El paro, el envejecimiento y el estancamiento, retos económicos de las instituciones de la UE
- Para los analistas, Europa debe superar una doble crisis: económica y política
- Sin un crecimiento económico fuerte no se reducirá la elevada tasa de paro
- El envejecimiento de la población amenaza el desarrollo económico del bloque
- Casi el 15% de los votos han ido a partidos euroescépticos o antieuropeos
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“Es el momento de la verdad para la unidad y el futuro de Europa”. Con esas palabras ante el anterior Parlamento Europeo, el presidente italiano, Giorgio Napolitano, resumía lo que se juega la UE en la legislatura europea que empieza con la Eurocámara salida de las elecciones de este domingo.
Los propios comicios han servido para comprobar las crecientes críticas de los ciudadanos al proyecto europeo: del 43,09% de personas que han votado en los Veintiocho, casi un 15% ha optado por dar su apoyo a formaciones antieuropeas, la mayor proporción de la historia de la UE. En Reino Unido, Francia, Italia y Dinamarca, los partidos euroescépticos más radicales han superado el 25% de los sufragios y en Alemania y Suecia han rozado el 10%. En España, la participación ha alcanzado el 45,84%, más alta que en la anterior cita electoral europea.
Este resultado amenaza con complicar el funcionamiento de un Parlamento que tiene por delante muchos retos para tratar de recuperar el favor perdido de la población. La primera de esas tareas será ratificar a los integrantes de la nueva Comisión Europea que debe empezar a trabajar el próximo 1 de noviembre. La cúpula de las instituciones europeas acabará de renovarse ese mismo mes, con los nombramientos por parte de los Estados miembros de un nuevo presidente del Consejo Europeo y un nuevo Alto Representante para la Política Exterior.
Para todos ellos, el desafío estará -según todos los analistas consultados- en sacar a la Unión Europea de una doble crisis, la económica y la de legitimidad, esta última alimentada tanto por los efectos devastadores de la primera, como por la forma de actuar del entramado político europeo para tratar de atajar el frenazo económico.
Pero las posibles soluciones a esos retos no resultan evidentes, ya que los problemas económicos, sociales y políticos y se retroalimentan unos a otros en peligrosos círculos viciosos que no desaparecerán solo con cierta mejora económica. Así lo recordaba el diario conservador británico Financial Times en su editorial del pasado 21 de abril: “Los políticos estarían engañándose a sí mismos si creyeran que la recuperación económica en solitario eliminará las dudas de la opinión pública sobre el valor y el significado de la unidad europea”. Los desafíos económicos pueden agruparse de la siguiente forma:
Reducir el elevado nivel de paro
La tasa de desempleo roza el 12% en la eurozona, aunque supera el 25% en España y Grecia (en ambos, el paro juvenil ronda el 50%). Por eso, el paro es el principal problema de la UE para la mitad de sus ciudadanos, según el último Eurobarómetro publicado el pasado 12 de mayo, un porcentaje que se eleva hasta el 77% en el caso de España.
Según los últimos datos disponibles de Eurostat, en marzo de este año había en la UE 25,7 millones de parados, 18,9 millones de ellos estaban en la zona euro. Con esos datos, el comisario de Empleo repitió el mensaje lanzado desde todas las instituciones europeas: "El desempleo se ha estabilizado, pero sigue a un nivel insoportable”. Làszlo Ándor también llamó la atención sobre el hecho de que la mayoría de los nuevos trabajos son temporales o con jornadas a tiempo parcial.
El paro y esa creciente precariedad laboral explican, en gran medida, el incremento de las desigualdades entre los ciudadanos de un país, pero también entre los países miembros de la Unión.
Economistas, políticos y los analistas consultados por RTVE.es coinciden en señalar la reactivación de la economía como clave para crear empleo, pero esa recuperación es otro desafío.
Salir del estancamiento económico
La eurozona lleva dos trimestres consecutivos (el último de 2013 y el primero de 2014) creciendo un 0,2% mientras que el conjunto de la UE avanzó un 0,1% y un 0,3%, respectivamente. Ese ritmo de crecimiento es insuficiente para generar empleo con el actual modelo económico del bloque y la propia Comisión Europea ya ha advertido de que, si continúa esa tendencia, ningún país de la UE estará en 2050 entre las ocho principales economías del mundo (G-8).
Economistas y políticos están divididos a la hora de señalar cómo salir de ese estancamiento y qué parte de él es consecuencia de las políticas de austeridad. En abril de 2012, el actual presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, admitió que las políticas de austeridad habían alcanzado “los límites de la aceptación política y social” y se habían hecho “insostenibles”.
José María Mella, catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de EconoNuestra y de la Red Europea de Economistas Progresistas, señala a RTVE.es los argumentos económicos que -a su juicio- desaconsejan seguir con esa receta: “Las fuertes caídas salariales están alimentando las tendencias deflacionistas de los precios, lo que daña el crecimiento de la economía y destroza el tejido productivo de las pymes”.
Para remediarlo, aboga por “recuperar los salarios para aumentar el consumo, la producción y el empleo” y crear “un nuevo marco europeo de relaciones laborales, negociando la duración de la jornada a la baja y la redistribución del trabajo sin merma en las remuneraciones”.
Por el contrario, David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI) asegura a RTVE.es que “el interés de todos [en la UE] es pagar las deudas” y que, “como Alemania es el principal acreedor de esas deudas, ha impuesto su punto de vista: dejar de gastar, un método que ha funcionado a los alemanes”.
“En el otro modelo, el aplicado en EE.UU. –gastar para crecer-, cuando se recupera el crecimiento se va reduciendo la inyección pública. Pero en Europa, el miedo de Berlín es: si dejo gastar a los periféricos, el día que crezcan no van a cumplir lo prometido y no van a reducir su gasto público”, resume Cano.
Una de las alternativas es suplir los ajustes de gasto nacionales con el presupuesto común de la UE. “El presupuesto de la UE es, a todas luces, raquítico (un 1% de su Renta Nacional Bruta, RNB). Para estar a la altura de las circunstancias, debería aumentarse progresivamente el presupuesto, como mínimo, al 5%”, asegura José María Mella.
Para conseguir ese incremento, los expertos apuestan por la creación de impuestos comunitarios, sobre todo, de Sociedades, ya que eso además permitiría igualar a todos los Estados. “Eso estaría muy bien, pero es una política común real y los Estados no están dispuestos a ceder. El problema ahora es saber si queremos hacer eso”, indica David Cano.
El director en Bruselas de la Fundación Bertelsmann (un think tank alemán), Thomas Fisher, apunta que “el fallo” de este debate sobre crecimiento es que “nadie está pensando realmente en cómo construir un nuevo modelo de crecimiento para Europa menos centrado en el Producto Interior Bruto (PIB)”.
Definir un nuevo modelo de crecimiento
La Comisión Europea asegura que su apuesta es por un crecimiento basado en el conocimiento, y recuerda que la Estrategia Europa 2020 –lanzada en 2010- incluye como objetivos prioritarios la inversión en educación y en políticas de investigación, desarrollo e innovación. En ese documento, Bruselas se proponía alcanzar un mínimo del 3% del PIB destinado a I+D+i al final de esta década, reducir el abandono escolar a menos del 10% y aumentar los jóvenes con estudios superiores por encima del 40%.
El Ejecutivo comunitario ya ha reconocido en marzo de este año que el objetivo de inversión en investigación e innovación no se va a alcanzar y que ahora espera lograr una media europea del 2,2% en 2020 (en 2012, la media de la eurozona se situaba en 1,35% y en España, en el 1,3%).
Respecto a la educación, sí confía en alcanzar sus metas, ya que en 2012 se estaba ya cerca de ellas: 13 de cada 100 jóvenes abandonaban tempranamente los estudios y un 36% había completado estudios superiores. Esas cifras, sin embargo, no han mejorado los resultados de empleo juvenil, por lo que la UE y los Estados estudian ahora cómo acoplar la formación con las necesidades del mercado de trabajo.
Como destaca el informe Fortaleciendo el futuro de Europa elaborado por Chatham House y FRIDE, deben fomentarse la formación en nuevos campos como nanotecnología, biotecnología, nuevos materiales, robótica e informática avanzada. “La inversión en tecnología generará un crecimiento económico con alto valor añadido, pero sobre todo, ayudará a afrontar el desafío de una población activa envejecida y menguante”.
Afrontar el envejecimiento y la reducción de población activa
“El envejecimiento demográfico y la reducción de la población activa crearán a medio plazo cuellos de botella en la mano de obra disponible”, lo que limitará el potencial de crecimiento de los países de la UE, advierte Eurostat en su último informe demográfico publicado en marzo de este año.
Según ese estudio, en enero de 2012, el 17,8% de la población de los Veintisiete (aún no había entrado Croacia) tenía más de 65 años y el 15,6% era menor de 14 años. La mitad de la población total de la UE tenía entonces más de 41,5 años y había menos de tres personas entre 15 y 64 años (considerado por Eurostat como el colectivo de población activa) por cada mayor de 65 años.
Pero las proyecciones para el futuro son aún más preocupantes. Según un informe de 2012 de la Comisión Europea, en 2010 había 86,8 millones de personas mayores de 65 años en la UE, un grupo que sumará 151,5 millones en 2060 (un incremento del 79%). El aumento de la esperanza de vida también llevará a que en 2060 casi se hayan triplicado los mayores de 80 años que había al inicio de esta década (de 23 millones se pasará a 61,4 millones).
Esa realidad disparará los gastos de los sistemas de pensiones y salud de toda la UE, lo que se complicará aún más con otro hecho: la fuerte caída de la población activa, la que alimenta esos sistemas con sus aportaciones. De los 336 millones de ciudadanos entre 15 y 64 años que había en 2010 se pasará a 290 millones en 2060 (-13,6%).
Ante este desafío, el grupo de reflexión sobre el futuro de la UE formado por 12 personalidades de distintos países elaboró hace tres años un informe en el que avisaba de que resulta “imprescindible” resolver el reto demográfico “para competir en la economía global y mantener nuestra sanidad y nuestras pensiones”. Así, proponía “incorporar a más mujeres a la población activa ocupada -haciendo compatible trabajo y natalidad-, estimular la prolongación de la vida activa y considerar la jubilación como un derecho, y tratar la emigración conforme a nuestras necesidades demográficas y productivas”.
Poner fin al altísimo endeudamiento y la restricción del crédito
La crisis y la burbuja financiera que la causó han dejado a la UE un pesado legado de deudas, tanto públicas como privadas.
Según los datos de Eurostat, seis países del bloque acabaron 2013 con deudas públicas superiores al total de su PIB (Grecia, Italia, Chipre, Portugal, Irlanda y Bélgica) y solo en ocho, esa deuda suponía menos del 60% del PIB (Luxemburgo, Polonia, Letonia, Lituania, Estonia, Dinamarca, República Checa e Bulgaria).
Pero los niveles de deuda privada -que incluye las deudas de los bancos privados- son aún mayores. Eurostat refleja que solo seis países de la UE acumulaban deuda privada inferior al 100% de su PIB (República Checa, Letonia, Lituania, Polonia, Rumanía y Eslovaquia), en otros cinco ese total suponía más del 200% del tamaño de su economía (Suecia, Dinamarca, Holanda, Chipre y Portugal) y en dos se pasaba del 300% (Luxemburgo e Irlanda).
Esas elevadas deudas contribuyen a la parálisis de las economías. Las deudas públicas llevan a los Gobiernos a recortar sus gastos, reduciendo su capacidad de estimular la economía, mientras que el endeudamiento privado bloquea la concesión de crédito nuevo por los problemas acumulados por muchas empresas y bancos.
Aquí, el catedrático de la Autónoma José María Mella enumera tres pasos posibles: “mutualizar el exceso de deuda (ponerla en común en beneficio de todos los Estados miembros), creando eurobonos para financiarla y evitando así la especulación contra los países más débiles”, reequilibrar las cuentas de los Estados “para evitar que los excesos de superávit del norte (Alemania) se traduzcan en excesivos déficits del sur (España)” y fijar una estrategia común de crecimiento “que debería empezar por una política más expansiva de Alemania”.
“Bajo ningún concepto deben aplicarse quitas a las deudas” [públicas], opina el analista David Cano, antes de añadir que “deben suavizarse el ritmo y las condiciones de pago, pero no debe recurrirse a una quita más que en una situación extrema”.
Hacer funcionar la unión bancaria
Para engrasar ese canal de crédito y limar las diferencias de supervisión y actuación en los 18 sistemas financieros de la eurozona, la UE ha diseñado la unión bancaria, dentro de la que el Banco Central Europeo (BCE) actuará como supervisor directo de las 328 mayores entidades que operan en la eurozona y vigilará el resto a través de las autoridades nacionales.
Además, cuando se aprecie riesgo de quiebra en alguno de esos bancos, se aplicará un proceso de reestructuración similar con el que se pretende que el agujero lo paguen accionistas y acreedores de la entidad y, solo en circunstancias excepcionales, se recurra al dinero público.
Sin embargo, muchos analistas y expertos reconocen que la unión bancaria aprobada es mucho menos ambiciosa de lo que se planteó en un principio. Países como Alemania han hecho valer su influencia para evitar una supervisión europea sobre sus bancos más débiles y han impuesto un proceso muy complejo que el propio presidente del BCE, Mario Draghi, ha alertado que no funcionará en caso de urgencia.
Reducir la dependencia energética
El 53,8% de la energía consumida en la UE llegaba del exterior en 2011, según los últimos datos disponibles de Eurostat. El único país que era exportador neto de energía era Dinamarca, mientras que España era el octavo país más dependiente de los Veintiocho.
Esto significa que en diez años, esa dependencia de las importaciones energéticas ha crecido más de seis puntos porcentuales (en 2001, el 47,4% de la energía se compraba fuera de la UE), a pesar de que la crisis económica ha ralentizado el aumento de las necesidades energéticas.
A esta dependencia se une el elevado coste de la energía en la UE, que complica aún más la situación de las empresas. “Existe una pérdida evidente de competitividad por el precio de la energía: el coste energético en EE.UU. es un tercio del de aquí”, explica a RTVE.es David Cano, quien señala que Europa debe analizar si aumenta sus recursos propios a través del fracking o la energía nuclear.
“Las decisiones que se tomen entre 2014 y 2019 marcarán la senda hacia 2030 en la estrategia energética y de infraestructuras”, advierte el informe Fortaleciendo el futuro de Europa de Chatham House y FRIDE. Así, el documento recomienza mejorar la seguridad energética para protegerse de la volatilidad de los precios, la creciente competencia de los países emergentes para hacerse con materias primas y las restricciones de acceso a ellas por cuestiones políticas, como conflictos armados o crisis diplomáticas.
Ese análisis recuerda que los riesgos medioambientales del fracking “podrían llevar a más países a establecer moratorias como la de Francia”. Por eso, recomienda elaborar “estrictas normas comunes respaldadas por pruebas rigurosas” en la UE. Da por hecho que el desarrollo de las energías limpias “va a seguir”, pero aparte, apuesta por fomentar medidas de ahorro y eficiencia energética, las tecnologías de captura y almacenamiento de CO2 y la energía del hidrógeno.
También aconseja reforzar la diplomacia energética con Rusia, Catar, Ucrania y Turquía, algo muy complicado como prueba el enfrentamiento abierto con Rusia por la crisis de Ucrania, generada a su vez por los enormes intereses energéticos que concentra el territorio ucraniano.
El informe recuerda que, pese a los continuos llamamientos para crear un mercado energético único, “los Estados se han reservado siempre una autonomía considerable” en ese sector. Y señala que “las preferencias nacionales -por ejemplo, para las rutas de los gaseoductos rusos hacia la UE- han socavado con frecuencia la negociación de posiciones comunes”.