Suárez, actor clave de la Transición
- Contribuyó "decisivamente a una Transición pacífica", según J. F. Fuentes
- Juliá le atribuye el desmantelamiento del "aparato institucional de la dictadura"
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"El principal mérito de Adolfo Suárez fue contribuir decisivamente a una Transición democrática pacífica, sin grandes traumas, en circunstancias enormemente difíciles". Tanto, añade el catedrático de de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid Juan Francisco Fuentes, que tras aprobarse la ley de amnistía de 1977 el entonces diputado comunista y líder de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, calificó como "casi un milagro" lo que había sucedido en España en el último año.
Un año que arrancó el 3 de julio de 1976 con la elección de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno por parte del rey tras la dimisión de Arias Navarro y que culminó el 15 junio de 1977 con las primeras elecciones democráticas tras la muerte del dictador Francisco Franco. Entre medias, la aprobación de la Ley para la Reforma Política -que supuso el desmantelamiento de las instituciones franquistas-, la amnistía de los presos políticos y la legalización del Partido Comunista, entre otras medidas.
El historiador Santos Juliá destaca que la "importancia" de este primer momento pilotado por Adolfo Suárez hasta la aprobación de la Constitución en diciembre de 1978, radicó "en desmontar el aparato institucional de la dictadura" con el desmantelamiento de las Cortes franquistas, los sindicatos verticales, el Tribunal de Orden Público y el Movimiento Nacional del que procedía el propio Suárez; "neutralizar los posibles vetos de las Fuerzas Armadas; abrir el terreno de juego a la oposición, incluido el PCE, y llegar a acuerdos sustanciales sobre el proceso constituyente".
Para Juan Francisco Fuentes, autor de Adolfo Suárez. Biografía política, uno de los aciertos de Adolfo Suárez fue creer que era posible una Transición "de la ley a la ley" -en palabras del entonces presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda-, "del franquismo a la democracia y convencer de ello, con hechos y palabras, a muchos de los que inicialmente consideraron una quimera la posibilidad de una reforma plenamente democratizadora".
La "flexibilidad" de Adolfo Suárez
La directora del Centre d’Estudis sobre les Èpoques Franquista i Democràtica de la Universidad Autónoma de Barcelona, Carme Molinero Ruiz, destaca que el papel de Suárez en la Transición fue "muy importante" porque tuvo la "flexibilidad suficiente para responder a los retos del momento" sin tener un proyecto definido inicialmente.
El exministro Rodolfo Martín Villa comentó que Torcuato decía que la Transición había tenido "un empresario que era el rey, una autor que era él y un autor: Adolfo Suárez".
“La Transición no tiene su origen en la voluntad de un conjunto de personas, sino en la crisis del franquismo“
Sin embargo, Molinero Ruiz destaca que la Transición "no tiene su origen en la voluntad de un conjunto de personas", sino que fue "un proceso histórico que se explica, en primer lugar, por la crisis del franquismo". Fue la movilización social la que había conseguido antes, según este experta, que "el continuismo franquista dejara de ser una alternativa de futuro".
Esta historiadora destaca que el primer presidente democrático de España tras la dictadura actuó teniendo en cuenta que "era él quien debía adaptarse a las exigencias sociales y no a la inversa".
Suárez tuvo la "distancia crítica suficiente", añade esta historiadora, "para percibir que no sería posible estabilizar el país y asentar la monarquía - ese era el objetivo que le encomendaron- si no avanzaba hacia la democracia aceptando reivindicaciones básicas de la oposición". Para que la democracia fuera "homologable" necesitaba el apoyo de la izquierda.
Álvaro Soto Carmona, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que tanto Suárez como el rey y Santiago Carrillo "tuvieron que renunciar a parte de sus creencias anteriores para poder continuar en la vida política". En este sentido, este historiador destaca que Suárez cambió de idea con el tema de la legalización del PCE ya que en un principio no pensaba realizarla. El resultado de esta "decisión valiente" fue dotar de una "amplia legitimidad" a las elecciones de 1977, señala este experto.
La elección de Adolfo Suárez
El rey elegió a Adolfo Suárez, entonces ministro secretario general del Movimiento, de la terna propuesta por el Consejo del Reino que incluía también a Federico Silva y Gregorio López Bravo. El editorial de El País del día siguiente hablaba de "asombro" por la elección de una persona del régimen franquista para pilotar el Gobierno: "Aumenta las dificultades a la hora de anunciar una política de reconciliación", decía este periódico.
Según recoge Fernando Ónega en Puedo prometer y prometo, los hijos de Torcuato Fernández-Miranda, Pilar y Alfonso, explican que tanto el rey como su padre "no querían un presidente protagonista, sino disciplinado": Suárez era "suficientemente comprometido con el régimen como para eludir las presiones de la extrema derecha, suficientemente joven como para que tal compromiso fuera relativo y le permitiese abrir un diálogo con la izquierda y suficientemente permeable como para aceptar sin reticencias las órdenes de la Corona".
“El rey y Fernández Miranda no querían un presidente protagonista, sino disciplinado“
El historiador Santos Juliá cree que el rey y Fernández-Miranda apostaron por Suárez porque creían que era "un político sin mucho fondo, dúctil y manejable; un chico de los recados, ideal para reducir la oposición al proceso de transición procedente de las entrañas del régimen y dejar despejado el camino para un verdadero peso pesado de la política".
"Ambos pensaron que era un joven ambicioso con proyección futuro y controlable. El problema fue que el tiempo fue haciendo a Suárez autosuficiente y además se fue convirtiendo en capaz de tomar decisiones de manera independiente", señala Soto Carmona.
Dimisión de Adolfo Suárez
Este catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid cree que fue esta "independencia" la que le llevó a romper su amistad con el presidente de las Cortes, Torcuato Fernández-Miranda, y la que "enfrió" la relación con el rey desde principios de 1980 hasta su dimisión en enero de 1981. Para este historiador Suárez dimite por las luchas internas de UCD y por el "abandono" que siente de don Juan Carlos.
“Predominó su sensación de que había perdido la confianza y el apoyo de su partido y del rey“
Santos Juliá comenta que el "principio de su ruina" empezó a partir de 1979 cuando "no fue capaz de transformar el conglomerado de UCD en un verdadero partido". Juan Francisco Fuentes subraya que las razones fueron múltiples, pero "predominó su sensación de que había perdido la confianza y el apoyo de su partido y del rey".
Molinero Ruiz subraya que "sufrió un ataque muy significativo" de la patronal CEOE y también de muchos dirigentes de UCD que consideraban que el discurso de Suárez parecía, decían entonces, "de izquierdas".
Suárez aseguró en su discurso de dimisión que, como frecuentemente ocurría en la historia, "la continuidad de una obra exige un cambio de personas" y que él no quería que la democracia fuera "una vez más un paréntesis en la historia de España".
"Soy un hombre absolutamente desprestigiado"
El primer presidente democrático tras la dictatura dejó así su cargo atacado por todos, por los suyos y por la dura oposición del PSOE, que presentó una moción de censura en mayo de 1980 que Suárez consiguió superar.
"Soy un hombre absolutamente desprestigiado", dijo entonces a la periodista Josefina Martínez del Álamo en una entrevista realizada aquel año pero que ABC no publicó hasta 2007.
La "rehabilitación" de Suárez como político, explica Juan Francisco Fuentes, "se basa en un balance globalmente positivo de su papel en la transición, pero también de su trágica trayectoria personal y familiar -su propia enfermedad y la muerte de su mujer, Amparo, y su hija Marian- y en la superación de las polémicas que le acompañaron en la última etapa de su mandato".
Suárez aseguró en aquella entrevista que permaneció inédita hasta 2007 que no tenía vocación de estar en la Historia: "Creo que ya estaré; aunque solo ocupe una línea (...) Cualquiera sabe lo que dirá la Historia dentro de 30 o 40 años… Por lo menos, pienso que no podrá decir que yo perseguí mis intereses. Admitirá que luché, sobre todo, por lograr esa convivencia; que intenté conciliar los intereses y los principios…, y en caso de duda, me incliné siempre por los principios”.