'Miel', el amargo ángel del suicidio asistido
- Es el debut en la dirección de la actriz italiana Valeria Golino
- Una narración dura, áspera y analítica sobre un tema tabú en Italia
FICHA TÉCNICA
Título original: Miele
Año: 2013
Duración: 96 min.
País: Italia
Director: Valeria Golino
Guion: Valeria Golino, Francesca Marciano, Valia Santella (Novela: Mauro Covacich)Reparto:
Jasmine Trinca, Carlo Cecchi, Libero De Rienzo, Vinicio Marchioni.
Valeria Golino puede que sea para siempre la jovencísima compañera de Tom Cruise y Dustin Hoffman en Rain Man. Sin embargo, a sus 44 años ha iniciado una carrera de directora con Miel, una ópera prima inusual que pudo verse en la sección 'Una cierta mirada' de Cannes y que el 11 de abril se estrena en España.
Pese a la irónica dulzura del título, Miel es una narración dura, áspera y analítica sobre el suicidio asistido en la que Jasmine Trinca interpreta a una activista que clandestinamente auxilia a quienes desean morir.
Miel está basada en la novela de Mauro Covacich A nome tuo. El escritor publicó la novela con el desconocido seudónimo de Angela Del Fabbro, jugando al misterio de que la narración era real y el ángel de la muerte, auténtico.
Golino ha señalado que la eutanasia es un tema especialmente tabú en Italia por su tradición católica. Si en la política el suicidio asistido está fuera de la agenda de la mayoría de países, en el cine es un campo minado con riesgos de caer en el sentimentalismo o en el descarado posicionamiento moral a una postura o la contraria.
Con todo, el número de películas que se han asomado al asunto han tocado la fibra del público y cosechado galardones, desde las clásicas Johnny cogió su fusil o Danzad, danzad, malditos, hasta las recientes: Million Dollar Baby, Mar adentro, Las invasiones bárbaras o Amor.
El punto de vista del asistente
¿Cuál es el punto de partida de Miel? En primer lugar, es una película absolutamente centrada en el “ejecutor”. Miel es el nombre en clave de una agente de una red clandestina. Como activista del suicidio asistido, el día a día de Miel se asemeja a la de una terrorista: doble identidad, contactos confidenciales, desconocimiento absoluto por parte de su entorno y mucha soledad. Pese a sus convicciones, Miel es una profesional que vive del dinero de sus clientes.
El debate se despliega en su crudeza cuando quien solicita los servicios de Miel no responde a l perfil de clientes tipos', es decir, enfermos terminales o discapacitados de gravedad. Grimaldi, interpretado por Carlo Cecchi, no agoniza ni está sumido en una depresión profunda. Es un hombre que, sencillamente, se ha cansado de vivir: el paradójico suicida vitalista. La idealista Miel no solo tendrá que redefinir sus fronteras morales, sino afrontar la autenticidad de su propia existencia.
Pese a la jugada de Covacich, el argumento de Miel no responde a ninguna realidad. Los suicidios asistidos, en los países en los que no se contemplan, son ejecutados por el entorno del fallecido, no por secretas organizaciones de mercenarios.
Golino muestra las escenas de suicidio con respeto casi sagrado. Del equilibrio entre el distanciamiento que se impone Miel y la inevitable empatía, surgen escenas poderosas que duelen instáneamante. Golino ha reconocido que el suicidio del cineasta Mario Monicelli en 2010 (saltó por la ventana del hospital con 95 años), influyó de algún modo para el personaje de Grimaldi.
Sin forzar la equidistancia, y con la voluntad de abrir preguntas, Miel no ha levantado ninguna polvareda polémica: en Cannes obtuvo el Premio del Jurado Ecuménico, la pedrea católica del festival.