De Camerún a España: una odisea para huir de la pobreza
- La mayoría de las 150 personas que saltaron la valla de Melilla el lunes son cameruneses
- Carine nos cuenta su peligroso viaje, en 2004, para sacar adelante a su familia
- Camerún, rico en recursos, es uno de los países más corruptos del mundo
Carine es negra y es madre, y esas dos cosas la han forzado a arriesgar su vida en un peligroso viaje desde su país natal, Camerún, hasta España. En 2004 cruzó el desierto y la frontera de Ceuta. Lo hizo a nado, por las mismas aguas, las cercanas a la playa del Tarajal, en las que el pasado 6 de febrero murieron 15 personas. En total, más de 5.500 kilómetros durísimos que pocas mujeres logran completar. Carine no veía otra opción. Tenía 26 años y una hija con una enfermedad neurológica rara. El dinero que ganaba en Camerún no bastaba para comprar medicinas.
Gastó sus ahorros en pagar a las mafias que trafican con inmigrantes, atravesó el desierto argelino, llegó a un monte marroquí cercano a Ceuta y allí pasó tres meses escondiéndose de los agentes marroquíes. "Nos cazaban como a animales", cuenta, "¿Por qué hablar de derechos humanos si para los negros no hay tal cosa?"
¿Por qué escapar de Camerún?
La mayoría de las 150 personas que el lunes saltaron la valla de Melilla son cameruneses. ¿Por qué escapar de esta ex colonia francesa? Los jóvenes se van por la falta de recursos y de expectativas, coinciden las organizaciones ACCEM y SOS Racismo.
"Ponerse enfermo ya es un drama", nos cuenta el camerunés Marcos Suka. Explica que la mayoría de los trabajos son informales, sin contrato. "Hay una indefensión total y falta de expectativas. Los jóvenes buscan algo que dé sentido a su vida y creen que eso está en Europa". Marcos Suka lleva 22 años en España y aquí ha trabajado como mediador intercultural con jóvenes compatriotas que han entrado por Ceuta o Melilla.
Camerún es rica en madera, petróleo, pesca, café o cacao. "El producto interior bruto del país crece, pero... ¿quién se beneficia de ello? La población no", afirma Carlos, un misionero que ha pasado once años en Camerún. La corrupción tiene mucho que ver. Carlos recuerda cómo en los años 1999 y 2000 Camerún se ganó el puesto de país más corrupto en la lista de Transparencia Internacional. El gobierno reaccionó encarcelando a varios altos funcionarios, pero, opina Carlos, solo fueron cambios cosméticos para lavar la cara ante la opinión internacional. En la lista de la transparencia, Camerún ha avanzado poco: en 2013 era el país 144 de 177, en los últimos puestos de la honradez.
Sin libertad de expresión ni expectativas de futuro
El misionero vivió la incertidumbre política de los años 90. Al principio de la década, una campaña de desobediencia civil llamada villes mortes, ciudades muertas, paralizó Duala, la capital económica. El presidente, Paul Biya, aceptó convocar unas elecciones, denunciadas por fraude, en las que ganó. Lleva en el poder más de 30 años y la libertad de expresión en el país es muy limitada.
Los 90 también fueron años convulsos para la economía. "El FMI impuso medidas muy duras que deterioraron las condiciones de vida de la gente", explica Carlos. "Nosotros lo llamamos Fondo de Miseria Internacional", dice Marcos Suka.
Ahora han llegado nuevas miserias a Camerún. Como en otros países de África, el capital europeo o chino está comprando tierras y exportando productos agrícolas. Esto, denuncian las ONG, hace que se encarezcan los alimentos y que la población local no pueda acceder a bienes muy básicos. Occidente y los países emergentes no solo se llevan los minerales de África. También se llevan sus alimentos.
"Nosotros no queremos salir de Camerún", dice Carine, "en mi país hay de todo. Pero si los de fuera lo compráis todo, ¿cómo queréis que sobrevivamos?" A esta madre coraje le gustaría hablar con los políticos europeos: "Les diría que inviertan en Camerún, en empresas productivas, el dinero que gastan en vallas y deportaciones. Si yo hubiera tenido un trabajo digno en Camerún, nunca habría dejado mi país. Nadie arriesga su vida voluntariamente".
En la ruta hacia España acechan la sed y el miedo
La ruta que Carine emprendió en 2004 es muy parecida a la que hacen ahora decenas de cameruneses, nigerianos, malienses o senegaleses. La sed los acecha en el desierto argelino y el miedo los asalta al llegar a Marruecos. Concha Miquis, responsable del programa de atención humanitaria de ACCEM, explica que la ruta más frecuente se adentra en Níger y atraviesa Argelia hasta llegar a la frontera con Marruecos. La mayoría la cruza a pie y llega al asentamiento de Oujda.
A uno y otro lado de la frontera, muchos se detienen unos meses, para trabajar como peones agrícolas o de la construcción y ahorrar algo de dinero para seguir su camino. El viaje puede durar varios años.
Algunos intentan entrar en España por mar, en lanchas por las que las mafias cobran un pasaje. Otros compran por su cuenta embarcaciones de juguete y se lanzan al mar. Pero los cameruneses suelen optar por entrar por tierra, por las vallas de Ceuta y Melilla.
Carine estuvo tres meses en un monte marroquí, junto a Ceuta. "Fue un calvario", recuerda, "no podíamos dormir por las noches. Hacíamos guardia por si venían las patrullas marroquíes. Y cada noche, en el cambio de guardia, algunos hombres intentaban saltar la valla. Muchos volvían heridos". Recuerda que un día llamó a Médicos Sin Fronteras para que socorriesen a un niño malherido. No se atrevía a ir al hospital por miedo a que lo deportasen.
Las devoluciones en caliente, una práctica antigua
Las mujeres no suelen saltar la valla. Cruzan a nado por la playa. Carine lo intentó cinco veces, por las mismas aguas donde hace dos semanas murieron 15 personas. En cuatro ocasiones se topó con la guardia civil, que la devolvió. Manuel Sánchez, el responsable de ACCEM para Ceuta, Melilla y Andalucía, explica que las llamadas devoluciones en caliente son una práctica muy antigua. La diferencia, dice, es que ahora algunos las graban con teléfonos móviles, pero los inmigrantes denuncian que ocurre desde hace años.
Muchos de los que consiguen entrar a España se trasladan después a otros países europeos. "Nos da la sensación de que España se está convirtiendo en un país de tránsito", dice Concha Miquis. La mayoría busca sus antiguas colonias, por eso muchos cameruneses se van a Francia.
Pocas mujeres cruzan las fronteras de Ceuta y Melilla
El marido de Carine lo tuvo más fácil que ella. Entró por avión, con un visado para participar en un campeonato de fútbol. Su hija mayor, con una enfermedad neurológica, entró también gracias al deporte. Vino a una competición para discapacitados.
3 de cada 4 personas subsaharianas que consiguen entrar en Europa sin permiso de residencia, lo hacen por avión, según los datos de FRONTEX. Aprovechan visados temporales para entrar y se quedan. Pero los focos apuntan a las vallas y las pateras.
Carine es un nombre falso. Ya tiene permiso de residencia, pero no quiere revelar su identidad. Cuenta que ser madre de una niña enferma le dio valor para cruzar la frontera. Y dice que ser negra, hoy en día, sigue siendo un enorme obstáculo. "En el mundo hay muchas fronteras. ¿Por qué en las fronteras donde hay negros hay masacres y casi nadie dice nada?"