El centro, un espacio que quedó huérfano tras la dimisión de Adolfo Suárez
- La UCD fue capital en la Transición pero no sobrevivió a su misma naturaleza
- Suárez, su principal activo, no fue capaz de convertir la coalición en un partido
- El sistema político asentado en España deja hoy sin espacio a una nueva UCD
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Adolfo Suárez fue el padre del primer gran partido de centro democrático en España, la UCD, la creación necesaria para elevar al presidente designado por el rey de entre una terna al rango de presidente electo por los ciudadanos en las urnas; y después fue el artífice del CDS, otro proyecto labrado a su imagen y semejanza. Bajo diferentes marcas pero con una misma forma de entender la política, Suárez personificó el centro político, un espacio que quería ser ajeno a la política bipolar y a la radicalización, con el que vivió la gloria y el fracaso.
UCD fue un partido capital para la instauración de la democracia y, a la vez, una de las "fantásticas contradicciones de la Transición", en palabras del periodista Fernando Ónega, puesto que se daba la paradoja de que el hombre que auspició la legalización de los partidos y arriesgó tanto para que todos pudieran concurrir a las elecciones se encontró con que no tenía partido propio con el que presentarse a las elecciones de junio de 1977.
UCD fue un medio para un fin, un invento de última hora definido sin empacho por alguno de sus más ilustres miembros no como una Unión de Centro Democrático, sino como una unión temporal de partidos erigida alrededor de la carismática figura de Suárez.
"En el primer trimestre de 1977, ante la perspectiva de las elecciones, hay múltiples iniciativas para la presentación de partidos y coaliciones, y existe un espacio poco definido que comúnmente situamos en el centro del espectro político, moderado, apto para partidos que proceden de la oposición a la dictadura, grupos en torno a algunas personalidades y que son conscientes de que deben agruparse para unas elecciones", define Pere Ysàs, miembro del Centro de Estudios sobre la Época Franquista y Democrática (CEFID).
Ahí estaban los Rodolfo Martín Villa o Pío Cabanillas (originarios, como el propio Suárez, del franquismo), Fernando Álvarez de Miranda (democristiano), Joaquín Garrigues-Walker (liberal) o Francisco Fernández Ordóñez (socialdemócrata). De trayectorias políticas más o menos cortas, orbitan sobre el liderazgo de Suárez y confluyen con un programa político mínimo cuyo común denominador pasa por definir el futuro del país.
UCD, una unión coyuntural
En todo caso, UCD era una obra necesaria y conveniente, que otorgaba también nombre y forma a la demanda de los ciudadanos de una formación que representara un 'justo medio' entre la derecha y la izquierda. Así lo entendió esta mezcla de socialdemocracia, liberalismo y democracia cristiana, que consciente de su heterodoxia, se autodefinía en alguno de sus eslóganes electorales como "lo bueno de la derecha y lo bueno de la izquierda".
"En el paso de la dictadura a la democracia, la población no quiere una ruptura brusca ni una continuidad de una opción de derechas. La opción menos mala era el centro. La opción de Suárez era continuista reformista en el fondo, y por eso triunfó", valora Gema Sánchez Medero, profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid.
“Fernando Ónega: "UCD fue un invento de márketing magnífico para no estar entre búnker y rojos"“
"UCD fue un invento de márketing magnífico para no estar entre búnker y rojos", sintetiza Fernando Ónega. "Era lo que permitía presentar algo que no asustara a unos ni echara para atrás a los otros".
Y obviamente, el magnetismo personal y político de Adolfo Suárez era su principal activo. "Suárez encarna en sí mismo la figura de la Transición. Con independencia de los altos y bajos de su gobierno, siempre se le atribuye la figura negociadora perfecta de aquel período", añade Sánchez Medero.
Auge y caída de UCD
La fórmula fue ganadora y en las primeras elecciones democráticas, los españoles dieron su confianza y 168 escaños a la UCD y a Suárez. Legitimado ya para ser gobernante, se encontró sin embargo con que el cóctel que funcionó para llegar a la Constitución se convertía en explosivo para gobernar el día a día, cuando se hicieron evidentes las diferencias entre sus ideas y las ambiciones de sus líderes.
Pagó el precio de su origen, el de una "organización que nació con un fin concreto, gobernar, y que no se consolida como partido porque hay distintas familias, aletargadas con el poder pero que luego bullen cuando este falta", resume la profesora Sánchez Medero.
El propio Adolfo Suárez hizo muchos años después la autopsia de su formación en una entrevista a TVE emitida en 1995. "Una fuerza política como la UCD era muy difícil que pudiera superar las siguientes etapas". "Eran personalidades políticas aglutinadas en torno a unas siglas que adquieren importancia una vez que los logros de la UCD empiezan a ser reconocidos por el pueblo español", consideraba.
“Suárez: "Todos o una parte importante se creía con más méritos que yo para gobernar"“
"Era una amalgama de personas que hacían lo posible por llevarse bien, pero en la que todos ellos o una parte importante se creía con más méritos que yo para gobernar", analizaba con toda frialdad sobre la oposición interna que terminó por derribarle.
El mismo Suárez reconocía así que, ocupado en otros menesteres, no fue capaz de asentar los cimientos de un partido político robusto, libre de personalismos y sí con una personalidad política propia.
"A la hora de formar gobierno había que hablar con los líderes de esas fuerzas, hacer un Gobierno en el que tenía que haber representantes de cada una de las tendencias existentes en la UCD... Y eso, a mi juicio, tenía muy poco futuro, porque no habíamos sido capaces de eliminar los partidos políticos originarios de la UCD y haber constituido una Unión de Centro Democrático sin más soporte que el contenido ideológico que se pudiera sintetizar de los partidos que la formaron".
La UCD acabó siendo el partido de la Transición, pero sostiene Pere Ysàs, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, que no estaba predestinada a cumplir solo ese rol.
"Se ha discutido si la UCD podía ser algo más que el partido de la transición. No era algo predeterminado", reflexiona a RTVE.es. "A partir de un proceso de maduración política y organizativa, UCD podía haberse transformado no solo en una coalición, sino en un partido. Se podía haber llegado a una síntesis de un partido centrista con posiciones más progresistas o liberales en algunos temas y más conservadoras en otros. Sobre el papel no era imposible; otros grandes partidos europeos como la democracia cristiana en Italia y Alemania o el gaullismo en Francia son partidos de espectro muy amplio".
El CDS, una segunda oportunidad baldía
No fue así, y UCD terminó devorándose a sí misma. En las elecciones de 1982, se presenta sin su principal baluarte, Adolfo Suárez, que creó otra vez deprisa y corriendo un nuevo partido, el CDS, en el verano de 1982.
"Nosotros nacemos a la vida pública, en condiciones ciertamente precarias, para evitar la bipolarización de la vida española, es decir, su radicalización", explicaba Suárez en un almuerzo con corresponsales extranjeros. "Salimos como el Quijote a enfrentarnos con la vieja lanza a los molinos de viento, que ahora son electrónicos".
El resultado, un batacazo histórico al perder el centro la mayoría en manos del PSOE y pasar de los 168 a los 12 diputados en solo cinco años. Para el nuevo Centro Democrático y Social, dos diputados (Suárez y Rodríguez Sahagún), integrados en el Grupo Mixto.
Esas elecciones, que alumbraron la década de las mayorías absolutas del PSOE, abrieron también una nueva era política en España, ya asentada en el bipartidismo entre una izquierda y una derecha que entendieron que para ganar las elecciones había que conquistar el centro político e ideológico, lo que contribuyó a ahogar el espacio vital para una formación genuina de ese cariz.
Después del éxito relativo en las elecciones de 1986, con 19 escaños, el CDS se fue quedando sin espacio político. Pero "su falta de consolidación se explica no tanto porque no encaje un partido centrista en España, sino por la dinámica política y las decisiones tomadas", aclara Pere Ysàs.
"Suárez, en busca de mejorar electoralmente, comete dos fallos", explica Gema Sánchez Medero. "Uno fue acercarse y hacer pactos con la AP de Fraga, al que hasta entonces había cerrado la puerta, para presentar mociones de censura en ayuntamientos y comunidades autónomas y derrocar al gobierno de turno. Esa estrategia perjudica principalmente a Suárez, porque AP gana espacio electoral en el centro del CDS y el electorado pierde la imagen de centro de Suárez. Y después se va hacia la izquierda y se aproxima al PSOE", defendiendo en el Congreso la presunción de inocencia en el 'caso Juan Guerra' y llegando a la abstención en la cuestión de confianza planteada en abril de 1990 a Felipe González.
Pactando indistintamente con izquierda y derecha se pretendía afianzar la independencia del partido, pero ni la militancia ni el electorado ni la opinión pública lo entendieron así.
Desde octubre de 1990, el CDS pierde en las encuestas un punto al mes. Medio año después, la misma noche del fracaso en las elecciones municipales y autonómicas de 1991, a pesar de mantener 731.331 votos y casi 3.000 concejales, Adolfo Suárez dimite como presidente del CDS.
La 'utopía' del centro político
Hoy en día el centro político en España es un espacio al que los dos grandes partidos hacen viajes ocasionales pero ninguno conquista; una opción ideológica desde la que se trata de seducir al elector indeciso en cada cita con las urnas. Pero después de UCD y CDS, los expertos coinciden en que el centro viene a ser una utopía política, literalmente un 'no lugar'.
“"Normalmente, quien ha ganado el centro ha ganado las elecciones"“
"UCD ocupaba claramente ese espacio del centro ideológico y político. Y normalmente quien ha ganado el centro ha ganado las elecciones", explica Mariano Torcal, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra.
"Con la desaparición de UCD, ese espacio lo ocupa el PSOE en los ochenta y luego, la alternativa es entre el PP y PSOE. Estos partidos han fagocitado el espacio de centro y no ha habido un líder con la fuerza suficiente para hacer tambalear ese bipartidismo a nivel nacional".
El centro, un personaje en busca de autor
Sin embargo, sí hay vida en el centro. Torcal señala que en España existe un perfil centrista genuino, que no tiene que ver con aquel votante de la Transición que optaba 'por la calle de enmedio' para hacer posible un tránsito libre de traumas a la democracia.
"Existe un centro ideológico, que es ese punto de inflexión en que se produce un cambio de valores ideológicos entre la izquierda y la derecha. Lo que le caracteriza a esos votantes es la moderación en muchos de los grandes conflictos que estructuran la política en España: los valores religiosos, las preferencias sobre determinados temas o el voto de clase. No quiere decir que no tengan preferencias, sino que son ciudadanos moderados respecto a los temas".
Queda la pregunta de si hay lugar para la emergencia de un 'heredero' del centro de UCD y CDS, o al menos un tercer partido moderado que sea algo más que una bisagra ocasional. Los académicos consultados por RTVE.es lo ven difícil.
“Los expertos en Ciencia Política ven difícil que surja un nuevo partido centrista al estilo de UCD y CDS“
"En la medida que el PP agrupe a los sectores del centro hasta la derecha es difícil el surgimiento de una formación de este tipo, e igualmente en la evolución del PSOE", considera Pere Ysàs. "Al menos a corto plazo no parece que las cosas apunten por ahí, aunque según las encuestas ambos partidos pierden muchos votos. En todo caso, vamos a un escenario más parecido al de 1977 y 1979, con partidos mayoritarios pero que no alcanzan representaciones tan elevadas como a partir de 1982".
Gema Sánchez Medero recuerda que el bipartidismo español es imperfecto, de modo que "en determinadas ocasiones una tercera o cuarta fuerza en el Parlamento puede ser decisiva para generar estabilidad en el Gobierno", sobre todo "en períodos de convulsión".
"Cuando la situación económica mejora, el apoyo electoral de los dos grandes partidos también mejora", porque "el voto de la tercera fuerza no es siempre propio, hay un voto de castigo que se recibe pero que no se logra consolidar para estar de forma constante como tercera fuerza política en el país".
Que haya una demanda de centro ideológico que no encuentra un centro político correspondiente lo atribuye Torcal a los efectos del sistema electoral español. "Si hubiera mayor proporcionalidad en el sistema electoral, podría ocurrir como en Alemania, pero la distribución electoral en España hace que la idea de un partido de centro bisagra que emerge en medio de dos grandes partidos de centro-izquierda y centro-derecha sea inviable hoy en día".