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El Laborismo, héroe de la Unión o mártir de la independencia de Escocia

  • El partido laborista será el principal perjudicado de la independencia
  • Sin el caladero de votos escocés se le complica volver a Downing Street
  • Gordon Brown ha resucitado como un héroe improbable en la campaña del 'no'

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El ex primer ministro laborista, Gordon Brown, es el héroe improbable que puede salvar la Unión.
El ex primer ministro laborista, Gordon Brown, es el héroe improbable que puede salvar la Unión.

El fantasma de William Wallace ha despertado a Gordon Brown para ponerse al frente de la lucha contra la independencia de su patria escocesa. Y no sólo por razones sentimentales, el último primer ministro laborista (2007-2010) sabe que la primera víctima de la ruptura de la Unión sería la aspiración de su partido de llegar al número 10 de Downing Street.

“En Gran Bretaña significará el fin de cualquier opción para el Laborismo de conseguir el poder”, advertía hace unos días el exministro laborista para Europa, Denis Macshane, que llama a votar ‘no’ en el referéndum de este jueves 18 de septiembre.

El cálculo es simple. Los laboristas tienen en Escocia un importante caladero de votos. De los 59 parlamentarios escoceses en Westminster, 41 son laboristas, mientras que los conservadores sólo tienen uno. Si se saca estos escaños de la ecuación, el futuro del Laborismo en lo que quede de Reino Unido parece desalentador.

Sea cual sea el resultado de la consulta, los escoceses votarán en las elecciones generales británicas del próximo año, pero tendrán que abandonar sus asientos en 2016 si finalmente se independizan, por lo que aunque ganarán los comicios, no tardarían en perder su mayoría parlamentaria.

Gordon Brown, héroe improbable

La ironía es que el Partido Conservador, que tradicionalmente ha sido el más férreo defensor de la Unión, puede ser el que acabe con ella pero, aún así, obtendría una ventaja electoral permanente en los próximos años, si no décadas, aunque a David Cameron le cueste probablemente el puesto.

A principios de septiembre, las encuestas dieron un vuelco a favor del 'sí'. La libra sufrió su peor caída del año y Cameron, paralizado, barajaba sus opciones.

Brown reapareció entonces recogiendo el testigo de otro laborista, Alistair Darling, el líder designado por Londres para defender el 'no'. Y lo hacía como un héroe improbable. Académico, poco carismático… Como primer ministro batió el récord de impopularidad en medio siglo y condujo a su partido a la peor derrota electoral en una generación. Pero los escoceses le respetan. Natural de Kirkcaldy, en Glasgow, es hijo de un predicador presbiteriano. Estudió Economía en la Universidad de Edimburgo y empezó su carrera política en su patria chica. Como ministro de Finanzas de Tony Blair el Reino Unido experimentó un alto crecimiento económico y una bajada de la tasa de desempleo.

“Creamos un salario mínimo en Reino Unido, un servicio público de salud, un estado del bienestar”, reafirmó Brown la pasada semana en Glasgow, y en cada mítin. Este jueves lo ha vuelto a hacer en un acto en Clydebank.

"El día después de la independencia, el pensionista no recibirá ningún beneficio, la persona con discapacidad no conseguirá ningún beneficio. Los niños no recibirán ningún beneficio. El servicio de salud no recibirá nada pero los directores más ricos de las ya ricas empresas privatizadas conseguirán miles de millones de libras de impuestos", ha afirmado, poniendo en duda la viabilidad del sistema nacional de salud, el prestigioso NHS.

Las políticas sociales, orgullo patrio

Este y otros logros sociales son la piedra de toque del nacionalismo escocés, que no se sustenta tanto en factores identitarios como en las políticas económicas. Es el argumento del ministro principal de Escocia y líder de la campaña independentista, Alex Salmond: recuperar el control sobre los recursos naturales para decidir políticas más socialdemócratas, a su juicio secuestradas por los gobiernos conservadores que se suceden en Londres.

Un laborista en una Escocia mayoritariamente de izquierdas siempre va a tener un auditorio más favorable que los effing (jodidos) tories, en palabras del propio Cameron. Y precisamente son ese medio millón de votantes indecisos, la mayoría laboristas, de ciudades industriales donde Brown no encuentra rival, los que tienen el poder de poner (o no) fin a 300 años de historia común con Reino Unido.

“Brown fue reclutado para tranquilizar a los laboristas británicos de que votar ‘no’ es bueno y de que no se deberían sentir mal por ello. Él está ahí para que los vacilantes votantes laboristas vuelvan del lado de la Unión”, señala David Torrance, biógrafo de Alex Salmond, citado por Reuters.

Redención para la izquierda británica

A los escoceses no les gusta que les traten como a niños. Y menos aún que las lecciones las den los conservadores ingleses. Por eso la alianza unionista de tories, liberaldemocrátas y laboristas incomoda al electorado de izquierdas.

Brown, para distinguirse, tomó la delantera a Cameron y presentó un plan de amplio autogobierno para Escocia. Londres tuvo que reaccionar a rebufo haciendo suya la promesa de una mayor autonomía en servicios sociales e impuestos, que se plasmará en una ley consensuada entre los principales partidos para que entre en vigor en 2015.

Estas propuestas son radicales. Cambiarán no solo Escocia, sino Reino Unido”, ha asegurado Brown.

Algunos se preguntan si la victoria del ‘no’ sería la redención de un hombre que no ha podido hacer realidad sus ambiciosos anhelos de convertirse en un líder internacional.

“Una vez ridiculizado por proclamar que había salvado el mundo tras la crisis financiera de 2008, Gordon Brown podría tener ahora el futuro de Escocia en sus manos”, señala el periodista de la agencia Reuters Alistair Smout. Y también el de la izquierda británica.