial (UIP), los conocidos como antidisturbios. Los segundos, son los que forman la persona que lleva dentro y lo difícil está en saber cómo separarlos.
A grandes rasgos, este es el conflicto que plantea El antidisturbios, una obra que la compañía Teatro de Acción Candente ha puesto sobre las tablas del Teatro del Arte, en Lavapiés, con una gran acogida por parte del público.
Un testimonio revelador
La pieza, una puesta en escena de Patricia Benedicto sobre un texto de Félix Estaire que se representa todos los viernes de febrero, se inicia con un jefe de las unidades de antidisturbios (Eugenio Gómez) realizando la grabación de un testimonio revelador.
A través de una estructura sugerente, que cabalga entre lo documental y lo teatral, entre la imagen en vídeo y la imagen real, se plantean distintos momentos en la vida del antidisturbios y su hija estudiante (Lucía Barrado).
Una obra de plena actualidad
Un texto de plena actualidad en estos tiempos convulsos en los que algunas de las manifestaciones que se suceden en las calles de toda España acaban con la actuación de los antidisturbios. Una acción que está representada en la denostada figura del antidisturbios como brazo ejecutor de las pretensiones políticas, bajo el que también se esconden seres humanos individuales e irrepetibles de los que nunca, o casi nunca, tenemos constancia.
“El espectador debe acercarse a la obra con la mente limpia” explica a RTVE.es el autor, Félix Estaire, “sin prejuicios”. La obra, dice, "es polémica para dialogar y ponerse en el lugar del otro, no para criticarlo” y, en este sentido, se muestra orgulloso del éxito que está teniendo, incluso en las redes sociales, donde recibe mensajes anónimos de felicitación y reflexión. “Echamos de menos la visita de algún miembro de la UIP”, explica Estaire. “Ellos piensan que la obra es para atacarlos, pero no es así”, puntualiza.
La obra no defiende a unos ni a otros, pretende establecer un diálogo y, para fomentarlo, la compañía se ha comprometido a dejar entrar gratis a aquellos agentes que acrediten su pertenencia al grupo de intervención policial o al cuerpo de bomberos de la ciudad de Madrid, en consonancia con los últimos acontecimientos tras la manifestación de apoyo a Gamonal en la Puerta del Sol y la calle Génova.
Estaire cuenta que este viernes 7 de febrero se programará un debate especial tras la función y señala que, aunque hay programadores interesados en llevar el espectáculo a otra ciudades, no se atreven a hacerlo “porque dicen que se juegan el puesto”.
El momento en que todo cambia
Todo depende del cristal con que se mira. No es lo mismo ver la vida desde detrás de la visera del casco policial que desde la montura de unas gafas de pasta o que hacerlo desde el parapeto de la mesa de un despacho. Y, desgraciadamente, nuestra visión no cambia hasta que no recibimos un golpe, ya sea real o figurado.
Por eso todo explota cuando el antidisturbios se enfrenta a la realidad de su vida a través de la memoria y se encuentra con la pregunta de qué hacer ahora que el Estado al que sirvió le desplaza, poniéndolo del otro lado.
Preguntas sin respuesta
¿Qué hace un policía de este tipo cuando su hija se convierte en uno más de los manifestantes que salen a las calles de la ciudad? ¿Cómo separar la masa de la persona? ¿El individuo, del uniforme? La obra, como la vida, plantea serias dudas y no ofrece respuestas claras para descargar en el espectador la responsabilidad de sacar sus propias conclusiones.
Con el conflicto generacional como telón de fondo y una puesta en escena minimalista pero muy efectiva, El antidisturbios desnuda a la persona que hay debajo del uniforme, deja volar las ideas que contiene el casco, hace aflorar los sentimientos que acoraza el chaleco, libera la piel de la atrofia de la porra y planta los pies de personaje y espectador en la más certera de las incertidumbres.