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Hollywood recompensa dos pájaros de un tiro

  • 12 años de esclavitud repara la carencia de películas sobre esclavitud
  • Gravity, además de revolucionaria, es un taquillazo en tiempos de crisis

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Alfonso Cuarón y Steve McQueen
Alfonso Cuarón y Steve McQueen

Por segundo año consecutivo, la gala de los Oscar rompe la habitual tradición de encadenar los premios de mejor película y mejor director. Pero, si bien el año pasado la ganadora a mejor película (Argo) obtenía prácticamente los mismos premios que la ganadora a mejor director (La vida de Pi) y, por tanto, se podía considerar triunfadora de la noche, este año el veredicto salomónico de la Academia de Hollywood deja la interpretación abierta: ¿Cuál es la mejor película del año?

Se repite de algún modo el resultado de 1972. Cabaret ganó 8 Premios Oscar incluyendo el de director para Bob Fosse, pero El Padrino obtuvo cuatro entre los que se encontraba el de mejor película. Parece que Hollywood se ha dividido ahora entre una reparación moral histórica y la rendición ante una película visualmente fascinante y gran triunfadora de la taquilla este año. Ellen DeGeneres bromeaba al comienzo de la gala: “Hay dos posibilidades esta noche: una, que Steve McQueen gané el Oscar a mejor película. Y dos, que todos vosotros seáis unos racistas”. Steve McQueen (y su guionista John Ridley) no han dejado de repetir como una divisa, desde que la película se estrenó en el festival de Toronto, una realidad sorprendente: no había ni 20 películas centradas en la esclavitud. Dos de ellas, además, son de 2013: Lincoln y Django, el año en el que Michelle Obama anunciaba el Oscar a mejor película desde la Casa Blanca.

"La elección de Obama ha ayudado a pensar sobre racismo y nuestra historia", decía John Ridley en RTVE.es. Una opinión que secunda McQueen: “Todo el mundo quería hacer películas así antes, pero ahora sienten que pueden contarla a causa de este presidente. El problema es si cuando Obama no sea presidente se harán estas películas. Veremos".

La sensación es que 12 años de esclavitud viajaba a favor de viento y, más que una película, cumplía la labor de cicatrizar una carencia fílmica endémica sobre una de las grandes vergüenzas de la historia de EE.UU. Steve McQueen ha realizado su película menos experimental, pero no la menos personal. Lleva más de seis años con un proyecto que se encomendó como una misión casi divina. ¿Explica la mala conciencia nacional el triunfo de 12 años de esclavitud? No hay manera de demostrarlo.

Lo que sí está claro es que Hollywood ama a Gravity casi tanto como a la película de McQueen. Y no principalmente por su innovación audiovisual y maestría absoluta. Gravity es, con mucha diferencia, la película más taquillera de las nominadas a mejor película, (510 millones de euros en EE.UU.) doblando a su inmediata perseguidora El lobo de Wall Street. Y Hollywood es sensible a películas de calidad que revientan la taquilla. Si este siglo ha laureado a El señor de los anillos: el retorno del rey o Avatar, la lógica apuntaba a que la película de Cuarón se coronase como mejor película.

Gravity, debió ganar por revolucionaria y por ser cine puro, más allá de lo elemental de su argumento. Pero nada de eso le hubiera dado el Oscar sino se complementará con su pasmosa facilidad de formar colas en las salas en tiempos de deserción de espectadores. Aun más: Gravity genera esa frase que ya parece pertenecer a una lengua muerta: “Esta película hay que verla en el cine”.

Y cuando dos lógicas confluyen a veces se llegan a compromisos que rompen el sentido común. La Academia eligió moral junto a talento y negocio. Como resultado hay más ganadores que nunca. Y tampoco es malo: Hollywood recompensa dos pájaros de un tiro y queda en paz con Cuarón y la esclavitud.