Enlaces accesibilidad

El Guggenheim de Nueva York presenta un estudio sin precedentes del Futurismo Italiano

  • "Futurismo italiano: Reconstruyendo el Universo" se inaugura el 21 de febrero
  • La exposición incluye más de 360 obras, algunas nunca vistas fuera de Italia
  • La atmósfera futurista creada evoca la idea de opera d'arte totale

Por
'Velocidad abstracta + sonidos (Velocità astratta + rumore)', de Giacomo Balla (1913¿14)
'Velocidad abstracta + sonidos (Velocità astratta + rumore)', de Giacomo Balla (1913¿14)

Nunca antes se había presentado fuera de Italia un estudio tan intensivo y extensivo del futurismo italiano como el que se expone en el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York desde el 21 de febrero hasta el 1 de septiembre.

Más de 360 obras de más de 80 artistas de diferentes disciplinas, algunas de las cuales jamás habían salido de las fronteras italianas.

Un recorrido por la arquitectura, el diseño, la fotografía, la literatura o la pintura, entre otros campos artísticos del futurismo, hasta su decadencia y fin tras la II Guerra Mundial.

Organizada por Vivien Greene, comisario superior del arte decimonónica y primer arte del S. XX del Guggenheim neoyorquino, la muestra pretende acercar al público estadounidense a un movimiento que le resulta relativamente desconocido, en parte por el distanciamiento que ha supuesto su relación con el fascismo italiano.

La vanguardia del mundo industrial

En 1909, el diario francés Le Figaro publicó el ‘Manifesto futurista’ de Filippo Tomasso Marinetti. En él, su autor trazaba las ideas fundacionales de un movimiento artístico que nace en un contexto de crecimiento económico y agitación social, en la Italia de comienzos del siglo XX.

Con la abolición del pasado, la defensa de la modernización y el elogio de la agresión como líneas maestras, el Futurismo se inició como corriente literaria en Italia, pero pronto abrazó las artes visuales, y posteriormente a la música, el teatro, la moda y la publicidad, y se extendió más allá de las fronteras italianas.

Entre los más de dos mil artistas que estuvieron asociados al movimiento, existió una primera generación cuyas creaciones quedaron marcadas por movimientos dinámicos y formas fracturadas que buscaban romper con las nociones espacio-temporales existentes.

Es así como nace el concepto de opera d’arte totale (obra de arte total), que pone al espectador en el centro de la obra, rodeado por un ambiente completamente futurista. Con la expansión a diferentes medios, el futurismo pretendió ir más allá del mero idioma artístico para convertirse en una nueva forma de vida.

Las pinturas futuristas celebran múltiples formas de comunicación, muchas de ellas posibles por las innovaciones tecnológicas, y corresponde con los temas de modernidad y el concepto de obra de arte total que apuntalaron los valores futuristas.

Su polémica relación con el fascismo

Aunque su identificación con el fascismo italiano no es plena, es cierto que estuvieron ligados en multitud de aspectos. El propio Marinetti, padre fundador del futurismo, participó activamente en el movimiento político fascista, combatiendo en la guerra de Etiopía (1935) y uniéndose como voluntario al bando nacional en la Guerra Civil española.

Martinelli y quienes dieron continuidad a sus ideas artísticas rechazaron la inmovilidad de la sociedad y la tradición. La industria emergente en los inicios del siglo XX, la maquinaria y la velocidad de las metrópolis modernas fueron la principal fuente de inspiración para los futuristas.

En su primera etapa, que abarca hasta 1916, se dio lo que se conoce como “futurismo heróico”, con el héroe individual como figura central. En los años 20 se desarrolló el arte meccanica, influida por la estética de las máquinas y la creciente industria, algo que pronto derivó hacia la temática bélica.

Ya en su última etapa, el futurismo también reflejó la fascinación por lo aéreo tanto en la pintura, con la aeropittura, como en la fotografía, la danza o la cerámica.

La creciente popularidad de la aviación, y la gran importancia que ésta tuvo para el nacionalismo, acercaron los intereses del fascismo italiano con el movimiento futurista.

El propio Marinetti se alistó en las filas del fascismo italiano y apoyó en sus manifiestos políticos las ideas de Benito Mussolini, aunque fue crítico con el movimiento en algunas etapas.

Una exposición única

El propio manifiesto analizado como obra de arte en sí mismo es el punto de partida de una exposición desplegada por orden cronológico, yuxtaponiendo obras en diferentes medios acorde con la diversidad de lenguajes que emplearon los autores del movimiento.

Antes de pasar a otras formas de arte en niveles superiores del museo, el espectador encontrará la exploración que los futuristas hicieron de formas cercanas a la abstracción alrededor de 1911, y sus primeros intentos de fotografía.

A medida que el visitante asciende a las salas siguientes, el recorrido incluye obras de arquitectura, diseño, moda, cubertería, poesía experimental e incluso juguetes.

La exposición está animada por películas que el museo encargó al cineasta documental Jen Sachs, que utiliza imágenes de archivo, fotografías documentales, impresos, escritos, discursos grabados y composiciones musicales para representar el trabajo más efímero de los futuristas y para dar vida a sus poemas de “palabras en libertad”.

Una de ellas refleja las actuaciones y espectáculos provocadores de los Futuristas, conocidos como Serata Futurista, que aunaba la “alta” y “baja” cultura de formas radicales y rompía barreras entre el espectador y el intérprete.

La puesta en escena de la exposición evoca a los conjuntos de la opera d’arte totale que envuelve al espectador en una atmósfera futurista.