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¿Qué datos de la Tierra conoceremos gracias a Copérnico?

  • Los satélites proporcionan datos científicos antes impensables
  • Pueden medir extensiones de hasta 3.000 km de forma objetiva
  • La nueva misión de la ESA será crucial para obtener datos medioambientales

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Exitoso lanzamiento del primero de los satélites del Programa Copernicus

El satélite que acaba de poner en órbita la Agencia Espacial Europea (ESA), el Sentinel-1A, forma parte de un nuevo proyecto de observación de la Tierra.

Aunque este tipo de misiones existe desde hace años, el perfeccionamiento de la tecnología y de la cantidad y calidad de los datos proporcionados son cruciales para el conocimiento científico.

El proyecto Copérnico, como ha explicado el portavoz de la ESA en España a TVE, Javier Ventura, es un programa conjunto entre la UE y la ESA formado por seis satélites coordinados y sensores en tierra y en aviones que observarán el medio ambiente "en todas sus facetas".

De momento se ha puesto en órbita el primero de ellos, a 693 kilómetros de la Tierra, mientras que está previsto que el Sentinel-1B se lance en 2015.

Como ha informado la ESA, el Sentinel-1A ha completado una fase de rutina para comenzar su misión: ha desplegado su radar de 12 metros de longitud y los dos paneles solares que le proveerán de energía.

Próximamente comenzará a captar imágenes diurnas y nocturnas de la superficie terrestre, y en cualquier condición meteorológica, que podrán distribuirse a los países europeos de forma gratuita "prácticamente tres horas después" de haberse obtenido.

El valor de los satélites para los científicos

El investigador doctor del Instituto Español de Oceanografía, Carlos García Soto, ha revelado a RTVE.es que los satélites son una herramienta de evaluación "global y objetiva" y que ofrece un acceso a datos que antes eran "impensables".

Los satélites son una herramienta de evaluación global y objetiva

En el caso del estudio de la concentración de dióxido de carbono en relación al efecto invernadero, por ejemplo, las misiones espaciales harán posible mediciones independientes de los datos que aporta cada país.

Así, para este científico, las dos investigaciones más importantes que permiten los satélites son la monitorización del dióxido de carbono y de la elevación del nivel del mar.

El profesor del departamento de Física Oceanográfica del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, Jordi Font, ha manifestado que las misiones satelitales proporcionan medidas "de forma regular y constante" mientras dura la vida del satélite, en teoría entre tres y cinco años -aunque en la práctica suele ser bastante más dependiendo de la degradación de sus instrumentos-.

Font, investigador co-líder de la misión espacial SMOS, ha afirmado, ha afirmado que estos instrumentos abarcan "de forma simultánea un área muy grande", que puede ser de entre 2.000 y 3.000 kilómetros.

Esto es muy útil en las expediciones oceanográficas, ha considerado, donde las mediciones pueden orientar a los investigadores en el plan de muestreo y permitir contrastar los resultados obtenidos sobre el terreno. "Se pueden cubrir las necesidades de muchísima gente desde un punto de vista de costes y logística", ha subrayado.

Los satélites son una revolución enorme en el campo de la oceanografía

Por otra parte, Font ha señalado algunos inconvenientes de la investigación a través de satélites. Sus sensores miden desde una gran distancia, por lo que la radiación recibida puede sufrir alteraciones de diversos tipos y los datos suelen tener menor calidad que las mediciones sobre el terreno.

Asimismo, en general el satélite obtiene información solo de la superficie del mar o la tierra, por lo que hay que complementar con otro sistema de observación. Sin embargo, ha rematado: "Los satélites han supuesto una revolución enorme en el campo de la oceanografía y otros campos como la agricultura, la gestión del territorio o la hidrografía".

El proyecto Copérnico en la ciencia europea

En el caso del proyecto Copérnico, García Soto ha destacado que permitirá investigar con satélites operacionales y no solo experimentales o sin continuidad e en el tiempo. Estos permitirán, entre otros, medir sequías y el estado hídrico de la vegetación, monitorizar grandes oscilaciones oceánicas como El Niño, hacer un seguimiento detallado de floraciones de algas tóxicas o la pérdida de hielo marino.

También van a poder seguirse de forma inmediata la evolución de posibles desastres naturales, como un vertido de petróleo o las consecuencias de un huracán sobre la población, con una "gran resolución espacial".

En este sentido, el profesor del CSIC, Jordi Font, ha subrayado que en un accidente en el mar se pueden tener datos para predecir rápidamente la localización de los desaparecidos.

El portavoz de la ESA en España, Javier Ventura, ha indicado que cada euro invertido en Copérnico "se multiplicará por diez gracias a las mejoras en la observación del medio ambiente y a que las empresas tendrán datos de forma gratuita". "Puede generar unos 80.000 puestos de trabajo", ha estimado.

En el proyecto Copérnico, dirigido por el español Ramón Torres, han participado diez empresas españolas (entre el 6% y 7%) y la estación de operaciones de la ESA en Maspalomas intervendrá en la captura de datos.

La vida útil del satélite, cuestión de combustible

El investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, Jordi Font, ha comentado que la vida de los satélites depende del estado de sus instrumentos y del combustible que tengan para hacer operaciones como una rectificación de órbita o efectuar maniobras para evitar colisiones. 

"En función de lo eficiente que ha sido el lanzamiento se consume más o menos combustible", ha apuntado Font, quien ha contado que, por ejemplo, el satélite SMOS de la ESA tuvo tal éxito en su lanzamiento que podría durar "100 años" si no fuera por la vida útil de sus instrumentos.

Sobre esta misión de monitorización de la Tierra activa desde 2009, el científico ha explicado que fue pionera puesto que midió, por primera vez, la salinidad de la tierra y los océanos. Además, España y Francia hicieron una contribución especial de investigadores y de financiación.