Al Qaeda extiende unos tentáculos menos letales para Occidente 10 años después del 11M
- La organización ha extendido el yihadismo global y ha resistido tras Bin Laden
- Ha fracasado en perpetrar macroatentados y se ha enfocado en la agenda regional
- Al Qaeda en el Magreb Islámica es la gran amenaza en la puerta de Europa
- El mundo está más preparado que hace diez años pero la amenaza persiste
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La tentación de escribir el obituario de Al Qaeda en la última década se ha demostrado precipitada. Diez años después de 11M, el último gran atentado de la red islamista en Europa, la organización ha sufrido duros reveses, entre ellos la muerte de su líder Osama bin Laden, pero ha sabido renovarse, extender el yihadismo global y condicionar las políticas de seguridad de los Estados.
“Los atentados del 11M prácticamente han supuesto un punto de inflexión en la situación de Al Qaeda”, señala a RTVE.es Luis de la Corte, director del área de estudios estratégicos y de inteligencia del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la Universidad Autonóma de Madrid. Tras matar a 192 personas en los trenes de cercanías de Madrid en 2004, un año después la organización sembró el terror en Londres en un cadena de ataques de gran magnitud, pero desde entonces no ha completado un atentado así en suelo occidental.
“La capacidad de Al Qaeda para atentar en Occidente se ha visto muy mermada. Y eso es una tendencia general. Ha ido perdiendo capacidad operativa en la segunda mitad de la década”, añade el profesor.
Además de su incapacidad para replicar ataques tan letales como los del 11S y 11M, Al Qaeda no ha logrado “provocar el colapso económico occidental” ni “socavar los cimientos del orden social en las sociedades abiertas”, apuntan los expertos Fernando Reinares y Bruce Hoffmann en su informe La estrategia central continuada de al Qaeda y la trayectoria de su inquietante liderazgo.
Y, en clave interna, ha fracasado en movilizar a su favor al mundo islámico e incluso su popularidad se ha visto progresivamente mermada en tanto que desde 2004 la mayoría de las víctimas de su terrorismo global son musulmanas. La organización liderada por el egipcio Ayman al Zawahiri no ha desempeñado papel alguno en el origen y desarrollo de las revueltas árabes, no ha expulsado a EE.UU. de Oriente Medio y sigue sin adquirir relevancia en el conflicto palestino-israelí.
Y a esta lista de fracasos se suma el golpe que acabó con su aura de indestructibilidad el 2 de mayo de 2011, cuando las fuerzas especiales estadounidenses abatieron a tiros en su casa pakistaní de Abottabad al líder carismático y fundacional de la organización, Osama bin Laden.
Al Qaeda extiende sus tentáculos
Además de Bin Laden, la organización ha perdido a numerosos dirigentes –que han sido detenidos o asesinados en la última década- pero ha sabido extender su urdimbre a través de filiales y organizaciones locales tan radicales y mortíferas como la original.
Por un lado dio autonomía a conglomerados militantes que hasta finales de 2001 estaban bajo su disciplina o se fusionó con organizaciones yihadistas que le permitieron tener presencia en países o regiones donde no había conseguido adquirir relevancia. Así aparecieron, entre 2003 y 2007, Al Qaeda en la Península Arábiga y Al Qaeda en el Magreb Islámico.
“La organización terrorista ha optado por priorizar las agendas locales y regionales, por potenciar la actividad en países del mundo árabe y musulmán que, además de tener un elevado grado de conflictividad y problemas políticos, económicos sociales, tiene unas estructuras políticas más frágiles. Es el caso de los Estados fallidos: Somalia, Afganistán, ciertas áreas de Pakistán, Yemen, el Sahel, donde hay una ausencia de Estado que permite a los terroristas operar con impunidad”, subraya Luis de la Corte (ver Los santuarios islamistas).
Tener una franquicia de Al Qaeda en el patio trasero de Europa es hoy una de las grandes amenazas que condicionan las políticas de seguridad de los gobiernos. Hay una hidra terrorista que recorre de oeste a este el Sahel, un terreno de nadie semidesértico e inhóspito en el que los radicales islamistas gozan de total impunidad. Terroristas, insurgentes, criminales, delincuentes, señores de la guerra, tribus… Cada vez resulta más difícil definir a estos actores violentos no estatales, que se financian con los rescates de secuestros de occidentales y el tráfico ilegal de armas y drogas.
Su músculo operativo se demostró con el secuestro de la planta de gas de In Amenas el año pasado en Argelia, y su afán expansionista ha quedado patente en la guerra de Mali, donde la liberación del norte del país para convertirlo en un estado islámico acabó con la intervención militar de Francia en su excolonia.
Siria e Irak, plataformas terroristas
Hay organizaciones con las que Al Qaeda ha venido estrechando vínculos desde el 11S, cuyos máximos exponentes son Therik e Taliban en Pakistan y Al Shabab en Somalia, autora esta última del ataque al centro comercial Westgate en Kenia. Y en los últimos tiempos, la guerra en Siria ha regado el semillero terrorista con grupos ligados a Al Qaeda, como el Frente al Nusra, la principal fuerza yihadista que opera en Siria desde 2012, el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), una rama que se escindió de al Nusra y que es la responsable del secuestro de los periodistas españoles Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova. Esta amalgama de grupos terroristas es la que ahora lidera la ofensiva armada contra el régimen de Bachar al Asad.
Y, es más, Al Qaeda utiliza la guerra siria como plataforma para expandirse e imponer su ley y, dos años después de la salida de las tropas estadounidenses de Irak, las banderas negras del EIIL ondearon este año en Faluya y Ramadi no sin antes cobrarse más de de un centenar de muertos. El emirato del terror no se detiene ahí y tiene a Líbano en su punto de mira.
“Al Qaeda siempre ha jugado a dos bazas, lo que en su lenguaje ha llamado la guerra contra el enemigo lejano (Occidente) y la otra contra el enemigo cercano, que se corresponde con los regímenes de países árabes y musulmanes que considera apóstatas, corruptos y prooccidentales”, explica De la Corte. "Se puede hablar de un cambio de prioridades, aprovechando las circunstancias, y forzado porque se ha vuelto más difícil atentar en suelo occidental, pero no ha descartado promover actividad violenta, yihad, en España” y Occidente, añade.
Un terrorismo sin líderes
Condicionado por esa falta de capacidad operativa, la yihad ha adquirido nuevos rostros, el de los conocidos como “lobos solitarios”, individuos que inspirados en Al Qaeda perpetran atentados (o lo intentan). “La metáfora es muy llamativa para los medios y el público. Lo que mucha veces se presenta como lobo solitario no lo es tanto. Normalmente los atentados que perpetren individuos de forma independiente tienen una menor peligrosidad, pero son difíciles de detectar”, apunta De la Corte.
“Al Qaeda trata de inspirar atentados más que de planificarlos y ejecutarlos“
Jóvenes que se autoradicalizan y abrazan el extremismo en un viaje que muchas veces pasa desapercibido para las fuerzas de seguridad. Como los hermanos Tsarnaev y su macabro atentado de la maratón de Boston, efectista y poderosamente desgarrador para una sociedad que revivió los fantasmas del 11S. Algunos lo intentaron sin éxito como Faisal Shahzad, el americano-paquistaní de 32 años que puso un coche-bomba en Times Square, en Nueva York, en un ataque frustrado en 2010, similar al cometido en la víspera de Navidad meses antes por Abdul Farauk Abdulmutallab. Fuera de EE.UU. también ha habido ejemplos. Omar Sheikh fue uno de los primeros en lanzarse a la yihad global en Reino Unido y Mohammed Merah disparó a bocajarro a siete personas, entre ellas tres niños, en un colegio judío en la ciudad francesa de Toulouse.
“Al intentar seguir cometiendo atentados en Occidente, Al Qaeda trata de inspirar atentados más que de planificar, preparar y ejecutarlos con sus propios recursos. Es lo que se ha llamado una estrategia de terrorismo sin líderes”, añade.
Prevención ante las amenazas
Para hacer frente a los nuevos o viejos rostros de la yihad los expertos coinciden en que los gobiernos están más preparados. “El progreso en la eficacia de la lucha antiterrorista ha sido enorme en los países occidentales, y tiene que ver, fundamentalmente, con la inversión en recursos materiales y humanos”, apunta Luis de la Corte. “Se ha puesto más dinero y personas en rastrear cualquier indicio de amenaza yihadista para neutralizarlo antes de que se concrete, se ha ido acumulando experiencia e información y conocimiento. Y también hay mayor cooperación internacional a nivel judicial de seguridad e inteligencia. Se ha tomado conciencia de que la amenaza es compartida entre países y continentes en un plazo relativamente corto”, añade.
“El capítulo final de la larga y sangrienta historia de Al Qaeda aún no se ha escrito“
"El terrorismo se basa en la capacidad de sorprender y ahora mismo estamos alerta. Nos hemos adaptado y hemos sabido responder”, explica a RTVE.es el capitán de fragata Federico Aznar, profesor del Centro Superior de Estudios para la Defensa Nacional y autor de El terrorismo global y los lobos solitarios. “La base del éxito de este año frente al terrorismo islamista ha sido el conocimiento. Sabemos quiénes son, cómo operan”, señala, y añade que “atajar el proceso de radicalización es la estrategia más rentable” para evitar atentados.
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Un ataque como el del 11M es, según los expertos, más difícil que hace diez años, pero en modo alguno se puede decir que la amenaza del terrorismo yihadista esté erradicada. De hecho, se actualiza con los años, y uno de los mayores riesgos a medio plazo es el posible regreso a Europa –y también a España- de yihadistas combatientes en Siria (ver España, objetivo y cantera de los yihadistas).
“El capítulo final de la larga y sangrienta historia de Al Qaeda aún no se ha escrito”, concluyen Hoffman y Reinares. “Desde el 11S ha demostrado ser una organización altamente resistente capaz de adaptarse a las circunstancias, pese a las pérdidas graves de liderazgo y la disminución de recursos (…) Estas características garantizan tanto que la batalla final contra al Qaeda todavía no se ha luchado y en los próximos años el movimiento podría asumir nuevas y diferentes formas imprevistas y, por tanto, serán necesarios un enfoque y unos medios totalmente diferentes para eliminarlo”.