El Bosco, lo grotesco hecho arte
- El Bosco. La obra completa es el estudio más amplio de este artista visionario
- Artista por excelencia del averno, en 2016 se cumplen 500 años de su muerte
- Su obra se considera "una gran sátira pintada de los pecados del hombre"
- Solo se le atribuyen con certeza 20 tablas, la más famosa El jardín de las delicias
"Sabía que poseía grandes dotes para la pintura, pero también que le habrían considerado [...] un pintor que figuraría detrás de Durero, Miguel Ángel, Rafael y otros, y por ello emprendió un camino nuevo, de manera que los demás fuesen tras él y no él tras ninguno..". Así describía al pintor neerlandés Jerónimo Bosch, El Bosco (h. 1450-1516), en 1605 el sacerdote José de Sigüenza, uno de los primeros defensores de un artista que durante siglos ha sido considerado como fantasmagórico, autor de sueños y pesadillas y el artista por excelencia de los demonios y el averno, en la mayoría de las ocasiones con connotaciones negativas.
Con motivo del quinto centenario de la muerte de este artista visionario -que se cumplirá en 2016-, la editorial Taschen publica ahora en español El Bosco. La obra completa (99,99€, 300 páginas tamaño XXL), el estudio más completo realizado hasta la fecha sobre el pintor realmente llamado Jherominus van Aken, que tomó su sobrenombre de su ciudad natal, Den Bosch (Bolduque en español).
El autor, Stefan Fischer, uno de los mayores especialistas en la obra del pintor de Países Bajos, ha estudiado durante años el trabajo de El Bosco, en estrecha colaboración con el Museo del Prado -poseedor de la colección más completa de obras del autor- y con los otros museos depositarios de su arte. El resultado es un análisis al detalle de la trayectoria y el catálogo pictórico de Jerónimo Bosch, confrontando a detractores y defensores y rompiendo concepciones erróneas sobre una obra que es "una gran sátira pintada de los pecados del hombre", según Sigüenza.
El libro permite contemplar como nunca se ha visto la obra de este artista erudito en el dogma católico, hermano jurado de la Hermandad de Nuestra Señora de Bolduque, y descifrar sus complejas alegorías en las que utilizaba lo grotesco con la legitimidad del provecho moral convirtiéndolo en expresión artística: "Por primera y acaso única vez un artista consiguió dar forma concreta y tangible a los engendros de una imaginación atemorizada que obsesionaron al hombre del medievo. Fue un logro posible acaso únicamente en ese momento, en que las viejas ideas se hallaban aún en vigor mientras el espíritu y la nueva técnica proporcionaban a los artistas medios para representar lo que veían", escribió el historiador de arte británico Ernst H. Gombrich en 1950.
Felipe II, el mayor coleccionista de una obra escasa
Tal y como detalla Fischer en el exhaustivo catálogo pictórico incluido en el libro, en la actualidad a El Bosco solo se le atribuyen con absoluta certeza 20 tablas y ocho dibujos, aunque su obra ha sido profusamente copiada e imitada y solo las de sus discípulos superan en más de diez veces la producción del maestro. Pronto arrojará más luz al respecto el proyecto de investigación 'Bosch Research and Conservation Project', que concluirá en 2016.
El mayor coleccionista y admirador de la obra de El Bosco fue el rey Felipe II (1527-1598), que llenó el Monasterio de El Escorial con 26 pinturas del neerlandés y atribuidas a él, hasta el punto que se dice que murió frente a El jardín de las delicias. Esa pasión del monarca español por el pintor es la que nos permite ahora poder disfrutar en el Museo del Prado de Madrid de ese fascinante tríptico y de una amplia selección de obras.
El Bosco. La obra completa recorre cronológicamente la trayectoria de Jerónimo Bosch, hijo y nieto de artistas, cuyas primeras obras probadas no aparecen hasta cumplidos los 30 y cómo su ascenso artístico y social le permitió realizar encargos de la hermandad a la que pertenecía. A esta etapa corresponden pinturas como Cristo crucificado con santos y donante (c.1485-1490), su obra más antigua conservada, La Adoración de los Reyes Magos (1496-1497, en el Prado) y San Cristóbal, cargando al Niño Jesús (c.1495-1550), en la que por primera vez aparecen las 'drolerías'. Estas drolleries eran representaciones figurativas que utilizaban monstruos y seres grotescos para escenificar los pecados y el mal y que El Bosco fue el primero en sacarlas de las fachadas de las iglesias y los márgenes de la iluminación de los libros para llevarlas a las pinturas en tablas, un recurso que le permitió, además, una cierta libertad artística y mezclar seres a su antojo, y que reiteraría a lo largo de toda su obra.
Será Las tentaciones de San Antonio (c.1502) el primero de los grandes trípticos en el que las drolerías asumen el protagonismo absoluto, hasta el punto de que la figura principal casi desaparece entre la multitud de figuras secundarias y la superficie se ocupa fundamentalmente por motivos iconográficos grotescos; de ahí su importancia indiscutible en el corpus artístico de El Bosco. Un trovador con cabeza de cerdo, un monstruo con pico acabado en clarín y un gigante convertido en mesa son algunos de los seres que pueden hallarse en esta pintura -y verse al detalle en las excelentes reproducciones del libro-, en la que también aparece otras de las innovaciones de Jerónimo Bosch, la traslación pictórica de proverbios en la figura del demonio emisario sobre patines, que simboliza la creencia de la Edad Media de que el mundo estaba desnortado y por ello caminaba sobre el hielo quebradizo.
Los secretos de El jardín de las delicias
Es "imposible de describir adecuadamente a alguien que no lo conozca", decía el canónigo Antonio De Beatis en 1905 de El jardín de las delicias (c.1503), la obra más conocida de El Bosco, que puede contemplarse durante horas sin dejar de descubrir nuevos y asombrosos elementos y que Fischer disecciona a lo largo de más de 50 páginas.
En RTVE.es te damos la oportunidad de escuchar la interpretación que de esta obra hizo Rafael Alberti en el programa 'Mirar un cuadro' de TVE en 1982: "No hay tríptico en toda la pintura universal más rico para toda clase de interpretaciones, de recreaciones, de gran alimento para la poesía", decía el poeta.
Las últimas investigaciones señalan que este tríptico se realizó con motivo de los esponsales de Enrique III de Nassau-Breda para ser una especie de guía didáctica para el éxito del matrimonio y una advertencia de los peligros, con lo que tenía el doble fin de enseñar y deleitar. El tríptico se basa en la Biblia y representa la creación del mundo hasta el tercer día en sus dos paneles exteriores; la continuidad de la creación hasta la introducción de Adán y Eva en el paraíso en el panel interior izquierdo; la humanidad antes del diluvio universal en el panel central; y, por último, el infierno en el panel interior derecho.
Interpretado por expertos como la moraleja de que la belleza de la mujer ofusca los sentidos de los hombres y despierta sus instintos, El Bosco llena el tríptico de símbolos que advierten del pecado, lechuzas -motivo recurrente en su discurso artístico-, serpientes y hasta rocas que no son tales, sino rostros (Salvador Dalí descubriría este perfil en la tabla interior izquierda y lo convertiría en eje central de El gran masturbador, 1929). La tabla central, repleta de miles de menudencias, representa los actos pecaminosos cometidos por el hombre antes del diluvio universal, en una etapa dominada por la lujuria, entre los que también se incluía en la época la homosexualidad. Una ciudad en llamas, orejas atravesadas por cuchillos, hombres que caminan en círculo de la mano de pájaros con piernas bajo la atenta mirada del demonio y bajo los sones de una gaita o el demonio del orinal que defeca pecadores, son algunos de los personajes que pueblan la tabla del infierno, que también desarrolla el tópico de la "mala posada", que denunciaba que los burdeles y la prostitución, el alcohol, la música profana o el juego llevaban a los pecados capitales, todos ellos temas de gran actualidad en el siglo XV.
El jardín de las delicias combina así elementos lúdicos y serios, a la vez que consigue armonizar la composición cromática de rojo y azul, con lo que el tríptico logra a la vez formar moralmente y deleitar la vista.
Su obra tardía
El repaso a la obra de Jerónimo Bosch acaba con un análisis pormenorizado de El juicio final (c.1506), un encargo directo de Felipe El Hermoso, y sus últimas obras, como Los siete pecados capitales y las cuatro postrimerías (c.1510-1515), La extracción de la piedra de la locura (c.1510-1515) -la única obra profana tanto en el tema como en la función del artista- o El carro de heno (c.1510-1515), todas ellas -excepto la primera-, también en el Museo del Prado.
Aunque El Bosco. La obra completa permita despejar muchas de las incógnitas sobre un artista que en uno de sus dibujos (El campo tiene ojos; el bosque tiene oídos, 1502-155) dejaba inscrito "Del espíritu mezquino es propio emplear solo estereotipos y nunca ideas propias", no queda más que darle la razón a lo que el historiador alemán experto en arte flamenco Erwin Panofsky decía de Jherominus van Aken en 1953, hace ya 60 años: "No consigo apartar de mí la sensación de que el verdadero secreto de los impresionantes sueños diurnos y las pesadillas [de El Bosco] no se ha llegado a revelar realmente. Si bien hemos practicado algunos agujeros en la puerta de una estancia cerrada, al parecer todavía no hemos encontrado la llave que abre esa puerta".