Esteban Crespo pierde el Oscar al mejor cortometraje de ficción frente al danés 'Helium'
- Cuenta la historia de un trabajador de un hospital infantil
- Aquel no era yo era la única opción española en esta edición
- Así te hemos contado la gala minuto a minuto
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Helium, del danés Anders Walters ha arrebatado el Oscar a Aquel no era yo, de Esteban Crespo. El cortometraje cuenta la historia de un trabajador de un hospital para niños que conoce a un pequeño con pocas esperanzas de vida. Entonces le habla sobre "Helium", un lugar donde los niños pequeños pueden ir a "descansar". Un lugar alternativo al cielo.
El cortometraje de Crespo, ganador del Goya a mejor cortometraje de ficción en la pasada edición de los premios al cine español, era la única baza española en los Premios de la Academia de Hollywood después de que se hubiesen quedado fuera el hispano-alemán Daniel Brühl y el largo de animación O Apóstolo. Aquel no era yo tenía como rivales por el premio a Just Before Losing Everything, Helium, Do I Have To Take Care of Everything? y "The Vooman Problem. El cortometraje de Crespo trata la historia de un niño soldado africano.
Aquel no era yo parte del contacto del director con el continente africano como cooperante. “Estuve en Guinea Ecuatorial y Namibia, no en las zonas armadas más conflictivas”. Su experiencia se completó con relatos de primera mano para confeccionar el guion. “También entré en contacto con todas las ONG porque era un momento en el que se habían unido todas las que trabajan con niños: Save the children, Amnistía Internacional, etc., desde la más grande a la más pequeña. Nos prestaron ayuda, información, leyeron el guion y nos dieron sus opiniones”.
Aquel no era yo, protagonizado por Alejandra Lorente, Gustavo Salmerón y Babou Cham, reúne a una cooperante española con un niño soldado en una encrucijada de violencia y redención que ha cosechado más de 90 premios internacionales (entre ellos el Goya a mejor cortometraje en 2013) y que, como colofón, se ha convertido en el quinto cortometraje español nominado al Oscar de la historia (ninguno ha conseguido el premio)
Esteban Crespo lleva desde el pasado 3 de febrero en Los Ángeles, con la habitual tournée promocional. El 10 de febrero acudió al almuerzo de nominados, en el que posó junto a Cate Blanchett en la tradicional foto de grupo. “No soy muy mitómano y no voy a pedir autógrafos”, declaraba antes de partir a EE.UU, “pero soy muy de Uno de los nuestros y Toro Salvaje, de Scorsese. No he visto El lobo de Wall Street y, en mis pesadillas, se me acerca Scorsese y me dice «he visto tu corto», y yo no puedo decirle nada”, bromea.
Rodado en inglés y español “por una cuestión de credibilidad”, el mayor desafío a priori -el casting de niños soldados- resultó lo más fácil. “Fue duro pero tuve una suerte grandísima porque al protagonista le encontré el primer día y eso te relaja. Porque el problema era encontrar un niño de 12 años con tantos matices: tenía que parecer un indefenso y en otro momento el ser más sanguinario de mundo”. Para parte del casting colgaron carteles por el barrio de Lavapiés. Los niños no hablaban inglés “ni ninguno de los tres conductores sabía conducir”, recuerda. El resultado, sin embargo, es asombroso en cuanto a su verosimilitud. El drama se combina con un contundente giro argumental que es el secreto del éxito de Aquel no era yo.
Parece además que la temática de los niños soldados despierta sensibilidades en Hollywood. El año pasado la dura ábula Rebelde se coló en la categoría de Mejor película de habla no inglesa. Su director Kim Nguyen (que también fue cooperante en África), afirmaba en RTVE.es que existía futuro para África. ¿Comparte Crespo el optimismo? “Sí, estoy convencido de que hay futuro y esperanza sin lugar a dudas. África es un continente maravilloso. Todo el que ha viajado se enamora. Al final, no son ellos, somos todos: el problema de África es global”
Del Goya a Hollywood
Crespo, de 42 años, se inició tarde en la dirección. Estudió arquitectura de interiores y cuando finalizaba sus estudios, realizó un cortometraje. “Me di cuenta de que me había equivocado”. Ahora vive un momento dulce. En Los Ángeles, los nominados viven un cortejo por parte de la industria estadounidense. Una situación que contrasta con la poca repercusión industrial que supone ganar un Goya. “Estoy encantado de tener un Goya y es un orgullo tremendo porque es tu profesión votándote y es maravilloso, pero, en España, los que mandan en la industria no ven cortos. Ni un solo productor me llamó tras el Goya para preguntarme si tenía algo. No te digo para contratarme, sino para preguntarme si tenía algún proyecto aunque, si te reciben, ya tienen una referencia”, sostiene. “En cambio, tras una entrevista que me hicieron al superar la shortlist de 10 finalistas a los Oscar, ya hizo que me llamaran productores”:
Ilustra con un dato la diferente consideración. “Solo con la nominación ya soy académico de Hollywood. Sin embargo, tengo un Goya y no soy académico de España. Los cortos no podemos serlo”.
El director presume del estado del mundillo de los cortos. “Antes era un sitio donde se aprendía; ahora mismo es un formato. En esta crisis hay un montón de directores superválidos que no podemos dar el salto al largo y estamos haciendo cortos. Y nuestros cortos ganan 100 veces más premios y tienen un movimiento internacional a años luz de los largos. Han ganado en Berlín, Sundance, Clermont-Ferrand… Ahora vamos a los Oscar. Nuestro nivel de cortos, internacionalmente, es mucho más alto al nivel de largo. Pero si ni las instituciones se enteran ¿cómo queremos que se entere la sociedad?”, lamenta.
Crespo lo tiene claro si aparece el dilema entre continuar su carrera en España o una eventual oferta en EE.UU. “Tengo un motón de entrevistas con agentes y productores muy gordos. Aunque Los Ángeles es así: son entrevistas que muchas veces no llegan a nada. Yo voy abierto absolutamente de mente. De repente, me han ofrecido trabajos pero no sé qué va a ser de mi vida. Lo normal es que mi futuro inmediato esté en España, pero estamos pasando una crisis muy gorda. EE.UU. es un mundo que no controlo. No lo descarto, pero no quiero cometer errores”, concluye.