Alberto Rodríguez: "La España de 1980 se parece en muchas cosas a la de ahora"
- El sevillano encandila en San Sebastián con su policíaco La isla mínima
- Un thriller ambientado en las marismas del Guadalquivir a principios de los 80
- RTVE.es entrevista al director que abre la competición por la Concha de Oro
- Pregunta a Alberto Rodríguez este lunes a las 17:00h en RTVE.es
17 NOMINACIONES A LOS GOYA
Mejor película
Mejor director: A. Rodríguez
Mejor actor: R. Arévalo, J. Gutiérrez
Mejor actor de reparto: Antonio de la Torre
Mejor actriz de reparto: Mercedes León
Mejor actriz revelación: Nerea Barros
Mejor guión original: A. Rodríguez, R. Cobos
Mejor música original: Julio de la Rosa
Mejor dirección de producción: M. Ocón
Mejor montaje: José M. G. Moyano
Mejores efectos especiales: P. Moreno, J. Ventura
Mejor sonido: Zayas, Royo-Vilanova, Gutiérrez
Mejor dirección de fotografía: A. Catalán
FICHA TÉCNICA
Título original: 'La isla mínima'
Año: 2014
Duración: 105 min.
País: España
Director: Alberto Rodríguez
Guión: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos
Música: Julio de la Rosa
Reparto: Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Nerea Barros, Antonio de la Torre, Jesús Castro, Mercedes León, Manolo Solo, Jesús Carroza, Cecilia Villanueva, Salvador Reina, Juan Carlos Villanueva.
Una mañana de rodaje de La isla mínima, Alberto Rodríguez y su director de fotografía, Alex Catalán, atraviesan las marismas del Guadalquivir en un fueraborda. De pronto, la bruma empieza a subir mientras el cielo se torna directamente púrpura. “¿Tú estás viendo esto?”, dice Catalán. El director asiente antes de que su amigo sentencie: “pues todo esto no va a estar en la película”.
Domar un plató ingobernable ha sido uno de los retos de una de las películas españolas del año, la séptima del director sevillano (El factor Pilgrim, El traje, 7 vírgenes, After y Grupo 7). Un ambicioso policíaco con Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez enmarcado en la Transición con el pacto entre las dos Españas como telón de fondo y con el que Rodríguez vuelve a mostrar una fuerza visual insólita en el cine español. Aunque se considera a sí mismo “un artesano que sigue aprendiendo”, en San Sebastián ya se ha colocado como un gran favorito.
PREGUNTA.- ¿Te sientes cómodo con la definición de 'thriller de autor' para La isla mínima?
RESPUESTA.- No lo sé. Creo que es abiertamente un thriller y creo que sí, tiene un punto de vista concreto. En ese sentido, nos gusta revertir ciertas pautas del género. Una de las películas que teníamos como referentes era Conspiración de silencio (John Sturges, 1955). ¿Es una película de autor? Pienso que sí aunque a John Sturges se le relacione más con un artesano que con otra cosa.
P.- ¿También te consideras un artesano?
R.- Creo que soy un artesano. De todas formas, estoy aprendiendo todavía, me queda muchísimo para saber siquiera lo que soy. Todavía estoy definiéndome.
P.-La película nace de una visita a una exposición del fotógrafo Atín Aya. ¿Qué encontraste en las fotos?
R.: Creo que la vimos en 2003 0 2004. Era una exposición sobre las marismas del Guadalquivir. Atín Aya se había comprado los mapas militares de la zona y había recorrido todas las marismas con un coche haciendo fotos a la gente que quedaba allí de antiguos poblados y antiguos oficios. Era fascinante. Fui con Alex Catalán y salimos los dos entusiasmados con lo que habíamos visto.
Luego empezamos a bucear sobre aquel territorio que se puso en marcha durante la dictadura fundamentalmente. Descubrimos quiénes gobernaron, cómo los represaliados trabajaron en el campo porque allí no pedían papeles ni nada. Con la mecanización de campo, los pueblos de colonización se han ido vaciando. También gracias all transporte porque hace 30 años tenías que vivir allí, si no no había manara de cultivar. El sitio tenía muchas historias que ya se veían en las primeras fotos. Te estaba contando cosas desde el principio.
P.- ¿Qué fue primero? ¿La trama policial o el marco histórico?
R.-: Fue primero la trama policíaca. La montamos en el año 2005, pero no conseguíamos que la tuviera enjundia y sentido. En 2012 vimos dos documentales: Atado y bien atado y No se os puede dejar solos de los hermanos Bartolomé. Son una historia de la Transición, pero contada en la Transición. Como no había perspectiva histórica, el análisis de la Transición es muy distinto y muy interesante. Cuando encontramos el marco del año 80, todo se cuadró.
P.: Los personajes de Arévalo y Gutiérrez son símbolos de una España que agoniza, pero prevalece, y otra que nace, pero traiciona sus ideales. ¿Es tu visión de la Transición?
R.: Es una lectura que se puede hacer pero está por debajo. La película es un “quién lo hizo” para que el público lo disfrute, siga el thriller y viva la historia con los personajes hasta el final. En el caso del personaje de Arévalo está basado en un dato de esos documentales: un policía al que expedientan porque se adhiere a un titular de El País en contra de Milán del Bosch porque el militar había dicho que en este país había que dar un golpe de estado
P.: Pero hay una lectura amarga de ese pacto en la película.
R.: Si piensas en Conspiración de silencio, que la he puesto antes como ejemplo, es una película sobre los campos de concentración que montaron a los asiáticos dentro de los Estados Unidos. Y, sin embargo, es un ‘quién lo hizo’ también.
La película abre una pregunta, que para cuál puede ser distinta, que nos hicimos cuando veíamos los documentales que era: ¿La España del 80 y la de 2012 son tan distintas?
P.: ¿Son tan distintas?
R.: Hay muchas cosas en las que se parecen. Otras, por fortuna, no: la presencia de los militares o el terrorismo. Pero era un momento de reconsideración territorial, de cambio, había una crisis económica importante, gente yéndose, incluso la ley del aborto estaba cuestionándose como ahora, lamentablemente.
P.: En tus películas, las localizaciones son orgánicas, parte inseparable de la historia. En La isla mínima los personajes están aplastados por la hostilidad del entorno.
R.: Es un sitio muy raro, muy difícil de explicar espacial y temporalmente. Llevas allí media hora y tienes la sensación de que han podido ser cinco minutos. Paseas una hora y no te encuentras con nadie y, sin embargo, seguro que hay alguien que te está mirando. Tú no ves a nadie, pero alguien te ve a ti. Lo dicen los lugareños y tienen razón porque están acostumbrados a ese paisaje y son capaces de notar un motita de polvo y decir: ahí hay un tío.
P.: La fuerza visual de la película es impresionante. Aunque hostil, ¿era el ‘plató’ de las marismas era también un caramelito?
R.: Nos pasó un poco de todo, la verdad. Hay un parte de la película en la que llueve y teníamos una grúa gigantesca para simularla. Y, cuando fuimos a rodar, llovió de verdad, pero como no he visto en mi vida y tuvimos que suspender tres horas.
Es verdad, era precioso a veces y era como inmenso plató, pero completamente ingobernable. Había que no volverse loco y centrarse en lo que estábamos contando. Las marismas son un sitio inhóspito, están hechas para los bichos y para los animales, pero no para los seres humanos. La gente que vivía allí debía de hacerlo en condiciones muy duras. O hace un calor brutal y una humedad bestial, o un frío mortal y una humedad bestial.
P: Con 7 Vírgenes, Grupo 7 y ahora La isla mínima te estás convirtiendo en un cronista de Sevilla, sus alrededores y su historia. ¿Te gustaría continuar?
R.: A propósito no lo hago, pero sí me gusta contar historias de cosas que tengo próximas. Creo que hay historias fascinantes. Me gusta trabajar con la realidad, por decirlo de alguna forma. Pero creo que después de esta voy a parar y no hacer cine negro en una temporada.