Un congreso del PSOE candidato a ser histórico
- El socialismo español se cita para renovar rostros, liderazgo y rumbo
- Al sucesor de Rubalcaba se le demanda un golpe de timón como los de antaño
- En los últimos 40 años, el PSOE se ha reinventado en respuesta a sus crisis
Un "congreso histórico". Es lo que espera el PSOE de la cita que celebra este fin semana en Madrid para renovar el partido. No es un calificativo gratuito. Cuando acabe julio los socialistas habrán bendecido un cambio de capitán -tras la victoria de Pedro Sánchez en la consulta entre militantes para elegir al nuevo secretario general- y un rumbo nuevo para una travesía que busca salir del desierto de los últimos resultados electorales y de la sobrevenida crisis de identidad política.
Cambio de líder, cambio de política, quizá cambio de estructura: en el próximo congreso extraordinario de los socialistas pueden reunirse las mismas características por las que son recordados los congresos más emblemáticos en 135 años de historia del socialismo español, los que han ido forjando a un PSOE que se encomienda otra vez a sí mismo un relanzamiento.
Los 70. Del marxismo al socialismo, en transición
El congreso celebrado en la localidad francesa de Suresnes en octubre de 1974 es el tótem indiscutible. Por revolucionarias que sean las revisiones del socialismo por venir, Suresnes tiene su propia mística, y aunque muchos vuelvan periódicamente a él en la antesala de cada congreso federal anhelando un hito tal, Suresnes solo habrá uno.
Este 26º Congreso del PSOE, el decimotercero y último cónclave en el exilio proyectó al socialismo para la democracia, protagonizado por un joven Felipe González, nuevo secretario general del partido que moldearía una y otra vez el partido hasta su retirada.
Suresnes significó la consagración del PSOE como único partido de alternativa socialista, el nacimiento de un líder aglutinador de las diversas corrientes y el diseño de una nueva formación, pragmática, profesional y lista para jugar en la buscada democracia.
“El Congreso de 1979 supuso un giro copernicano para el PSOE al abandonar el marxismo“
Le llegó la oportunidad en el siguiente congreso, en diciembre de 1976, un año después de la muerte de Franco. En esta cita el PSOE se declaró partidario del socialismo autogestionario y democrático y reafirmó su carácter marxista, subrayando tal denominación de origen en un escenario en el que el PCE aún no estaba legalizado.
Por eso, el Congreso extraordinario de 1979 fue el siguiente -quizá el último- gran congreso histórico, porque fue el que supuso la ruptura con un siglo de historia, aquel en el que Felipe González, más presidenciable que nunca, consiguió finalmente y tras dos intentos que su partido aceptara ser "socialista antes que marxista", una nueva cara para entrar de lleno en la socialdemocracia europea y ponerse en disposición de ganar las siguientes elecciones generales.
Los 80. De la socialdemocracia al divorcio con UGT
Así fue, y en los ochenta, a golpe de mayoría absoluta, el PSOE y Felipe González conquistaron la llamada “gran mayoría social” y consolidaron su liderazgo interno.
El dúo González-Guerra reforzaba su ascendencia y daba los giros políticos que consideraba oportunos en cada momento, hasta el punto de lograr que el partido aceptara las posiciones más complejas, como la permanencia de España en la OTAN.
La crisis llegó en el XXXI Congreso, el de enero de 1988, en el que el secretario general de la UGT, Nicolás Redondo, dejó clara su discrepancia con la política económica del gobierno de González. La ruptura entre el sindicato UGT y el PSOE se escenificó plenamente en la huelga general del 14 de diciembre.
En 1990, el cónclave socialista cerró la herida con la supresión de la doble militancia PSOE-UGT y cerró filas en torno al Gobierno, que reivindicaba independencia para llevar a cabo sus políticas al margen de las presiones del partido: “Se gobierna desde Moncloa y no desde Ferraz”, fue el mantra que quiso establecer Felipe González.
Los 90. Las primarias entran en el ADN socialista
En los noventa, y a medida que los golpes de genio de González surtían menos efecto, desgastado por los casos de corrupción y la pérdida de la mayoría absoluta, se buscó un "nuevo impulso del socialismo", dividido ya entre "renovadores" y "guerristas".
Pese a ello, tras la derrota electoral de 1996, "la respuesta progresista" en el 34º Congreso de 1997 fue el anuncio de González de no optar a la reelección -se marchó sin haber perdido una sola elección en el partido- y la elección de Joaquín Almunia como nuevo secretario general.
Fue Almunia el secretario general que abrió la caja de Pandora con el invento de las elecciones primarias para que los militantes elijan al candidato socialista a la presidencia del Gobierno.
“Del 'experimento' de las primarias nació un elemento hoy irrenunciable y también el persistente miedo a la bicefalia“
Lo que pretendía afianzar de puertas adentro su posición fue el origen de su caída puesto que perdió ante Josep Borrell y la posterior dimisión de este le obligó a presentarse en unas elecciones que se saldaron con mayoría absoluta del PP.
La experiencia supuso la asunción de las elecciones primarias como dogma de representatividad en el PSOE y, por extensión, en la izquierda. El símbolo del poder de las bases frente al ‘aparato’, no solo válidas sino "irrenunciables" como repitieron durante la campaña los tres candidatos a secretario general - Pedro Sánchez, Eduardo Madina y Juan Antonio Pérez Tapias- aunque ahora el futuro secretario general deje la puerta abierta a retrasarlas como le han pedido los barones.
Del 'experimento' de Borrel y Almunia data también el origen del fantasma de la bicefalia, al que se cita de nuevo con temor este 2014 y al que han intentado conjurar los candidatos que prefirieron no nadar ahora y guardar la ropa para cuando toque elegir al aspirante a la Moncloa.
Zapatero, el triunfo del desconocido
La mayoría absoluta del PP en el cambio de siglo hizo mucho daño al PSOE. En busca del "impulso necesario", el lema de aquel también histórico 35º Congreso federal, la familia socialista apostó por un desconocido que representaba sorpresa, renovación y, sobre todo, el "cambio tranquilo", luego conocido como talante.
Ni el ‘aparato’ felipista (José Bono), ni el guerrismo (Matilde Fernández) ni opciones independientes (Rosa Díez). El PSOE se aventuró por la ‘nueva vía’ de un diputado leonés sin pedigrí en el partido, que fue elegido contra pronóstico por 414 votos, apenas nueve más que Bono, y que convenció a su partido con una música que hablaba de “ilusión” frente a la oscuridad y la letra de un nuevo socialismo de autor, el zapaterismo, caracterizado por nuevas políticas en el ámbito territorial y de los derechos sociales.
También es cierto que hubo sorpresa porque había opciones entre las que elegir. El de 2000 era el primer congreso desde 1979 en el que se presentaba más de un candidato a la Secretaría General del partido, lo que no volvió a ocurrir hasta 2012, en el 38º Congreso.
Liderar en tiempos revueltos
Tras la histórica derrota en las elecciones generales de 2011, con el poder menguado como nunca, el 38º Congreso del PSOE respondió reafirmando su apuesta por el candidato derrotado, Alfredo Pérez Rubalcaba, al que dio galones de secretario general por solo 22 votos frente a su rival, Carme Chacón, en lo que se podía intuir ya entonces de encomienda de gestión transitoria.
Esa impresión la refrendó el segundo varapalo consecutivo en las urnas, esta vez en las elecciones europeas de 2014, que ha acabado precipitando la salida de un Rubalcaba, testigo del penúltimo gran cambio que afronta el Partido Socialista Obrero Español, de nuevo llamado a reinventarse para ofrecer un nuevo rostro, un mensaje para ilusionar y una política transformadora.