Maruja Torres, libertad en technicolor
- RTVE.es entrevista a la autora de Diez veces siete, un libro autobiográfico
- "Soy de una generación que se educó en el cine"
- "Para una república está preparado todo el mundo"
Maruja Torres es Maruja Torres y sus circunstancias. Y sus circunstancias son El Pais, por un lado, ese periódico de sus amores, que dejó de serlo en una ruptura que hirió con la huella suficiente como para motivar su último libro, titulado Diez veces siete.
Y por otra parte la infancia. Un tiempo fechado en una silla vacía que su madre debió haber ocupado y no ocupó –ella narra el dato en esta autobiografía con precisión cronológica y geográfica-. Otra ruptura que es, a la vez, el germen de su definición, de lo que Maruja Torres es.
La autora detalla cómo articula su supervivencia mudando de piel, dejando el pasado atrás sin complejos; se reinventa cada vez. Las mujeres de su niñez, en el Barrio Chino de Barcelona, ya son una metáfora de los extremos que apuntalan su agitada trayectoria vital. Dentro de casa, las reprimidas pero queridas féminas de su familia. Fuera, las meretrices que hacían su negocio de colores y sudores. Y Maruja testigo desde un balcón en el que halló refugio y fraguó a la que vendría después, la reportera de conflictos, la escritora de libros y columnas.
La periodista ha visitado la redacción de RTVE.es donde ha mantenido un encuentro digital con los internautas que la siguen y que nos siguen. Minutos después nos ha concedido esta entrevista en la que explica los motivos de su libro y nos cuenta algunas cosas sobre ella.
PREGUNTA: ¿Qué es Diez veces siete?
RESPUESTA: En el momento en que tuve que salir forzosamente de El País, me dije "¿qué hago a mi edad?". Entonces pensé: "No, no…, desde los 7 años, cuando tu padre te dejó, no has parado de reinventarte." Y supe que esto iba a ser otra reinvención. Este es un libro que cuenta cómo me voy reinventando y cómo me reinventé. Cuento cómo voy sacando fuerzas para el camino. Al mismo tiempo voy recordando y voy solucionando. Es un libro que me ha ayudado a mi y que ayuda a quien lo lea, porque se da cuenta de que épocas difíciles ha habido muchas en este país y que esto no se acaba aquí. Hay camino, hay correa y hay esperanza también.
P.: ¿Y ese sofá con tiburones en la ilustración de portada?
R.: Eso fue una excelente idea de la editorial para mi portada, y en realidad forma parte del segundo título: “Una chica de barrio nunca se rinde”. Yo siempre he nadado en aguas peligrosas, pero era fuerte y los tiburones no me atacaron porque no mostré mis debilidades.
P.: ¿Cuáles fueron tus principales reinvenciones?
R.: Es difícil. A los catorce años entro en el mundo laboral. Sin darme yo cuenta, eso inicia un camino que es el de una mujer que empieza a ganar el dinero necesario, que tampoco era gran cosa, para llevar la cabeza alta y que no te tosan. Poder decirle a tu madre: "¡Eh! Que yo no voy a llegar antes de las diez porque trabajo como un tío". Ese tipo de cosas. A los 21 empiezo en periodismo e imagínate el cambio, de estar haciendo de secretaria y taquígrafa a tutiplen a, de repente, darme cuenta de que existía algo llamado redacción que olía a tinta y que no tenía horarios, o más bien, que tenía demasiados horarios. Pero eso a mí me iba muy bien, porque gracias a eso podía escabullirme de otras cosas. Y a los 28, primera crisis, y a los 36 crisis más grandes…
P.: ¿La reinvención es algo natural, obligado, o que va con la gente?
R.: Yo creo que va con la gente, aunque a mi me ha venido muy bien como hilo conductor del libro. Hasta científicamente se dice que cada siete años se renuevan las células, hasta que no se renuevan nunca más, claro…
P.: ¿Hubiera preferido no reinventarse?
R.: No. Yo siempre tiro “palante”. No soy nostálgica, no siento nada de “tenía que haber hecho esto, tenía que haber hecho lo otro." No, a lo hecho pecho. Siempre. Prefiero haber tenido una infancia así, en vez de haber tenido una niñez entre algodones y luego, pasarme la vida llorando porque nada es igual que aquello que me dieron cuando era pequeñita, que he conocido a gente así.
P.: En sus libros y textos el cine aparece con frecuencia.
R.: Soy de una generación que se educó en el cine, en los cines de barrio con sesión doble, con NODO, y a veces salía un cantante por la mitad y cantaba una copla.
El cine no era solo una referencia sentimental. Estaba educándome. Yo aprendí cómo era Nueva York antes de ir, por el cine. Y sabía que existía otro tipo de vida y otro tipo de mujeres que no eran como las de mi familia, tan resignadillas, porque veía a Catherine Hepburn en La fiera de mi niña.
P.: ¿Se podría decir que para una generación, una parte de la Transición empezó en el cine?
R.: A pesar de todo lo que prohibían, se les escapaban muchas cosas. Se les escapaba sobre todo lo que no podían controlar, que era la fantasía, y también los sueños. Ellos podían eliminar una escena de un beso con lengua o podían eliminar una escena de una mujer en bikini, pero lo que era imposible que eliminaran era el technicolor, el technicolor con todo lo que eso significa, un mundo mejor al que quieres aspirar, y aspiras, y que además te enriquece.
P.: Es una idea sutil y bonita…
R.: El technicolor… ¿Quién puede con el technicolor? ¿Quién puede impedirte a ti ver La túnica sagrada que encima es "de santos"? Pero dices, “Coño, aquí hay belleza” y te haces más fuerte. No te pasas el día llorando y oliendo a sardinas.
P.: El cine como herramienta literaria es potente. ¿También puede ser herramienta periodística?
R.: No, salvo un género muy concreto del cine que es el Neorrealismo. Por ejemplo Alemania, año cero de Roberto Rosellini, que es una crónica durísima de la posguerra inmediata en el Berlín de la guerra, pero en general, no. El cine es como la literatura. Puedes contar grandes verdades también, pero las puedes contar en forma de fantasía, de fábula, en forma de historia de amor… Tienes otras libertades.
P.: ¿Qué película cree que podría representar simbólicamente la España en la que vivimos ahora?
R.: …¿Todos a la cárcel? -De Berlanga- ...
P.: Esa sería la película que la arreglaría…
R.: Nos quedaríamos muy descansados. Sería una regeneración moral muy importante que empezaran a meter a culpables en la cárcel, no inocentes, porque inocentes ya han metido, gente que por hacer un piquete de huelga le han caido tres años… ¡Qué huevos tienen! Estamos pasando una época muy dura, muy dura.
P.: Hay mucha diferencia entre la Maruja Torres informadora y la Maruja Torres opinadora?
R.: Forzosamente tiene que haberla. Antes trabajaba en periodismo activo. Ahora soy una jubilada que colabora, que básicamente opino…. Ya no tengo las piernas ni las ganas para reportear. Yo creo que el reportaje es para gente de hasta 60 años.Ya con 71, te diría que estoy a gusto mirando los toros desde la barrera y opinando de ese tipo de tauromaquia. Pero tiene que ser una linea divisoria muy clara que uno se marca. Es más, cuando he hecho reportajes en los que he opinado, desde el principio el lector ha sabido cuáles son mis ideas, y ha podido abandonarme o no, pero los hechos que he narrado en ese reportaje eran auténticos, genuinos y comprobados.
Por ejemplo, si tu en 1943 eres enviado a Auschwitz para hacer un reportaje, ¿qué vas a decir? ¿Que los hornos son estupendos y competentes y que los nazis lo hacen muy bien? Tu vas a decir que los nazis son unos asesinos criminales que están matando gente y eso no es opinar. Eso son los hechos. Los hechos son que están haciendo un holocausto. Que los hornos funcionan bien, sí. Pero si lo dices porque te sientes equidistante, eres un hijo de puta más que un periodista o informador. Informar quiere decir estar a favor de la verdad y contarlo con hechos.
P.: Habla de la redacción como su hogar.
R.: Eso lo viví así. Eran redacciones vibrantes y ruidosas, donde la gente se peleaba por un tema, y se discutía hasta que se sacaban las cosas claras. Así fue y tuve la suerte inmensa de vivirlo en diferentes sitios, en Cambio 16, en El País, en la misma prensa del movimiento, que fue en la que empecé, en la redacción de Fotogramas en la que hablábamos de cine y de espectáculo y se discutían temas de actualidad y te quedabas hasta tarde y te bajabas al bar para seguir discutiendo, esa cosa del periodismo, esa vitalidad, te sientes parte de una familia realmente. A mi me entró poco a poco. Yo sé que era feliz, estaba siempre con una sonrisa de oreja a oreja. Era feliz, cantaba, canturreaba…
P.: ¿Mencionaría algún medio de comunicación que preserve hasta el final las carreras de sus periodistas?
R.: Yo lo que digo es que no veo gente mayor en los periódicos salvo que sean los patronos. Creo que ha habido una masacre porque ha habido un cambio de paradigma. Se ha ido a por el beneficio inmediato, y como no sabían cómo ganar más lectores, han ganado expulsando a gente que tenía buenos sueldos, pero que tenían buenos sueldos porque a su vez eran competentes y acercaban lectores a la empresa. Entonces, lo que han hecho en realidad ha sido empobrecerse, y poner a tontas y tontos haciendo tonterías, y no lo digo solo por los medios escritos, también lo digo por las televisiones.
P.: En su opinión, ¿alguna vez ha estado esta idea en las cabezas de los que mandan en las empresas informativas?
R.: Por suerte nunca me he podido meter en las cabezas de los que mandan en las empresas informativas, porque hubiera salido muy perjudicada de ese viaje. Pero creo que más que una idea, lo que tienen es como un estado de cuentas. Yo he visto mandar en la redacción a gente que han sido nombrados "directores de recursos humanos de redacción", gente que viene de echar cuentas y que cada día echa cuentas con los de arriba para ver de dónde ahorramos, y a ver a quién despedimos y a quién pagamos. Yo estaría muy de acuerdo con que se hiciera una renovación y que se dejara solamente a jóvenes, pero que los escogieran bien. Porque sé que hay muchísimos jóvenes puteados en este momento en las redacciones, hay muchísimos, muchísimos, y sin embargo hay gilipollas que están de subdirectores o de directores adjuntos.
P.: Sobre la monarquía…
R.: Nada me preocupa menos que la monarquía. Yo tengo ideas republicanas y creo que estamos en 2014. Y bueno… con su pan se lo coman. Ahí están. Van a tener que hacer muchas cosas para que la ciudadanía, que ha sido muy jodida por esta crisis y que ha abierto mucho los ojos, de la que millón y cuarto han votado a Podemos –ahí están los dos partidos principales con el tembleque-, responda. Van a tener que hacer muchos méritos y yo creo que el mérito principal que deberían hacer es irse.
P.: ¿Qué opinión le merece el fenómeno de Podemos?
R.: No sé si se trata tanto de un fenómeno como que, realmente, lo que ocurrió en el 15M se ha ido articulando. Vamos a ver si se articula más y en qué termina. Yo lo estoy mirando con expectación y con curiosidad, porque tienen tiempo ahora. A ver cómo lo hacen y a ver en qué termina. Ya está saliendo en Barcelona el movimiento de Ada Colau “Ganemos Barcelona”. Me pareció muy inteligente empezar por el municipio, porque las ciudades están siendo muy puteadas por estos alcaldes que tenemos. Muchos de ellos que no han sido elegidos, y los otros que lo han sido por la fuerza de esas mayorías aplastantes.
P.: En su opinión, ¿cuál es el patrimonio de los medios de comunicación en España?
R.: Yo en esos medios con patrimonio ya no estoy. Yo estoy con los punto-com, los punto-es… Y no tienen patrimonio. Intentan tener socios, socios que opinan, socios que se meten con la forma de hacer las cosas. En el momento actual, eso es lo que quiere la gente. La gente se ha acostumbrado a las redes sociales. Se ha acostumbrado a discutir. Opina, por fin. Dentro de este tipo de democracia comunicativa que tenemos ahora, el patrimonio de los medios que a mi me interesan que son los del presente y los del futuro, no esos que se han quedado tan antiguos, es su credibilidad, y ese debería ser el patrimonio de todos, la credibilidad.
P.: ¿En qué punto se encuentra la credibilidad de los medios?
R.: La de los oficiales, los tradicionales, fatal. Tienen fidelidades, eso sí, porque hay gente que se niega a renunciar a cosas en las que creyó.
P.: Si no hubiera sido periodista, ¿Qué habría sido?
R.: Cantante de tangos… Por decir algo.
P.: ¿Ha sido improvisado?
R.: No. Me hubiera encantado saber cantar y no tener esta voz de patibularia. Me hubiera encantado saber cantar. También me hubiera gustado ser taxista, y ser taxista cantando.
P.: ¿Qué opina del papel de Cebrián durante el ERE de El País?
R.: Fue el que produjo el ERE. Fue el tipo que dijo que un periodista de 50 años para arriba ya no tenía nada que hacer. Él se quedó porque ya no es un periodista. Él es un financiero. Es otro de los que están defendiendo el chiringuito de la Transición ahora, porque el único activo que tiene es haber sacado El País el 23F, y con eso aún le respetan en América Latina, que aquí ya no tanto.
P.: ¿Hubo otro Cebrián antes de ese?
R.: Era el mismo, yo creo, pero tenía a su lado a una persona que le compensaba mucho que era Jesús de Polanco, que era un verdadero forofo del periodismo democrático y de su diario. (…) Fue un buen tándem el que formaron Cebrián y Polanco, pero Cebrián se va convirtiendo en lo que luego resultó ser, viendo que Polanco se iba debilitando. Entonces elabora toda una estrategia para quedarse con el mando de todo.
P.: Usted menciona en su libro que la muerte de Polanco fue un antes y un después
R.: Y todo el mundo lo decía, además, en el diario, madre mía… Lo que pasa es que no sabíamos que se nos había vendido tan barato.
P.: ¿Qué se perdió con esa muerte?
R.: Pues eso que acabo de decir: el diario.
P.: Respecto a Javier Moreno, director de entonces, al que en su libro llama “el Químico”, y al director actual, Antonio Caño: ¿Cómo dibujaría, en pocas frases, un cuadro en el que estas dos figuras se sitúen en el proceso que ha experimentado el periódico?
R.: Yo creo que Javier Moreno desempeñó un gran papel como despedidor, y un papel muy gris como director de un producto periodístico. Por otro lado, creo que Antonio Caño es un buen periodista, que es ideal para este momento en que se inaugura una nueva corte. Creo que forma parte de la nueva corte, pero yo tenía una buena relación con Antonio. No es que pensáramos lo mismo, pero teníamos mútuo respeto profesional. No se si con el tiempo en Washington ha cambiado, pero tampoco me interesa. Todo esto es muy del ayer. El mundo de ahora va hacia otro sitio.
P.: ¿Cree que en las vestiduras que ahora lleva El País hay colores neoliberales?
R.: En las vestiduras no sé, pero en la sección de economía yo diría que sí. Los editoriales a favor de Blesa han sido brutales.
P.: ¿Qué tal fue el aterrizaje en el ciberespacio, en internet?
R.: Para mi fantástico, un descubrimiento salvaje, bestial. Me encantó desde el principio. Empecé con el blog, seguí con Facebook, y ya cuando me lancé a Twitter… ¡Uau!
P.: ¿Qué tal con Twitter?
R.: ¡Me encanta! Tengo 63.000 seguidores conseguidos en un año, y tenemos una excelente relación de pasarnos cosas, de comprobar cosas, de estar, desde el punto de vista social, alerta y presentes (…) Mantengo mucha actividad, siempre muy fiel, y le dedico mucho tiempo, por la mañana y por la tarde, tampoco estoy todo el rato…
P.: Para la actividad periodística, ¿internet es una gran fuente de indicios?
R.:Pero hay que comprobar siempre. Tú no puedes ir, googlear, y decir, como se dicen tantas cosas. Hay que ser honesto con el material con el que se está trabajando y hay que mover el culo de la silla e ir y preguntar a la gente.
P.: Usted tiene una amplia experiencia en países árabes. ¿Hubiera habido primaveras árabes sin internet?
R.: Puede que no. Pero lo que se ha demostrado es que con militares hay muchos inviernos árabes. Es decir, el internet no soluciona nada. Mientras haya un militar que meta a un internauta en la trena por quince años… El mundo virtual no sirve para nada si no se expresa luego en una realidad política.
P.: Después de esas revoluciones ¿en qué se han convertido esos países?
R.: Cada historia es diferente. Cada país es diferente. No es lo mismo Siria que lo de Egipto, que lo de el Líbano, y por supuesto que lo de Túnez. Cuanto más allá, más peligro hay de “Al-Qaedización”, pero no olvidemos nunca que el islamismo extremo empezó en un lugar llamado Afganistán porque lo alimentaron los norteamericanos reclutando talibanes para luchar contra la Unión Soviética. Y esa gente luego se hizo fuerte y empezó a joder.
P.: ¿Cree que España está preparada para una República?
R.: ¿Por qué no? ¿Somos gilipollas o qué? ¿Están preparados los franceses que tienen hasta a Le Pen? Por favor… Para una república está preparado todo el mundo. Yo estoy mucho menos preparada para que me salga una tía en miriñaque.
P.: ¿Qué opina sobre la abdicación del Rey?
R.: A mi me da lo mismo. Se han movido porque no tienen más remedio. Porque han visto que el chiringuito de la Transición está empezando a tocarle las narices a la gente y que hay que cambiar de régimen, y quieren cambiarlo cambiando al Rey. Lo cual es absurdo porque en una monarquía constitucional el Rey no tiene ni palabra que decir sobre la política que hacemos. Calladito y yendo a misa, como mucho. (…) Yo creo que han sido los partidos políticos los que lo han convencido.
P.: ¿Qué modelo de televisión pública defendería?
R.: La de toda la vida, la que funciona en Estados Unidos, la que pone la cultura por encima de todo, la que no le importa ganar dinero, la que no tiene publicidad, la que es un servicio público, etc., etc.,
P.: ¿Cómo definiría a Diana Dial, la investigadora protagonista de sus novelas?
R.: Pues un alter ego, diez o doce años más joven que yo, con más marcha y más mala leche si cabe, y haciendo una cosa que a mi me gustaba mucho que es investigar. Ella investigaba crímenes y yo investigaba crímenes contra la humanidad…
P.: Sobre Juantxu Rodríguez, su compañero fotógrafo muerto en Panamá por disparos de soldados norteamericanos. ¿Qué le trae a la memoria?
R.: Fue muy triste porque fue el principio de la negación por parte de EE.UU. de los periodistas a los que mataba. Ahí empezó todo. Lo de Couso después en el hotel Palestina fue lo mismo. Con total impunidad. Eso, aparte de la pérdida personal de un compañero y bastante amigo, y de la pena que supuso para su familia, es la impotencia profesional. Y suerte que en ese momento estaban en el poder los socialistas y El País era importante y se hizo presión. Hubo un juicio y acabaron reconociendo que fue una muerte producida por fuego amigo, cosa que ahora no hacen porque tenemos un ministro de Justicia que se dedica a avalar la impunidad.
P.: Al final de su libro menciona aquel asiento (Una silla donde debió estar su madre, muchos años atrás… ). ¿Han llenado sus lectores ese asiento?
R.: Ese asiento me ayudó a ser como soy y me ayudó a buscar lo que busqué y a conseguir lo que quería. Porque si me hubiera hecho como mi madre quería, yo a lo mejor hubiera sido muy desgraciada. Pero como me hice contra, eso me hizo como soy. Entonces le estoy muy agradecida, quizás por no haberse sentado ahí.
P.: Su libro acaba con una afirmación de deber cumplido. ¿Ha cumplido?
R.: Yo creo que sí.