Si Rithy Panh se llevara el Oscar
- Alabama Monroe y La caza representan el cine de autor europeo
- La gran belleza es la favorita y Omar tiene nulas opciones
- L'image manquante (The missing picture) es una de las grandes películas del año
Mil veces hemos escrito -y lo seguiremos haciendo- que los Oscar es el puñetero invento del imperio y del mercado para hacer más dinero, más dólares y llevar al quinto pino del mundo una forma de pensar y una forma de sentir. Lo han hecho tan bien que el 90% del planeta prefiere diez veces antes ver una basura norteamericana que intentar aproximarse a algo distinto o diferente.
Dicho esto, es difícil sustraerse a la feria hollywoodiense, aunque sea para criticarla, aunque sea para destacar algunas de las migajas que ellos suelen seleccionar, por aquello quizás de cuidar las apariencias.
Alabama Monroe y La caza, cine de autor
Siguiendo su estética, esa de los cuentos de narrativa formal, las dos películas que más se acercan a su gusto cinematográfico es Alabama Monroe, del realizador danés Félix Van Groeningen, que cuenta la amargura y la aspereza de una pareja que se han emborrachado hasta los tuétanos de amor y lo hace de una cierta estética country, muy al gusto gringo, aunque ese gusto sea amargo y casi envenenado. Pero en esa línea está un montón de gente del imperio como los Hermanos Coen, Jim Jarmusch o el increíble John Sayles.
En esta línea de cine indie y de autor norteamericano podría situarse La Caza, del también danés Thomas Vinterberg, discípulo del gran Lars Von Triers y que maneja con habilidad y hondura lo accidental que puede ser la vida: una pequeña que repite un lenguaje obsceno que escucha a sus hermanos mayores, consumidores de cine porno, y que lo pone en boca de su maestro, al que adora pero al que castiga por no hacerle el caso que la niña exige o desea. Tremenda esta película que, sin embargo, pasó sin pena ni gloria por las salas de este país.
Las nulas opciones de Omar
Omar, del palestino Hany Abu-Assad, no debería tener una sola opción de llevarse la estatuilla sin que a alguien en la Casa Blanca no se caiga la copa de brandy.
Omar es un bofetón en la cara de quien levantó el muro de la vergüenza, es un tiro en el tobillo a quienes desde un despacho esbozan líneas, rayas y fronteras. Si ganara Omar, podríamos pensar que se bebe más en Norteamérica de lo que parece.
Las apuestas, a favor de Sorrentino
Las apuestas están a favor de la gran Italia, esa cinematografía a la que le cuesta salir de Visconti, Fellini, Pasolini y Rosellini y no es para menos, vaya pandilla de grandes del cine, aunque gentes como Olmi y Moretti no se han cansado de repetir que sería imposible este movimiento sin el sufrimiento de una Italia que ha sabido llorar al mismo tiempo que limpiarse la nariz.
De esta manera es muy difícil que se le escape la victoria a Paolo Sorrentino, este diablo cojuelo napolitano que después de dibujar la caricatura de Julio Andreotti ha querido homenajear a todo el cine italiano con La gran belleza, una película facilonga, decrépita, decadente pero que una dèbile crítica internacional adora per se.
Un mundo fácil se le presenta a la academia de Los Ángeles con Sorrentino, ¿para qué premiar un mundo tan hostil como el representado por Omar?, ¿por qué destacar ese cine de autor tan europeo y que tanta competencia les crea por festivales y academias, como el representado por La Caza o Alabama Monroe?
Rithy Panh, la mayor emoción cinematográfica
Pero si me preguntan ustedes qué película de estas candidatas me ha llegado más a la emoción cinematográfica, si quieren saber cuál es para este cronista la más idónea, esa es la realizada por uno de los grandes documentalistas de Asia, Rithy Panh. Superviviente en los campos de concentración de los terribles jémeres rojos y autor de L'image manquante (The missing picture), probablemente la última gota cinéfila del genocidio camboyano.
Hollywood premiaría una de las grandes películas del año, galardonada en la sección Una cierta mirada de Cannes, producida por esa vieja Europa que aún le queda los vestigios de colaboración para otro cine posible, se acordaría de un cineasta cuyo única referencia internacional es Patricio Guzmán, pero justo al otro lado del mar. Fue tan horrible el infierno de Camboya que los jemeres rojos fueron eliminando y destruyendo archivos y huellas de su crimen; Rithy Panh construye desde la plastilina y la animación las imágenes que el crimen destruyó.
Oscar 2014, sería excepcional que fuera para Camboya, sin desdeñar los aciertos de Sorrentino, Groeningen, Vinterberg y Abu-Assad, pero de la misma manera que fue hermoso el Oscar para Irán, en esta ocasión… me parece que ese punto de cines del mundo que deben ser visto y oído es L’image manquante. Otra historia es lo que luego decidan, allá por California.