Rusia eleva la tensión en Crimea para forzar una negociación favorable con Ucrania
- Javier Morales: "Ningún actor ganaría con un enfrentamiento armado"
- Las autoridades de Kiev reconocen que están mal equipadas
- La OTAN no tiene ninguna obligación con Ucrania
- Rusia podría usar el arma del gas contra Europa
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La península de Crimea está prácticamente ya en manos de Rusia. La autoridad del estado central ha desaparecido en la región, mientras soldados prorrusos sin insignias controlan las principales infraestructuras civiles y militares.
No obstante, un conflicto bélico abierto parece improbable en este momento, al menos, mientras Rusia limite su acción a mantener Crimea en su órbita y no intente ocupar las regiones industriales del este del país.
Ni los actores internacionales desean las consecuencias que se podrían derivar de una guerra regional, ni Ucrania tiene capacidad para defender, por sí sola, su integridad territorial.
Conflicto improbable
"Ningún actor ganaría nada con un enfrentamiento armado", ha declarado a RTVE.es Javier Morales, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea, y especializado en Rusia.
"Una guerra supondría el aislamiento de Rusia, relegada como un actor de segundo orden y apartada del resto de potencias, algo que [el presidente ruso, Vladímir] Putin ha intentado evitar en estos 14 años en el poder. No encaja con su estrategia después del esfuerzo de los Juegos de Sochi ", añade Morales. Precisamente el domingo, Barack Obama advertía a Putin de que cualquier intervención militar tendría "un coste".
"Probablemente, Rusia perdería más por un pequeño territorio como Crimea, y Occidente por una confrontación con un país nuclear", ha explicado Morales, mientras que Ucrania se arriesga a "una guerra civil".
El profesor de la Universidad Europea cree que Putin no puede justificar la intervención militar como una acción humanitaria para proteger a los ciudadanos de etnia rusa. "Esto no es Georgia en 2008", precisa, en referencia a la breve guerra entre Georgia y Rusia, cuando fue el gobierno de Tiblisi quien inició las hostilidades con la provincia rebelde de Osetia de Sur.
"El uso de la violencia necesita un argumento sólido. Putin dice que los fascistas han llegado al poder en Kiev, y que por tanto peligra la vida de los ciudadanos prorrusos. Ese escenario aún no se ha dado", subraya Morales.
El profesor cree que la intención del presidente ruso no es afrontar estos riesgos, sino sentarse a negociar e imponer sus condiciones. "Estas pueden ser volver al acuerdo del 21 de febrero", por el que el presidente Víktor Yanukóvich se comprometía con la oposición a adelantar elecciones y regresar a la Constitución de 2004. Dicho acuerdo quedó en papel mojado por la oposición de los manifestantes, que forzaron la destitución del presidente.
"Restaurar a Yanukóvich es imposible, pero puede variarse la composición del Gobierno para incluir a diputados del este del país [mayoritariamente prorruso], que no están representados", apunta Morales.
"La UE debe reconocer también que tiene parte de responsabiidad, porque el acuerdo fue alcanzado con la mediación de la UE, y luego la oposición lo incumplió e hizo caer a Yanukóvich", añade.
Morales cree además que los medios de comunicación internacionales, así como la propia UE, han subestimado la presencia de grupos ultranacionalistas y de extrema derecha entre los manifestantes, y presentes ahora en el Gobierno interino. "La población rusoparlamente del este y el sur ha podido sentir miedo", concluye.
Disparidad militar
Fuentes citadas por las agencias internacionales destacan también que la disparidad de fuerzas hace muy difícil una respuesta armada de Ucrania, un movimiento que podría desencadenar las hostilidades.
El Instituto Internacional para Estudios Estratégicos (IISS en sus siglas en inglés) cifra todo el personal militar de Ucrania en 129.950. Rusia, por su parte, ha movilizado en unas maniobras a 150.000 soldados solamente en su región militar.
Las propias autoridades ucranianas han admitido que sus tropas están mal equipadas, con armamento que en muchos casos proviene de la extinta URSS.
La presencia del Ejército ucraniano en la región aútonoma se limita a una brigada de 3.500 hombres con artillería y armas ligeras, según asegura The New York Times.
Por el contrario, Rusia ya tenía importantes bases en la península, sede de su flota del Mar Negro. Los soldados rusos solo han tenido que traspasar su perímetro y desplegarse (lo que de hecho viola los tratados bilaterales, por lo que el Gobierno de Kiev habla de "invasión").
Las Fuerzas Armadas ucranianas, además, aparecen divididas. La propaganda rusa habla de deserciones en masa, difíciles de comprobar, pero sí es cierto que en las últimas horas, un almirante, Denis Berezovski, ha desertado y ha jurado fidelidad al gobierno autónomo.
Otra posibilidad es que se formen guerrillas de voluntarios nacionalistas, tal y como han pedido ya los ultraderechistas del Sector de Derecha, muy activos durante los enfrentamientos con la Policía en Kiev que provocaron el cambio de poder en Kiev.
El papel de la OTAN
La OTAN no tiene ninguna alianza formal con Ucrania, aunque tanto Estados Unidos como la Unión Europea (UE) no han escondido su apoyo al movimiento callejero y a los partidos de la oposición que han acabado con el poder de Yanukóvich.
El país ha participado en varios ejercicios de la Alianza Atlántica, y mantiene una comisión consultiva con ella que podría reunirse en los próximos días.
En 2008, durante la guerra de Georgia, EE.UU. envió barcos al Mar Negro para mostrar apoyo diplomático, pero no hizo nada más. Se da la circunstancia de que la Marina estadounidense tiene dos buques de guerra en la zona como apoyo a la seguridad durante los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi.
La Alianza podría también multiplicar sus ejercicios militares en las fronteras con Rusia. En noviembre están previstas las maniobras denominadas Steadfast Jazz en el Báltico.
Ucrania sí está teóricamente protegida por el Memorándum de Budapest de 1994, firmado por Rusia, EE.UU. y Reino Unido, donde a cambio de su desnuclearización, estos países se comprometían a garantizar la soberanía de la nueva república, que accedió a la independencia en 1991, tras la desaparición de la URSS.
Otras vías posibles para presionar a Rusia son las de las sanciones diplomáticas y económicas. Las potencias del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) han anunciado que no acudirán a la próxima cumbre, prevista para junio en Sochi.
El arma del gas
Rusia, por su parte, tiene también el recurso "pacífico" al "arma del gas": Ucrania depende del combustible que le facilita su poderoso vecino. Rusia interrumpió el suministro en 2006 y 2009 para promover sus intereses políticos en el país.
Si Moscú cierra la espita de los gasoductos, varios países del centro y sur de Europa se verán también afectados. Por Ucrania pasa el gas que llega a Alemania, Polonia, Austria, República Checa o Grecia, entre otros, según datos de la Agencia de Información Energética de EE.UU.
Desde entonces, la UE ha intensificado sus esfuerzos por diversificar sus suministros y reducir la posición dominante de Gazprom en los mercados europeos, pero de momento no lo ha conseguido, como recuerda Gonzalo Escribano, del Real Instituto Elcano.
Putin ya ha jugado esta carta en la actual crisis, cuando prometió a Yanúkovich una sustancial rebaja en el precio del gas, como parte de un paquete de rescate de la economía ucraniana, para alejar al país de la unión económica con la UE.
El barril de crudo Brent para entrega en abril ha abierto al alza este lunes en el Intercontinental Exchange Futures (ICE) de Londres al cotizar a 110,75 dólares, 1,68 dólares más que al cierre del viernes.
Cualquier guerra económica perjudicará sin embargo a la propia Rusia que no pasa por su mejor momento, y la inestabilidad de la situación internacional retraerá las inversiones.
Las consecuencias de la tensión se están dejando ya sentir en la economía. El rublo ha caído a mínimos históricos ante el dólar y el euro en la Bolsa Interbancaria de Divisas de Moscú. La Bolsa moscovita ha bajado en la apertura y el Banco Central de Rusia (BCR) se ha visto obligado a elevar su tasa principal de interés del 5,5% al 7%.