El Pirulí se queda huérfano
- Su arquitecto, Emilio Fernández Martínez de Velasco, ha fallecido a los 73 años
- Con sus 220 metros, Torrespaña fue el pico de Madrid durante 25 años
- Para su creador solo era "un fuste con una cesta" y una "obra correcta"
- Desde el área de Arquitectura de RTVE edificó la mayoría de sus instalaciones
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Se construyó en apenas 12 meses, entre febrero de 1981 y marzo de 1982. Costó 350 millones de pesetas -aunque se presupuestó en 257 millones-, unos 2,1 millones de euros. Con 220 metros de altura fue el pico más alto de Madrid durante 25 años -hasta que se construyeron las Cuatro Torres Business de la Castellana- y, a día de hoy, su silueta sigue siendo vanguardista y un icono fundamental del cielo madrileño.
Y, a sus 32 años, el Pirulí -Torrespaña es su nombre real- se ha quedado huérfano. Su padre, el arquitecto Emilio Fernández Martínez de Velasco, falleció el pasado 3 de marzo, a los 73 años, tras una larga enfermedad. Los caprichos del destino: ese mismo día de 32 años antes, el Pirulí, recién acabado, era presentado a la prensa.
"Mi padre siempre decía que el Pirulí simplemente era un fuste con una cesta. Una obra correcta, pero nada más", explica a RTVE.es Daniel Fernández, el segundo de sus tres hijos, sobre su padre, quien trabajó durante casi 40 años en RTVE (Radio Televisión Española) hasta su jubilación en 2005, 33 de ellos como jefe del departamento de Arquitectura.
Pese a que Martínez de Velasco estaba más orgulloso de otras obras, especialmente de la Casa de la Radio de RNE en Prado del Rey, para él, según su hijo, Torrespaña fue "un hito" porque fue "increíblemente barato y por la responsabilidad que suponía llegar en plazo" -debía estar operativo para el Mundial de Fútbol España 82, lo que se consiguió con su rápida ejecución: las obras empezaron el 17 de febrero de 1981, la torre acabada se presentó el citado 3 de marzo de 1982 y la inauguraron los reyes el 7 de junio, aunque ya llevaba unos días operativa-.
De esos meses frenéticos, Daniel, que subió por primera y única vez al Pirulí con 10 años cuando se inauguró, recuerda el "enorme desgaste" que supuso para el arquitecto la ejecución de la obra: "Ese año para él fue tremendo, se le quedó el pelo blanco en cuestión de meses y dormía una noche de cada dos porque se quedaba trabajando, aunque siempre estuvo contento de que saliera tan barata y en plazo".
La difícil relación con el Pirulí
La relación de Martínez de Velasco con su obra más emblemática, que para él fue más un trabajo de ingeniería que arquitectónico, siempre fue un poco de amor-odio: "Es la de un padre con un hijo excesivamente popular o brillante con respecto al resto de la prole", declaraba en 1986 en una entrevista con el diario Ya.
"Es como tener 20 hijos y que solo se conozca a uno. Y para un arquitecto, una torre solo es un palo, un punto de emisión en altura", cuenta a RTVE.es sobre los sentimientos encontrados de su amigo, Leonardo García, arquitecto jubilado de RTVE que trabajó con Emilio desde 1986 a 2005.
Según este colega, al padre del Pirulí "le pasmaba la fascinación de la gente por un trabajo que había sido muy sencillo". Su hijo Daniel, por su parte, destaca que también estaba satisfecho de que la torre "gustase y no hubiera sufrido la repulsa de los ciudadanos".
"Fue un hito tecnológico por el trabajo interdisciplinar que requirió y un ejemplo de trabajo en equipo. Además, fue un símbolo de Madrid y de la España de la época", afirma.
En definirlo como "un hito en su carrera" coinciden también Isabel Fernández y José Luis Arroyo, que trabajaron codo con codo con Martínez de Velasco en el antiguo departamento de Arquitectura de RTVE, creado en 1972 y hoy convertido en Unidad de Proyectos, Obras y Mantenimiento, bajo la dirección ahora de Arroyo.
Ambos también subrayan que Torrespaña se convirtió en "emblema identificativo de RTVE", y sigue siéndolo.
Su sello en RTVE
Pero Martínez de Velasco fue algo más que el arquitecto del Pirulí. Mucho más. En sus años al frente del Departamento de Arquitectura edificó más de 300.000 metros cuadrados para RTVE, desde centros emisores y centros territoriales en prácticamente todas las provincias, hasta las instalaciones de RTVE en Torrespaña, ubicadas a la sombra del Pirulí, pasando por el centro de producción de San Cugat en Barcelona hasta la Casa de la Radio de RNE, el Edificio de Usos Múltiples y otras dependencias en Prado del Rey -Velasco aborrecía los edificios originales de esta sede-, además de la ampliación de los Estudios Buñuel.
Curiosamente, muchos de sus primeros trabajos relacionados con el despegue de la red de radio y televisión los ejecutó junto a su padre, Ernesto Fernández Marrero, que fue ingeniero jefe de RTVE.
"Es el arquitecto que más edificios ha hecho en RTVE y el que le ha dado forma a esta casa desde el punto de vista arquitectónico", asegura Arroyo, que empezó de becario en 1985 el departamento que dirigía Velasco, a quien define como "buen arquitecto" en lo profesional y "de trato afable" en lo personal.
Leonardo García, que entró de becario un año después, añade que Martínez de Velasco -al que tilda de "tío genial", pero de trato "fácil o difícil" según la persona- fue quien "introdujo el producto arquitectónico" dentro de RTVE, en un mundo en el que entonces solo había ingenieros y los arquitectos no eran vistos con buenos ojos. García también lamenta que ya no se haga arquitectura desde la casa y que en 2003 este área dejara de ser una Dirección en la estructura orgánica.
"La arquitectura en RTVE era él: él la montó, él la agrandó y con él murió", destaca su hijo Daniel, que, tras recordar que Martínez Velasco jamás fue cesado como directivo pese a los cambios políticos sufridos en la empresa pública, añade que su estilo arquitectónico siempre estuvo "condicionado" por ese servicio al ente público con "obras funcionales, baratas, sin grandes pretensiones estéticas, pero con un estilo claramente reconocible".
La Casa de la Radio, su gran obra
Tanto sus compañeros de trabajo como su familia -Daniel y sus hermanos Carlos y Lucía- coinciden en que la Casa de la Radio fue la obra de la que estaba "más satisfecho" y de la que sentía más orgulloso, especialmente porque fue su primer gran proyecto cuando era muy joven.
Leonardo García explica que le enorgullecía porque estas instalaciones de RNE en Prado del Rey eran un proyecto "mucho más complejo" que el Pirulí, aunque, en su opinión, la obra que más le satisfizo fue la de San Cugat, uno de los pocos edificios nuevos construidos a finales de los años 70 y principios de los 80 y en el que se partió de cero para crear un espacio de trabajo.
A veces "obsesivo" con su trabajo, "su familia sufrió su dedicación de lleno a la arquitectura", asegura Leonardo; pero "cuando se jubiló en 2005, se jubiló y aparcó totalmente la arquitectura", cuenta su hijo, y aprovechó para cultivar su afición por la pintura, la lectura y para escribir, otra de sus pasiones.
Admirador de arquitectos como Alvar Aalto, Mies Van der Rohe, Frank Lloyd Wright y el renacentista Vandelvira, sus hijos lo definen como "un Leonardo da Vinci contemporáneo" porque "sabía de todo": música, literatura, arte, cine... en una época en la que, además, para estudiar Arquitectura antes había que hacer dos años de Ciencias Exactas y aprobar en la Academia de Dibujo. Y, aunque ninguno de sus tres hijos siguió sus pasos profesionales y estudiaron otras carreras, a través de su padre aprendieron "a mirar", confiesa Daniel.
Este domingo 16 de marzo, su familia y amigos podrán dar su último adiós a Emilio Fernández Martínez de Velasco en la misa funeral que se celebra en la capilla de la Sagrada Familia de Puerta de Hierro, en Madrid, a las 18.30 horas.
"Hacer arquitectura desde la Administración y para la Administración es una rara y maravillosa oportunidad. Hacerla, además, para la Radio y Televisión públicas es una oportunidad única. Evaluar si tan extraordinaria ocasión ha sido suficientemente (como mínimo) aprovechada es tarea para otros. Nosotros estamos demasiado implicados", escribía Martínez de Velasco en sus memorias haciendo balance de sus 40 años en RTVE.
Su obra contribuirá a mantenerlo vivo en la memoria, aunque sea a la sombra del Pirulí, ese hijo "excesivamente brillante por encima de la prole" que permanecerá como símbolo distintivo del skyline madrileño.