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Fernando Aramburu: "Es una novela desenfadada, en tono provocador y contada por un gamberro"

  • 'Ávidas pretensiones' relata con humor y provocación una parodia de los poetas
  • El escritor vasco, galardonado con el Premio Biblioteca Breve por su última obra
  • Fernando Aramburu charla con RTVE.es sobre su novela y el arte de la escritura

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El escritor Fernando Aramburu, autor de la novela 'Ávidas prentensiones'
El escritor Fernando Aramburu, autor de la novela 'Ávidas prentensiones'

Fernando Aramburu

Nació en San Sebastián en 1959 y vive en Hannover (Alemania) desde 1985.

Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza. Ha escrito poesía, relato, novela y ensayo. Colabora en varios medios de comunicación escribiendo, entre otras cosas, sobre fútbol.

Entre sus novelas destacan Fuegos con limón, de 1996, galardonada con el Premio Ramón Gómez de la Serna; Los ojos vacíos,  de 2000, que fue Premio Euskadi; y Los años lentos, de 2012, premiado con el Tusquets de Novela.

Uno de sus libros más premiados fue el libro de relatos Los peces de la amargura, de 2006.

En 2010 publicó un libro de viajes muy personal titulado Viaje con Clara por Alemania y el libro de poesía Yo quisiera llover.

También ha escrito sobre la creación literaria en El artista y su cadáver (2002) y ha publicado numerosos libros infantiles, entre los que destaca Vida de un piojo llamado Matías, de 2004.

El escritor vasco Fernando Aramburu consolida su carrera literaria con "Ávidas pretensiones" y con un nuevo premio, el séptimo ya desde que en 1996 comenzó a escribir como novelista.

En esta entrevista,  Aramburu nos relata en primera persona los secretos de su arte literario

Durante esta entrevista con RTVE.es, el escritor, afincado desde hace más de veinte años en Alemania, nos relata en primera persona los secretos de su arte literario, sus rutinas como escritor y, además, nos abre de par en par las páginas de su última novela para que descubramos la otra cara de su obra, y podamos disfrutar aún más con su lectura.

Dejemos que, a continuación,  Aramburu se exprese en sus propias palabras...

El origen de la novela

PREGUNTA: ¿De dónde surge la idea inicial para escribir 'Ávidas pretensiones'?

RESPUESTA: A veces, la idea surge en un momento concreto que recuerdo. Es posible que se me ocurra una novela, pero no tanto el argumento, porque a eso llego normalmente al final. Se trata más bien de algún tipo de juego, de capricho, de ocurrencia, que es como una punta de hilo, tirando del cual sale todo lo demás.

En un primer momento me planteé los propósitos: escribir una novela desenfadada, en tono provocador, y contada por un gamberro

Recuerdo que, con esta novela, en un primer momento me planteé los propósitos: escribir una novela desenfadada, en tono provocador, y contada por un gamberro que no se toma en serio ni siquiera el idioma en el que escribe.  Ese estímulo inicial, para mí, ya puede ser suficiente. En este caso, lo fue. Con la experiencia noto si las manos quieren seguir o no. Aunque tengo un límite: si llego  la página 50, ya no hay vuelta atrás. En ese caso el proyecto se lleva al final.

Un dibujo del país

P.: Los nombres de los personajes… hay todo un repertorio, de origen catalán, gallego, vasco, castellano, andaluz, parece que quiso representar a todos…

R.: La novela está situada en España. Es inútil buscar los pueblos en internet, pero pensé que si hago que los veintinueve poetas sean de aquí y de allá, acaso tenga la posibilidad de dar un dibujo del país, tal y como lo veo yo actualmente.

Cuando pongo a convivir a los personajes, introduzco elementos de la actualidad española, y procuro, por medio de los diálogos y de las acciones, mostrar el contraste entre unos y otros

Una vez iniciada la novela, adelanté la acción porque me pareció que en la actualidad no sería posible que una institución financiase unas jornadas como estas. Esta reflexión me obligó a adelantar la acción a la época del presidente de gobierno Rodríguez Zapatero.

A partir de ahí, cuando pongo a convivir a los personajes, introduzco elementos de la actualidad española, y procuro, por medio de los diálogos y de las acciones, mostrar el contraste entre unos y otros.

Me gusta también singularizar el habla de cada cual.

La ficción juega a ser real

P.: Es cierto que los personajes de la novela no aparentan ningún parecido con la realidad, y sin embargo tienen un aire de verosimilitud…

R.: En 'Ávidas pretensiones' no ha habido una historia previa que haya trasladado al texto. Todo está inventado. Todo está creado a partir de mi experiencia de la vida y de mis relaciones. Jamás asistí a un simposio de poetas como este, ignoraba que hubieran existido. Ahora, después de la publicación, he sabido que efectivamente han existido algunos, y por lo visto no muy distintos. He sabido incluso que existen personas que se llaman igual que algunos de mis personajes.

Escribir es un juego muy peligroso

Escribir es un juego muy peligroso. Uno crea una ficción en la cual imita a la vida, y crea unos personajes. Tras la publicación del libro, resulta que existen personas reales a las que les pasó algo parecido. En cierta ocasión, incluso me amenazaron con poner una denuncia, porque consideraban que había relatado la vida de una mujer. Por un lado esto es preocupante, por los riesgos que conlleva. Por otro lado, es halagador, porque uno se da cuenta que su historia ha funcionado como verdad, que en el fondo es lo que uno pretende.

Los ingredientes de la novela

P.: ¿Qué experiencias previas le han guiado en la redacción de la novela?

R.: Los dos puntos más fuertes en los que me he inspirado para hacer mi novela son, por un lado, el centro de estudios en Alemania,  donde todos los años hacemos unos cursillos pedagógicos, en los que no ocurrían no la mitad de las cosas que ocurrían en mi novela, pero estaban regentados por monjas.

Recuerdo cómo funcionaba todo aquello. Esto me ha servido de modelo para crear mi propio centro de estudios.

Más tarde he averiguado que se han hecho en España congresos que funcionan de manera parecida.

La influencia alemana

P.: He leído que se inspiró en el grupo literario alemán del 47, formado durante la posguerra por escritores de prestigio como Heinrich Böll, Günther Grass, Enzenberger, Ingeborg Bachmann, Paul Celan, etc. ¿Qué le llevó a ellos?

R.: El grupo de escritores de la novela lo he tomado del Grupo 47, en el que en la  Alemania de la posguerra, entre 1947 y 1967, se juntaban escritores,  invitados por uno (Hans Werner Richter) que lo llevaba todo, igual que  en mi novela: había como un 'jefe de los escritores', que sabía manejar  bien los 'egos' de los demás.

Me gusta que me lean lectores cómplices, que tengan un punto de pícaros, que acepten ciertas bromas

En este grupo se reunían escritores y críticos. En mi novela  aparecen los críticos el último día. Durante los encuentros se hacían  lecturas y el que leía se sentaba en una llamada 'silla eléctrica', que  también he incorporado a mi novela.

Hay un guiño a ese grupo alemán que el lector español quizá no perciba. Pero no importa: la historia se sigue sosteniendo.

He seguido esos dos modelos: el del centro de estudios donde  hacíamos nuestros cursillos, y el modo de funcionamiento del grupo 47.

Estilo experimental

P.: Usted vive en Alemania desde hace casi treinta años. Esta experiencia, ¿le ha influido en su obra, en su estilo?

R.: Como hago a menudo, durante el proceso de escritura he mantenido el diálogo con una obra de algún escritor, frente a la cual defino mi estilo,  los asuntos, el orden de la novela, etc. No quiere decir que haga lo mismo, sino que me estoy definiendo continuamente. Antes de empezar el trabajo por la mañana, leo unas líneas, un par de páginas. A veces, para empaparme de su música, otras veces por distanciarme, en todo caso, me estoy definiendo todos los días, mientras escribo, con respecto a esa obra. Y en este caso tomé a Arno Schmidt, un autor alemán, que murió en 1979, y al que traduje. Era un hombre que no aceptaba las normas gramaticales, ortográficas, de la lengua alemana, sino que él consideraba que... escribía creativamente. Inventaba el idioma al mismo tiempo que contaba.

He procurado que se entienda todo, pero he roto la sintáxis, he escrito frases inacabadas, he fundido palabras, he inventado algunas soluciones lingüisticas

Sin embargo, Arno Schmidt escribía contra los lectores, les oscurecía los pasajes, metía citas que quedaban sin aclarar, oscurecía mucho la expresión, y yo he hecho lo contrario, pero he seguido un poco su camino, quizá en paralelo. He procurado que se entienda todo, pero he roto la sintaxis, he escrito frases inacabadas, he fundido palabras, he inventado algunas soluciones lingüísticas distintas de las de Arno Schmidt pero haciendo como él.

No solo se trata de transmitir una historia de poetas.  se trataba también de dar un tratamiento estilístico al libroEsto para mí, era muy importante. Y este es también un elemento alemán de mi novela.

Es una novela bastante alemana

Es una novela bastante alemana. Me da cierto pudor hablar en público de literatura alemana, porque en realidad no he querido hacer un libro solemne. Y me temo que vaya a explicar la novela solo de forma solemne. No quiero explicar mi libro como lo haría un profesor de literatura.

"Tengo alergia a la solemnidad"

P.: ¿Qué importancia tiene el humor en su trabajo como escritor?

R.: Soy incompatible con la solemnidad. Quizá la razón principal por la que tiendo, también en mi vida cotidiana, a las respuestas humorísticas es esa especie de alergia que tengo a la solemnidad, y también a ciertas certidumbres, a las creencias, a la falta de duda. Eso lo combato mediante el humor, la ironía,  juegos de palabras, inoculando dudas en discursos ajenos...

No he querido hacer un libro solemne

Tengo que reconocer, sin embargo, que sufro una especie de desgarro interior, del que finalmente soy consciente. Porque, claro, yo también creo en cosas, también tengo mis valores, creo en la belleza, en la musicalidad, o en la emoción; y por tanto intento poner freno a las actitudes paródicas, o irónicas, con el propósito de salvar a esa otra parte, conformada por valores que todos compartimos y que se suelen encontrar en el arte. Y por lo menos en la poesía. Y sobre ese suelo crece toda mi obra literaria.

En 'Ávidas pretensiones' he favorecido la parte 'gamberra' a a parte del desparpajo y de la provocación, a costa de todos aquellos que defienden los otros valores, que buscan la creación de un lenguaje poético, o que creen en el más allá de la realidad, como algunos. O en valores sociales, que suelo cuestionar cómo se suelen formular, cuando se habla de la justicia, o de la libertad, como términos abstractos.

El proceso de la escritura

P.: ¿Qué opina del trabajo del escritor? ¿Cómo es su método de trabajo?

R.: El escritor juega con ventaja, porque no está ejerciendo su arte delante del público. El escritor tiene el recurso de la corrección.   Además, en mi caso, tengo dos confidentes literarios que me lo leen  todo y me señalan faltas, errores, me sugieren mejoras, no estoy solo creando un trabajo que se alarga durante un par de años. Es un trabajo que suele ser solitario y, a la vez, gozoso, porque yo soy de los que disfruta escribiendo,  aunque a veces tenga días un poco malos.

El escritor juega con ventaja, porque no está ejerciendo su arte delante del público

Me paso las 24 horas del día escribiendo. Escribiendo mentalmente.  Escribiendo sobre el teclado, unas cuantas horas. Estoy dándole vueltas a  las cosas continuamente. Y esto hace que mi vida sea una especie de  juego, como en la infancia, la misma actitud que cuando jugaba.

"Tengo en cuenta siempre al lector"

P.: ¿Piensa en el lector cuando escribe?

R.: Me gusta que el lector comulgue con la historia, pero también me gusta introducir elementos desconcertantes, es decir, ampliar la realidad común en la que estamos todos, sea por medio de alguna costumbre, de algún objeto inexistente, o también por las simples acciones, a veces paródicas, exageradas.

Me gusta introducir elementos desconcertantes, es decir, ampliar la realidad común en la que estamos todos

Juego con la conciencia del lector, en el sentido de que doy una ilusión de realidad, tal y como puede ser la suya, pero al mismo tiempo añado elementos que hacen extraña esa realidad. Y esto es constante en casi todas mis obras.

Tengo en cuenta siempre al lector. Coloco todos los ingredientes de la novela pensando en el lector y en como puede acoger, recibir o descifrar todo aquello que le ofrezco. Juego mucho con el lector. Le hago trampas, le creo expectativas que luego no se cumplen. Le ofrezco un pasaje jocoso, pero lo termino con una nota que le corte la risa. Soy así y siempre he sido así, dentro y fuera de la literatura.

Me gusta que me lean lectores cómplices, que tengan un punto de pícaros, que acepten ciertas bromas, que estén dispuestos a leer entre líneas.