Georges Braque, el otro padre del cubismo a la sombra de Picasso
- El Guggenheim inaugura la mayor retrospectiva sobre su obra en España
- Un recorrido por el nacimiento del Cubismo y toda su trayectoria
- La muestra reúne 250 piezas y puede verse hasta el 21 de septiembre
"Vivíamos en Montmartre, nos veíamos cada día... Éramos como dos montañeros atados juntos con la misma cuerda". Así describía Georges Braque (1962-1963) su relación con Pablo Picasso durante los años 1908 y 1914, en los que desarrollaron conjuntamente el cubismo, aunque la notoriedad del malagueño eclipsó durante años la figura del francés como cofundador del estilo que revolucionó el arte a principios del siglo XX.
Apenas 50 años después de su muerte, y ya más que reconocida la relevancia de su figura artística, Georges Braque es el protagonista de la mayor retrospectiva realizada jamás sobre el francés en España en el Museo Guggenheim de Bilbao, desde este viernes 13 de junio al 21 de septiembre.
La exposición, titulada Georges Braque, pretende reivindicar ese papel fundamental que tuvo en la historia del arte, según su comisaria, Brigitte Leal, que recuerda que su figura también se subestimó por su "estatuto de artista oficial de la Francia gaullista que le ensombreció a los ojos de la generación contestataria que le siguió".
Tras su paso por el Gran Palais de París, dentro de la serie de homenajes que su país natal le tributó al considerado como "pintor francés por excelencia", la exposición reúne 250 piezas que recorren cronológicamente la trayectoria artística de Braque, desde sus inicios fauvistas, a su experimentación cubista y los papiers collés, pasando por sus naturalezas muertas y los talleres y pájaros que ocuparon sus últimos años de vida. Además, el Guggenheim nos muestra la faceta más personal del artista, a través de documentos y fotografías, como su pasión por la música que se reflejó en su arte -tocaba el violín, la flauta y el acordeón-, su amistad con poetas e intelectuales como Pierre Reverdy o Carl Einstein y sus experimentos con la escenografía para los Ballets Rusos.
Los paisajes que pusieron nombre al cubismo
Nacido en Argenteuil, hijo y nieto de pintores y educado para seguir la tradición artística familiar, los inicios de Georques Braque, con los que arranca la exposición, están marcados por el fauvismo, que le cautivó tras quedar eclipsado por los colores puros de las obras de Matisse y Derain que descubrió en el Salón de Otoño de París de 1905.
Pero su vida y carrera darían un vuelco radical cuando con 25 años, a finales de noviembre de 1907, el poeta Guillaume Apollinaire le llevó al estudio de Picasso en el Bateau Lavoir de Montmartre (París). Allí quedó fascinado por el lienzo en el que trabajaba el artista malagueño, Las señoritas de Aviñón, un conjunto de planos angulares sin fondo ni perspectiva espacial. Ese encuentro supuso el comienzo de la colaboración entre ambos artistas y el inicio del Cubismo, una relación que mantuvieron hasta el comienzo de la I Guerra Mundial, para la que Braque fue movilizado con el Ejército francés.
Un año después, en noviembre de 1908, la Galería Daniel-Henry Kahwiler de París acoge la primera exposición individual de Braque, presentada por su amigo Apollinaire. Allí se exponían los últimos paisajes de L'Estaque realizados por el artista, muy influenciado por su admirado Cézanne -considerado precursor del Cubismo-, dominados por volúmenes geométricos y compactos articulados por planos. Matisse los vio y los calificó de "pequeños cubos", una expresión que acuñaría el crítico Louis Vauxcelles para dar nombre al Cubismo, que se iniciaba oficialmente. Esos paisajes, plasmados en obras como El viaducto de L'Estaque (1908) y Paisaje de L'Estaque (1906-1907), pueden verse en Bilbao.
Buceando en el cubismo
"Si nunca hubiéramos conocido a Picasso, ¿habría sido el cubismo lo que es? Creo que no. El encuentro con Picasso fue una circunstancia en nuestras vidas", decía Braque en 1954 respecto al movimiento artístico que rompía radicalmente con la visión clásica y anulaba la perspectiva tradicional y sobre el que ambos trabajaron conjuntamente entre 1909 y 1914.
La exposición del Guggenheim recorre la exploración del cubismo Analítico por parte de Braque, para detenerse a continuación en los famosos papiers collés (papeles pegados) que realizó entre 1912-1914 y que supusieron la invención del collage. El uso de esos recortes de papeles pintados y trozos de periódicos le permitiría resolver la relación entre forma y color: "Los papeles pegados por fin destruyeron magníficamente la visión de la perspectiva clásica, las convenciones mortales que esta imponía", explicaba el artista.
Esto marcaría también el camino hacia el cubismo Sintético, una forma más legible para el público que las complejas formas cada vez más fragmentadas. Braque comienza a utilizar colores uniformes oscuros que imitaban los papeles pegados y también a introducir nuevos elementos como el serrín y la arena para hacer más reconocibles los elementos representados. Esta incansable experimentación artística quedó interrumpida de forma abrupta cuando Braque fue llamado a filas al declararse la Primera Guerra Mundial y enviado al frente el 14 de noviembre de 1914. En mayo de 1915 resulta gravemente herido en Artois y una larga convalecencia lo mantuvo alejado de los lienzos hasta prácticamente 1917.
Naturalezas muertas, billares y pájaros
Tras retomar la pintura, Georques Braque siguió profundizando en el Cubismo en sus naturalezas muertas y lo aplicó también a las Canéforas con las que en 1922 sorprendió en el Salón de Otoño de París, rescatando la temática del clasicismo, aunque aplicando a estas figuras semidesnudas portadoras de cestas de fruta las proporciones y colores antiacadémicos cubistas.
En la década de los años 30, el pintor introduce figuras humanas en sus naturalezas muertas, como en Mujer con paleta (1936), a la vez que desarrolla varias series de grabados, una de ellas para ilustrar la Teogonía del poeta griego Hesíodo. Estas nuevas facetas de su trayectoria se pueden contemplar en el Guggenheim junto a las obras oscuras y dolorosas que desarrolló tras estallar la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación.
Entre 1944 y 1949, Braque realiza sus famosos cuadros de billares, en los que recupera el espacio visual cubista mostrando las vistas parciales y deformadas de los jugadores de billar, y a continuación se embarca en una serie dedicada a los talleres, en los que incluye la figura del pájaro. La importancia de este motivo animal en su obra tardía quedará evidenciada en la decoración que le fue encargada de una de las salas etruscas del Museo del Louvre, con enormes aves azules y negras: "Los pájaros me han inspirado siempre, de ellos procuro sacar lo mejor para mi dibujo y mi pintura. Sin embargo, debo enterrar en mi memoria su función natural de pájaros. El propio concepto que late bajo el golpe de inspiración que les hizo levantar el vuelo en mi mente, ese concepto debo borrarlo; mejor dicho, debo abolirlo, para acercarme a lo que me preocupa esencialmente: la construcción de un hecho pictórico", decía el artista.
El apasionante recorrido por la obra de Braque en el Guggenheim concluye con la serie de paisajes que realizó al final de su vida (1955-1963), en los que es palpable la construcción de ese hecho pictórico, para un artista cuya máxima era "no hay que imitar aquello que se desea crear", y creó todo un universo propio de manera incansable hasta sus 81 años.