Del autostop al coche compartido: viajes colaborativos a golpe de ratón
- Compartir coche o intercambiar las casas, tendencia a la hora de viajar
- Los viajes colaborativos han alterado el mercado turístico de nuestro país
- El sector hotelero, del autobús y del taxi lo consideran competencia desleal
- La regulación es escasa pero la tendencia no es nueva y se ha organizado
¿QUÉ ES QUE?
BlaBlaCar
Se trata de una red de viajes en la que se produce un acuerdo entre particulares. En principio no hay beneficio económico.
Uber
Es una aplicación que conecta a pasajeros con conductores que ofrecen un precio por trayecto. Se queda con un porcentaje del precio.
Couchsurfing
Es una comunidad que conecta a viajeros de todo el mundo con anfitriones que ofrecen un lugar donde dormir por un breve periodo de tiempo a cambio de compartir la experiencia.
Airbnb
Se define como “un mercado comunitario de confianza en el que la gente publica, descubre y reserva alojamientos únicos en todo el mundo”. Recibe una comisión de entre el 6 y el 12%.
Intercambio de casas
Hay varias plataformas. Normalmente cobran una cuota de suscripción. Los propietarios se ponen de acuerdo en las fechas y cambian el lugar de residencia.
Si hasta ahora todo gran viaje comenzaba con un pequeño paso, hoy es ya una realidad que arranca con unos cuantos clics. Hace unos años las aerolíneas low cost revolucionaron el mercado del transporte aéreo. Ahora, en el internet de las redes sociales, las plataformas de intercambio de alojamientos y viajes compartidos lo han puesto todo patas arriba y han venido para quedarse.
Servicios para compartir coche como BlaBlaCar han alterado el mercado turístico de nuestro país y han provocado algo más que reticencias entre las empresas tradicionales del sector. Este y otros movimientos se enmarcan dentro del consumo colaborativo, un fenómeno que está barriendo el planeta de punta a punta y que traslada las tendencias peer-to-peer al mundo del turismo para pasar de una economía de producción a una economía de eficiencia en la que la confianza es una pieza fundamental.
Se trata de una corriente que siempre ha existido pero que, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), camina en la dirección opuesta a la del turismo de masas gracias a las facilidades que ofrece internet. Son prácticas legales. Sin embargo, la economía va más rápido que la regulación y la ley es poco precisa por lo que las comunidades autónomas son las que acaban dictando normas específicas.
Aún así, existen riesgos menores, como la comodidad o la capacidad de reclamación, y mayores, como la seguridad o el lucro con las actividades, que han hecho que las patronales de sectores como el del autobús o el taxi se pongan en pie de guerra.
De Granada a Madrid por 15 euros
Alejandro vive en Granada pero es originario de Madrid y esta situación le lleva a viajar con frecuencia entre ambas ciudades. A priori, la opción más rápida es el coche, pero tal vez no es la más barata. Por eso comenzó a usar BlaBlaCar. “Llevo usándolo desde septiembre y la gente que lo utiliza es variada, aunque cada vez más gente joven y extranjeros. Sobre todo muchos estudiantes”, explica Alejandro a RTVE.es. “Funciona bien y es más barato que el autobús. El problema es si la gente lo utiliza por compartir el viaje o paro recibir un beneficio”, indica.
Este dilema es el que, en marzo de este año, llevó a la Federación Nacional Empresarial del Transporte en Autobús (Fenebús) a solicitar ante el Ministerio de Fomento el cierre de BlaBlaCar por considerarlo un caso de "intrusismo". Sin embargo, hay que establecer una diferencia de base entre estas plataformas, que se insertan dentro del consumo colaborativo, y otros proyectos como Uber, que ponen en contacto a conductores no profesionales con personas que necesitan realizar un trayecto.
“Nosotros hemos defendido los intereses de las empresas de servicios regulares”, explica a RTVE.es el director general de Fenebús, José Luis Partierra, que reconoce que la respuesta que ahora ha dado Fomento a modo de nota de prensa es la que esperaban. “Cualquier actividad económica, sea la que sea, requiere una autorización y estar al día de las cuestiones fiscales”, argumenta.
La Comisión Europea ha rechazado la idea inicial de multar a los usuarios. Aunque el Gobierno ha matizado que, como especifica la Ley de Ordenación del Transporte Terrestre (LOTT), solo actuará si comprueba "que se está realizando una actividad profesional sin tener autorización necesaria para ello, como con cualquier tipo de servicio".
"La gente usa BlaBlaCar por ahorrar, por hacer el viaje más rápido y de una forma más flexible pero sobre todo porque el trayecto es mucho más ameno", explica Alejandro. "Es curioso, el autobús es mucho más solitario y aburrido. La gente no tiende a interactuar, salvo las personas mayores, mientras que en el coche casi todo el mundo habla y si hay un silencio incómodo se puede llenar con música”, bromea.
¿Merece la pena renunciar a la seguridad?
Sin embargo, para Partierra las empresas de transporte de viajeros están sometidas a exigencias de todo tipo que no cumplen los particulares. “Los vehículos tienen que estar inscritos en la administración, necesitan unos elementos de seguridad, hay unos estándares de calidad…", explica. Sería muy triste que tuviésemos que esperar a que ocurriera una desgracia para que se tomasen medidas”, puntualiza.
Lo mismo opina Rafael Barbadillo, presidente de la Federación Española Empresarial de Transporte de Viajeros (Asintra): “Nosotros queremos poner en valor lo que ofrece el servicio de autobús desde hace años: garantías, un seguro obligatorio de viajeros que no se requiere en un vehículo particular… Los vehículos de hoy en día no tienen nada que ver con los de hace años, el autobús es muy seguro”.
“Si esto es la selva nos salimos del registro“
“Trabajar con una compañía de transportes da una serie de garantías que estos servicios no pueden ofrecer. Ahora, si esto es la selva nos salimos del registro y competimos en igualdad de condiciones”, apunta Barbadillo en declaraciones a RTVE.es.
“Nuestros usuarios no incumplen ninguna ley, cumplen con la normativa vigente y responden a una necesidad real que es la de compartir gastos”, explica en Las Mañanas de RNE el responsable de BlaBlaCar para España y Portugal Vincent Rosso.
“Nosotros ponemos en contacto personas privadas. Luego el viaje se produce por una decisión personal. No incumplimos ninguna ley. Ni siquiera la de seguros ya que en el caso de un accidente el seguro (obligatorio) del coche responde de la misma manera que si la persona estuviera viajando con sus amigos o sus familiares”, aclara.
Sudamérica de sofá en sofá
Aunque el beneficio económico casi siempre es el punto de entrada de estas formas de viajar, detrás existe una filosofía centrada en la proximidad y en el contacto con la gente local.
Patricia y Adam son pareja. Se conocieron en Estados Unidos y, tras casi un año viviendo juntos en Perú, decidieron hacer una ruta por Sudamérica antes de regresar a Europa. Con un presupuesto ajustado, optaron por reducir gastos a la hora de alojarse y recurrieron a Couchsurfing, una plataforma online que pone en contacto a viajeros y huéspedes de todo el mundo para pasar unos días durmiendo en el sofá de un desconocido.
Con este sistema han estado en Bogotá, Buenos Aires o Sao Paulo. “Yo creo que cuando empiezas pesa más lo económico pero luego te quedas con la filosofía”, explica Patricia a RTVE.es. “A mí me interesa conocer a gente del país al que viajo porque ellos te enseñan parte de la cultura”, aclara. “Además, la gente que hace couchsurfing no es gente cualquiera, es gente con una mentalidad abierta, que ha viajado mucho, y eso lo hace más interesante”, puntualiza Adam.
Lo más importante, buscar quién hay detrás
El principal temor a la hora de viajar o utilizar un coche compartido es el tratar con un completo desconocido. Judith también es couchsurfer y escribe un blog sobre viajes en el que cuenta las experiencias que tiene en cada una de sus aventuras. “He hecho couchsurfing dos veces y las experiencias son distintas”, explica a RTVE.es. “La segunda vez viajé a Atenas y todo fue perfecto, pero en la primera experiencia que viví en Viena temí por mi seguridad”, cuenta entre risas.
“El miedo que tenemos todos es que la otra persona esté un poco chalada pero realmente no hay ningún peligro si miras sus referencias. Yo en Viena pasé miedo pero fue porque lo hice fatal”, confiesa.
Las referencias son una parte muy importante de los sistemas de consumo colaborativo y nunca está de más comprobar el perfil digital de la persona con la que estamos contactando. Aunque, al final, “hay gente que no dice toda la verdad por mantener la cordialidad” explican Adam y Patricia que reconocen que dejar comentarios negativos puede dificultar la tarea de encontrar un lugar donde quedarse.
Tanto Judith como Adam y Patricia coinciden en que “la persona que viaja es más joven que el que acoge pero quién sabe, igual con el paso de los años, si esto sigue existiendo, será gente de cuarenta y pico haciéndolo pero todo depende del nivel adquisitivo”, señala Adam. “Quizás hay gente que se acaba cansando de ser mochilero a una determinada edad”, aclara.
La vuelta al mundo sin salir de casa
Este es el caso de Roser, una barcelonesa que siempre había soñado con dar la vuelta al mundo. El año pasado, ella y su marido trabajaban como freelances y decidieron que era el momento de realizar su sueño. Sin embargo, no estaban dispuestos a renunciar a la comodidad de su hogar ni a desatender su trabajo por este motivo, así que encontraron la forma de compatibilizarlo todo en las plataformas de intercambio de casas y contaron su experiencia en un blog. Roser y su pareja recorrieron Nueva York, Melbourne, Nueva Zelanda y Tailandia mientras otras familias de estos países vivían en su casa de Barcelona.
“Yo practico el consumo colaborativo desde hace tiempo. Empecé con el couchsurfing cuando tenía 18 años, pero un día dije, necesito más intimidad, viajar más lejos, más tiempo, no estar tanto en un sofá de alguien sino estar en casa. Por eso me apunté al tema del intercambio”, explica Roser a RTVE.es.
A diferencia del couchsurfing, “en el intercambio de casas la mayoría de webs cobran una cuota anual para poder tener acceso a esa comunidad y eso te da garantías”, asegura.
Unas garantías que, según la Asociación Empresarial Hotelera de Madrid (AEHM), no se cumplen en otro tipo de aplicaciones como Airbnb, donde sí existe un intercambio económico por el alojamiento. “Nosotros estamos totalmente a favor del consumo colaborativo cuando hablamos de intercambios entre particulares”, explica a RTVE.es el presidente ejecutivo de la AEHM Antonio Gil. “En lo que no estamos de acuerdo es en que quieran llamar consumo colaborativo a un puro y simple negocio. Hace falta reglamentar el sector. Es el mismo caso que el de los taxis y Uber”, matiza.
“Desde la AEHM creemos que la competencia debe ser con las mismas exigencias para que no exista una ventaja competitiva. Además, hay que tener en cuenta que, al contrario de un hotel, este negocio no genera empleo y que la falta de unas normas de seguridad y unas exigencias en dotaciones pueden afectar negativamente a la imagen de la ciudad y cambiar la fisonomía de los barrios. En Barcelona hay edificios enteros dedicados a acoger turistas y eso es un hotel”, puntualiza.
Según explica Gil, en Madrid se está trabajando en un decreto regulador que se encuentra en la fase final de tramitación. Sin embargo, el borrador que conoce la Asociación no representa sus peticiones. “Nos estamos planteando todo tipo de acciones pero todavía confiamos en que el decreto que prepara la Comunidad Autónoma de Madrid tenga en cuentra nuestras exigencias”, explica.
La regulación necesaria
Como cualquier nuevo elemento en un ecosistema cerrado, el consumo colaborativo ha desestabilizado la armonía que reinaba en el sector turístico español. Con una escala casi industrial y un calado transversal en diferentes parcelas de la economía, la gran tarea pendiente es la regulación. Aunque, como reconoce Roser, “hay que tener en cuenta que el intercambio de casas o el compartir coche es algo que siempre ha existido solo que con internet ahora se ha hecho más global y se ha puesto al alcance de todo el mundo”.
“Yo creo que la regulación hace falta porque, como todo lo nuevo que surge en internet, hace daño a los servicios tradicionales”, explica no sin antes señalar que una cosa es una labor profesional y lo otro es viajar entre amigos.
“Quizás esa persona no es tu amigo hoy pero puede serlo mañana. Precisamente este es otro valor añadido, salimos de nuestra zona de confort para conocer nueva gente, hacer cosas nuevas y quizás la crisis nos ha ayudado a buscar otras maneras distintas de viajar y hacerlo con menos dinero. Hay muchas posibilidades y es un mundo por descubrir”, concluye.