Para qué sirve ponerse colorado
- Nos sucede cuando nos sentimos juzgados, culpables y desprotegidos
- Solo sucede en la piel de la cara, orejas y cuello
- Los expertos investigan la razón evolutiva de su existencia
Cuando una situación nos incomoda, nos hace sentir inseguros, desprotegidos y desorientados, nos ruborizamos. La piel de nuestra cara y orejas se sonroja y se calienta. Es una reacción incontrolable y exclusiva de los humanos, ningún otro animal se ruboriza. Es siempre espontánea, no se puede fingir: los actores pueden llorar o reír, pero nunca ruborizarse a voluntad.
El mismo Charles Darwin indagó en esta expresión que describía como la “más particular y humana de todas” y le dedicó un capítulo de su libro La expresión de las emociones en hombres y animales publicado en 1872.
El rubor lo produce una hiperactividad momentánea del sistema simpático, el que gobierna los actos involuntarios y autónomos. Desencadena el rubor emitiendo una serie de sustancias químicas que dilatan una red de vasos sanguíneos.
Las zonas que se sonrojan habitualmente están muy definidas y limitadas. Son el rostro, las orejas, el cuello y, en algunos casos, la parte alta del pecho. La arquitectura de los vasos faciales de estas zonas de la piel es especial. Tiene más capilares y los de las mejillas tienen un diámetro mayor, se encuentran más cerca de la superficie y se ven más.
Además, poseen un inusual alto número de receptores beta adrenérgicos, que estimulan la vasodilatación. Esto combinado con la delgadez de la piel de esa zona hace que se ponga colorada y no el resto del cuerpo.
Los bebés no se ruborizan
Así, ponerse colorado va en contra la hipótesis de la inteligencia maquiavélica o del cerebro social, que establece que el papel que desempeña la mentira en la vida social de los primates contribuye bastante a la expansión de su inteligencia. Los primatólogos Richard Byrne y Andrew Whiten, pioneros en el estudio de la mentira en monos, postularon esta teoría en 1988 tras observar que cuanto más inteligente es la especie de primate, más tiende a utilizar la mentira.
Esta contradicción lleva a De Waals a pensar que ruborizarse beneficia al grupo entero, incluido el individuo al que en un primer momento parece perjudicarle. El grupo interpreta la intención del individuo que se pone rojo como honesta y sin ánimo de provocar daños, porque el rubor implica sensación de culpa. De esta manera, el rubor ayuda a mantener a raya el mal comportamiento, evita que se llegue a mayores, minimiza la violencia. En definitiva, ayuda a que el conjunto de la sociedad se lleve mejor en detrimento de los beneficios individuales.
La piel negra impide que se distinga el rubor
El psicólogo Ray Crozier, de la Universidad de Cardiff, un experto en el estudio del rubor, ha analizado las diversas situaciones que nos ponen rojos. No solo nos ponemos colorados por vergüenza o culpa, también si nos prestan demasiada atención sin que lo deseemos, cuando somos demasiado conscientes de que estamos siendo observados. Tras muchos estudios ha concluido que el rubor está fuertemente vinculado al contexto social y a los valores personales. Así, cada cultura se ruboriza según sus creencias.
Por otro lado se ha dado cuenta de que estas teorías hacen aguas cuando se intentan aplicar a personas negras. Su oscura piel impide que se distinga el rubor. Como al principio toda la humanidad era negra, ¿el rubor era en principio una sensación privada? Son muchas las incógnitas que giran aún en torno a esta sensación, tan común y tan única del género humano.